La izquierda siniestra
Siempre he creído que la izquierda española no está en paz con el pasado. De ahí su interés obsesivo en reescribir la historia, la insistencia en la guerra civil, la estrategia continua de las dos Españas, la separación entre buenos y malos. En consecuencia la transición democrática, que ejemplarmente se produjo tras el franquismo, no en todos los casos condujo a la reconciliación nacional.
Los ocho años de gobierno socialista han sido un claro ejemplo de su ausencia de sosiego. Mientras en el PP no se habla especialmente de esa época, el PSOE vuelve una y otra vez al enfrentamiento entre bandos de españoles y a reeditar eslóganes de fecha caducada. El abuelo de ZP era como el talismán, como el guía espiritual del presidente anterior.
Ahora Rubalcaba, para justificar la presencia de su partido en las manifestaciones incomprensibles, recurre a un lenguaje antiguo cargado de odio y rencor: la derecha clerical, la izquierda obrera. Coloca las pegatinas del sectarismo más rancio añadiendo, cada oveja con su pareja. Estas definiciones reflejan a la perfección la distancia irreconciliable que contamina al socialismo español.
Esa izquierda obrera, es responsable junto con los sindicatos serviles en los que tanto se protege, de los cinco millones de españoles en paro. No ha tenido vergüenza por beneficiar a estos útiles aliados, llenando también a última hora su hatillo rebosante de dinero y de favores. En definitiva, no siente remordimiento por el escándalo de los EREs, a pesar de ser el fraude más sórdido que puede cometerse contra unos trabajadores sin empleo.
En su bando, los socialistas se atrincheran dispuestos a escenificar el organigrama de siempre: ocupar la calle aparentando poseer una fuerza que los ciudadanos le han negado en las recientes jornadas electorales. Y no van a escatimar medios. No les importa exaltar y agitar a la juventud que ellos mismos dejaron sin futuro. No rechazan una violencia, peligrosa como todas, y que nos conduce a proyectar ante el mundo la misma imagen que Grecia. No les molesta participar, de forma entusiasta, en manifestaciones convocadas con la peor intención el mismo día que se conmemora el octavo aniversario del mayor atentado terrorista sufrido en nuestro país.
De nuevo la división, las posiciones encontradas que fomentan a placer. Ese día, el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo, el PSOE ha diseñado su propia agenda. No se suma a la única posible, a la de todos contra el terror, a la de un país sin siglas y sin fisuras recordando a las 192 personas asesinadas en la matanza. Eluden la unidad y escogen el enfrentamiento y la crispación. Es su caldo de cultivo.
La elección de la fecha es elocuente. Nos indica qué límites morales poseen los convocantes. Esos cinco o seis que reuniéndose en torno a una mesa deciden protestas y huelgas generales jamás votadas por los trabajadores a los que dicen defender. Huelgas con las que cuidan sus propios intereses sindicales y políticos consistentes en el conflicto laboral y en la agitación social.
Asistimos a la táctica del vacío de las ideas. Ninguno de los que sujetan pancartas en la cabecera de estas manifestaciones propone soluciones. Saben oponerse y lo hacen con soltura. Saben eludir la mínima relación con la dificilísima situación que padecemos los españoles. Saben victimizarse agitando los árboles para recoger las nueces. Pero no aportan nada más.
Es verdad que algunos miembros de la etiquetada como derecha clerical se manifestaron a favor de la vida, a título personal. Esa misma formación participó y organizó protestas callejeras, contra el paro y por el empleo. Pero también es verdad que existen dos grandes diferencias entre las convocatorias de unos y de otros. Por una parte, lo hizo respetando el tiempo, después de varios años de gobierno socialista y habiendo propuesto en el Congreso numerosas iniciativas siempre rechazadas. Además lo hizo sin compañía sindical. Por otra parte, sus movilizaciones jamás provocaron incidentes violentos que lamentar y en ellas la Policía miraba con tranquilidad.
El PSOE es prisionero de su fracaso y ha decidido emprender una huída hacia delante con mal estilo. De la forma más siniestra posible. Sin ningún respeto. La izquierda española es como explicaba Díaz Plaja, la que da bandazos entre el autoritarismo y el anarquismo. Es decir, o aquí mando yo o no manda nadie.
*Alcaldesa de Fuengirola y candidata número 1 al Parlamento de Andalucía por Málaga.
Buen artículo. Conclusión, al final se tendrá que hacer con la izquierda lo que se hizo en el 36. La izquierda no aprende ni aprenderá, por tanto hay que darles fuerte y donde más les duela, en definitiva ya que son ellos los que no aceptan la democracia impongamosles otro tipo de régimen politico.