Del Titanic al Concordia: De “las mujeres y los niños primero” al “Sálvese quien pueda”
Jorge Skibinsky.- Dos grandes catástrofes marítimas separadas por cien años, dos grandes errores humanos unidos por el túnel del tiempo para mostrarnos que se repiten con similitudes y diferencias. El exceso de confianza, la falta de previsión pero también la mala suerte confluyeron para que ambos desastres se produjeran.
Aquel naufragio del Titanic fue en 1912: La construcción del barco en compartimentos estancos lo haría teóricamente insumergible. Navegaba a toda máquina para llegar a destino cuanto antes y así demostrar la eficacia y rapidez del nuevo buque. El vigía no llevaba prismáticos por lo que no pudo ver el iceberg a tiempo. El timonel giró todo a babor en lugar de chocar frontalmente con el Iceberg y así el casco se abrió a lo largo del casco afectando a varios compartimentos estancos haciendo imposible su salvación. Finalmente no había suficientes botes salvavidas para todos los pasajeros, un error que no volvería a cometerse. Murieron 1500 personas
Algo parecido ocurría en el accidente del Costa Concordia. Un pasaje numeroso, un choque contra un bloque sólido (incomprensible por su excesiva cercanía a la costa), una rotura extensa del casco por ambos lados (¿acaso pensaron que también era insumergible?) y muchas personas desesperadas ante la falta de información y la desorganización de la tripulación que primero informó que se trataba de un problema eléctrico y tardó más de una hora en iniciar la evacuación. También hubo muertos, aún por determinar.
Otras semejanzas resultan cuando menos sorprendentes. La responsabilidad del capitán en ambos naufragios es evidente, pero mientras el capitán del Titanic evacuó a todos los que pudo y se quedó hasta el final, el capitán del Concordia literalmente se escapó a las 11.30 de la noche, mientras que el último pasajero fue rescatado a las 6 de la madrugada siguiente, un caso de cobardía ciertamente novedoso. Si bien al principio hubo gran desorganización en ambas tragedias, la tripulación del Titanic trabajó afanosamente en las tareas de salvamento. Según varios testimonios de los pasajeros del Concordia algunos tripulantes intentaron escapar del barco desatendiendo sus funciones con el pasaje.
Pero lo que más me llamó la atención fue aquella olvidada y clásica frase para los momentos de zozobra: “Las mujeres y los niños primero”. La icónica expresión parece haber brillado por su ausencia ¿Qué ha pasado? Quizás los tiempos han cambiado y no debería sorprendernos. La explicación la encontramos en nuestro pasado. La sociedad en general se comporta como un ente protector de sus valores más queridos. En tiempos remotos las comunidades primitivas debían procurarse el sustento y la protección del grupo, una tarea que recaía principalmente en los hombres. Esta conducta tenía como fin resguardar a sus mujeres y su prole para asegurar su supervivencia, una actitud que socialmente se traduce en dar prioridad a salvar a las mujeres y los niños primero, tal y como ocurre desde hace milenios.
Los tiempos cambian, la sociedad tiene otros valores, prima el individualismo frente a la necesidad del grupo, el yo antes que el otro, y aunque el altruismo es ahora mayor que nunca en toda la historia de la humanidad el egoísmo prevalece en las situaciones límite. Nuestra vida vale mucho para nosotros mismos y no estamos dispuestos a sacrificarla por nadie salvo, tal vez, por nuestros seres más queridos. No es mejor ni peor, es solamente el precio de la modernidad.
Yo le daría otra oportunidad y lo pondría de capitán en algún barco de bandera marroquí que se dedique a cruzar el Atlántico.