La regeneración no puede venir de la Constitución
Ante la dramática situación nacional muchos se apresuran a afirmar algo que hace unos años significaba ser un antisistema extremista, un fascista ultraderechista o una persona sin interés por la democracia. Ya nos importaba un pito lo que dijeran, porque teníamos razón. Nos habían hecho creer que la única democracia posible en España era la falsa que emanaba de la Transición y oponerse a tal falsedad conllevaba ser un ultra franquista, aunque hubiera uno nacido cuando el régimen ya había terminado. Ahora ya es más fácil pedir reformas sin que te descalifiquen y muchos se unen en la condena del sistema autonómico por causa de la ruina moral y económica que ha generado.
Pero toda esa generación de líderes que trajeron este sistema afirma en estos tiempos, de forma contundentemente machacona, que nuestros males se deben a que ZP se aplicó desde 2004 en romper “el consenso de la Transición” y que, por ende, la mejor manera de arreglar nuestro enorme problema nacional, es volver a ése consenso, al “espíritu de la Transición” y al cumplimiento de la Constitución del 78. Pero, ¿acaso los desmanes de ZP o la reciente traición del Tribunal Constitucional o el despilfarro de las autonomías no se deben, precisamente, a que encajan de alguna forma en el ambiguo marco legal que tenemos? ¡Pero si hasta el Rey ha reído las gracias al Presidente traidor, que ha jugado con nuestro dinero, nuestra unidad, nuestra historia y hasta con el terrorismo para dañar todo lo posible a España!
Aún con esa pregunta de fácil respuesta, continuamente tenemos el ejemplo de ésta pesadísima doctrina en la Tercera del ABC, escrita por Javier Ruperez, embajador de toda la vida en este sistema. Mientras prosigan estos análisis de esa generación soberbia que cree que lo que había antes de que ellos llegaran al poder –franquismo- era nefasto y lo que ellos hicieron –Transición y su democracia consecuente- es maravilloso, no se podrán hacer las reformas que nos urgen. Hace días, con motivo del aniversario del 18 de julio, Ansón –qué extraño personaje- o el diario El Mundo, repetían tal cantinela que falsifica la verdad de la historia reciente y las consecuencias del falso consenso –más bien apaño para repartir el poder- del final del franquismo. Vamos a ver, que ya es hora de analizar el Alzamiento y el franquismo a la luz de la verdad y asumir sus notables ventajas, a pesar de la terrible guerra civil, ya que de otro modo hubiéramos tenido el terror soviético instalado hasta 1990 por lo menos.
De hecho, cada vez estoy más convencido de que nuestro drama actual viene realmente de esa “Tiranía del Consenso” de finales de los setenta -basada en una gran mentira- y descrita de forma magistral por el Profesor Negro en un artículo reciente. Y ya éste mismo año Pío Moa, en su libro “La Transición de Cristal” empezaba a desmontar mitos sobre ésa mentira del idilio de una tercera España que nunca quiso ni la guerra ni el franquismo, porque eran todos ellos, de siempre, demócratas liberales y por fin pudieron hacer la tan preciosa Transición…Pero qué mal se juzga el pasado desde el momento presente, tal y como se juzga ahora a los que se alzaron de forma heroica y a los que continuaron la labor de reconstruir y desarrollar España permitiendo que saliéramos del tercermundismo. Eso constituye una injusticia gravísima. Pero eso se hace porque, pasados los años, una generación de mediocres de logia –también en la derecha- ha facilitado la labor para que el Frente Popular -hoy es la anti-España etarra- pueda ganar la guerra en la actualidad. Y todo ello para mantenerse en sus poderosos puestos, porque no saben más que vivir del Estado. Daremos cuenta de como se ha producido éste proceso en LA TESIS PROHIBIDA.
Por eso, hasta que no se reconozca nuestro mejor pasado y los valores cristianos que movieron a los héroes de la Guerra de Liberación –preciosa manera de referirse a lo que fue en verdad-, no se puede reconstruir nada. España se merece un sistema de verdadera libertad democrática, donde no se siga persiguiendo la fe de algunos, donde la justicia no intente proteger a un Gobierno que colabora con el terrorismo con el que tiene intereses comunes –sí, digamos la verdad por terrible que sea-, donde los ciudadanos conozcan de verdad quiénes les representan o cómo se toman las decisiones que les afectan o cómo se gestiona el dinero público que ahora se despilfarra. Para ello, precisamente, hace falta no una reforma de la Constitución sino una nueva. Radicalmente nueva. Y si algunos, en su soberbia, no quieren ver los defectos de su obra del 78 con sus consiguientes dramáticas consecuencias, seguirán siendo un obstáculo para la auténtica regeneración de España.
Zapatero más que ser la causa de nuestros males es la consecuencia de ellos. La España de Aznar no era el paraiso terrenal como nos quiere vender Intereconomía, teniamos la nevera llena pero España se hundía moralmente y los separatismos cumplían sus objetivos. El PP no es la solución, es el lado derecho del problema, perdón quería decir el lado central reformista.
Sólo partidos como AES, PxC, DN o E2000 pueden arreglar esta situación.
La verdad es que tienes más razón que un santo, ahora algunos proponen pactos de Estado, solo cuando nos han arruinado, para seguir manteniendo este falso chiringuito.