La guerra de Libia en el reino de los caraduras
Diga lo que diga el Congreso y sostenga Zapatero lo que sostenga, la intervención militar en Libia esconde intereses económicos y geoestratégicos.
No es una intervención en favor del pueblo libio sino por intereses económicos y geoestratégicos. Los mismos países que intervienen militarmente ahora, han apoyado la dictadura de Gadafi durante años, han comprado el petróleo y gas de Libia durante años y han vendido armamento a Libia durante años. Todo ello sin cuestionarse en ningún momento su carácter antidemocrático ni mucho menos el sufrimiento de la población. Esos mismos países han mostrado su “prudencia” a la hora de apoyar las revoluciones en todo el Magreb a cuyos regímenes antidemocráticos han apoyado sin dudarlo mientras han servido a la defensa de sus poco legítimos intereses.
Quien sufre las intervenciones militares es la población civil, tal y como demuestran los casos de intervenciones previas. Los daños y sufrimiento producidos por la guerra que se traducen en desplazamientos, personas heridas y muertas, miedo y destrucción del entorno son siempre sufridas en mayor medida por la población civil. De hecho, tras el inicio de los bombardeos, miles de personas huyen. Personas corrientes, que dejan atrás su hogar y sus vidas, forzadas a desplazarse por la guerra.
La llamada operación “Odisea del amanecer” no persigue , por lo tanto, la protección de la población Libia, no persigue el respeto a los derechos humanos, ni tampoco la democracia o la libertad para sus habitantes. Además, la historia en la región ha demostrado de forma reiterada como las intervenciones militares no resuelven los conflictos y en ocasiones los agravan, desatan incrementos de violencia o de nuevas intervenciones bélicas.
España, que ha vendido desde 2005 armas por valor de 10,7 millones de euros a Libia y que durante el primer semestre de 2010 exportó a Libia equipamiento militar por valor de 6,8 millones de euros, se suma a la intervención movilizando a unos 500 militares, cuatro aviones de combate F-18, un avión cisterna, una fragata F-100, un submarino y un avión de vigilancia marítima. Resulta hipócrita e irresponsable atacar a quien ha vendido armas en su propio beneficio hasta hace unos meses, y además financiar una guerra cuando se están proponiendo recortes sociales injustificables y sin precedentes en aras de hacer frente a la crisis y controlar el gasto público.
Por eso es lícito preguntarse dónde están todos esos millones de españoles que clamaron contra la guerra de Irak. ¿Dónde se esconde el ramillete de artistas subvencionados que exaltaron valores pacifistas que ahora parecen haber perdido vigencia? ¿Qué diferencia hay entre las ‘muertes colaterales’ de Irak y las que ya se están produciendo en Libia? ¿En qué ignoto lugar sigue hibernando la conciencia de Pilar Bardem, otrora ‘martillo pilón’ en defensa de una supuesta paz en Irak? Son sólo algunas preguntas cuya falta de respuesta refutaría cualquiera de las apelaciones a la paz y al talante pronunciadas durante estos años en esta colosal estafa que ha sido la España oficial de José Luis Rodríguez Zapatero.