El virus constitucional y la gangrena autonómica
Todo comenzó con la inclusión en la Constitución de 1.978, ‘La siniestra’, del término nacionalidades. De nada sirvieron las infinitas enmiendas presentadas contra tan desafortunado y equívoco vocablo. El proyecto constitucional de 1.978 fue consensuado por quienes ya otearon en el horizonte la desmembración territorial y moral de España, viejo sueño masónico que hoy alcanza plena vigencia. Fueron inútiles las impugnaciones que se hicieron, por razonadas que fueran, en contra de ese disparate autonómico cuyas consecuencias padecemos hoy. Quienes rechazaron aquella traición contra la esencia misma del Estado fueron acusados de inmovilistas, cavernarios, fascistas y no sé cuántas lindezas de similar mal estilo.
Aquel Gobierno de Adolfo Suárez, en su complicado juego de pactos, trapicheos y concesiones, patrocinó la designación como nacionalidades de los territorios que quisieron acogerse a un sistema de gobierno autónomo. Se inventaron así unos entes autónomos verdaderamente delirantes, sin tener para nada en cuenta la historia ni la tradición ni siquiera la ilusión de sus habitantes. El parto autonómico produjo así una criatura monstruosa, contraria a natura, que introdujo en España todos los gérmenes de la fragmentación y el tribalismo.
Es lógica, pues, la reciente preocupación de José María Aznar ante el viraje de las autonomías hacia el separatismo y el despilfarro. Lo que no nos aclaró es por qué, durante sus ocho años de Gobierno, no definió ni afirmó del modo más contundente la esfera de las competencias que su Gobierno no tenía que haber negado ni compartido. Si para amarrar su investidura como presidente del Gobierno en 1996, Aznar no hubiese cedido al PNV la renovación con carácter indefinido del cupo vasco, Cataluña no reivindicaría hoy un sistema de financiación tan insolidario. De nuevo el fariseísmo de la derecha liberal española, cuya adhesión a la Constitución de 1.978 no le deja margen mejor de actuación que predicar en la oposición lo que luego es incapaz de cumplir cuando gobierna. Y eso ocurre por otorgar naturaleza de dogma de fe a un texto normativo elaborado por políticos que defendieron los intereses de unos pocos con la mascarada de la soberanía popular.
Hoy parece un signo de buen demócrata y de liberalidad reconocer hechos diferenciales y culturas diferentes que colisionen con la común de todos. ¿Ha llegado el momento de que alcemos nuestra voz los que estamos por encima de coyunturas políticas y de los partiditos liberales de siempre, quienes creemos que desunir lo unido por espacio de siglos no nos llevaría más que a una insensata autodestrucción?
Sembrar la semilla de la desunión entre los hombres y los pueblos de España y encizañarlas y despertar en ellas dormidas apetencias o despertar las nuevas, es una de las más graves responsabilidades que la Constitución de 1.978 asume ante la historia. El lamentable planteamiento que se hizo de una realidad limitada para generalizar el hecho autonómico sin tasa, tolerando además el descarrío económico y corrupto de algunos gobiernitos regionales, descalifica por completo la prudencia política y el patriotismo de los autores de la Constitución aún vigente (quiera Dios que no por mucho más tiempo).
Una vez más en la historia española, los malos precedentes no sirvieron para evitar ulteriores errores. Hasta Manuel Azaña nos advirtió hace 76 años de algunas consecuencias del mal llamado proceso autonómico. “Aguirre (presidente vasco durante la II república) no puede resistir que se hable de España. En Barcelona afecta no pronunciar ni siquiera su nombre. Yo nunca he sido españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas me indigno. Y si estas gentes van a descuartizar España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos la entenderíamos nosotros o nuestros hijos o quien fuese. Pero estos separatistas son inaguantables. Y mientras, venga a pedir dinero y más dinero”.
Yo también prefiero a Franco, sin que al comparar este deseo con el del ex presidente de la II república me sea lícito aceptar otra condición que la de español responsable y temeroso de quienes quieren dejar de serlo.
PSOe y PP no son partidos españolistas, son interautonómicos con tendencia al separatismo.
Por ejemplo Nuñez Feijoo (PP) es tan separatista como el BNG.
El PPSOe balear es separatista.
PP valenciano es separatista y persigue el idioma español.
INTERECONOMÍA cuando le hace la propaganda al PP está legitimando el separatismo en Galicia y Valencia.
Julio Ariza es un traidor a la patria. Si no lo fuese no hubiese condenado al silencio a AES, PxC, CTC o E2000.
Manos mal que existe 13tv.
Pienso que a esto no le hinca el diente nadie; no tiene remedio. El remedio es operar; y ¿quién es el “guapo” que tiene la valentía de coger el bisturí y rajar”?
Con votar a otros no es suficiente, con no votar tampoco. Esto es un estercolero que apesta bastante…….