L. Ventoso.- El holograma bruselense de Puigdemont y su bufanda color plátano no van a ganar las elecciones. Tampoco se impondrá la testaferra torpona y fanatizada que ha colocado Junqueras, el sinuoso cerebro del golpe de octubre, hoy detenido tras el fracaso de su alzamiento contra España. Las encuestas de los dos periódicos españoles de más prestigio -la de este y otra- coinciden en que ganará Inés Arrimadas García, jerezana de 36 años, que vive en Cataluña desde 2006. El sondeo del CIS ofrece idéntico vaticinio: Arrimadas será la más votada, aunque tal vez no logre formar Gobierno.

Inés es hija de Rufino, un abogado, y de Inés, padres de cinco vástagos. Salmantinos emprendedores, primero emigraron a Jerez, luego pasaron por Barcelona y finalmente se afincaron de nuevo en Andalucía. La niña Inés, gaditana y culé, escuchaba las evocaciones catalanas de sus padres en su hogar jerezano y Barcelona fue convirtiéndose en su tierra de promisión. Tras estudiar Derecho en Sevilla y pasar por un Erasmus en Niza, su anhelo acabó haciéndose realidad y empezó a trabajar en Barcelona, donde se casó con un nacionalista convergente. Arrimadas se hizo catalana por admiración espontánea por esa tierra, un puro acto volitivo, que la animó también a estudiar catalán. En 2011 se enroló en Ciudadanos y al año siguiente llegó al Parlament. Posee inteligencia y eficacia retórica. También es una mujer guapa (aunque en esta era de la bobo-corrección política da miedo indicarlo). Pero no va a ganar las elecciones ni por lista ni por bella, sino por algo muy concreto: cuando los golpistas humillaron a todos los españoles declarando su República en el Parlament, y mientras Rajoy y Sánchez esperaban a no se sabe qué para restaurar la legalidad, Inés se convirtió en la voz que de manera más digna y contundente defendió a España en aquella Cámara entregada al escarnio.

Los separatistas, maestros de la propaganda, contarán muchas milongas en la noche del jueves. Pero habrá un hecho nuevo, inesperado, incontestable. Si Inés es la más votada, querrá decir que la mayoría de los catalanes creen que la mejor opción para gobernarles es una candidata andaluza que ha concurrido con un programa saludable y sencillísimo: defender la unidad de España.

Hay nubes en el Xanadú indepe. Una lista españolista puede ganar. El líder real del golpe, Junqueras, fue derrotado y está en la cárcel. La quimera de que la independencia sería el maná ha quedado desenmascarada por el agobio económico que provocó el mero intento de ruptura. La UE y Estados Unidos han dejado claro que detestan la independencia. El temidísimo 155, el apocalipsis que abrumaba a Iceta, se ha aplicado con absoluta normalidad y pleno éxito. Las banderas españolas han asomado a las calles catalanas, algo que hace solo cuatro meses semejaba impensable. Dirán que han ganado, que el «procés» continúa, que la República se acerca… Habrá turra para rato. Pero han recibido un repaso.