La crisis aleja de nuevo la posibilidad de que el Gobierno de Melilla invierta en la recuperación del cementerio musulmán de Barcia. El compromiso adquirido por el presidente de la ciudad autónoma, Juan José Imbroda, no ha tenido reflejo en los presupuestos y la actuación vuelve a la lista de proyectos sin fecha de ejecución. Pero «después de tantos palos», el Principado dio ayer «una pequeña esperanza» al futuro del camposanto, que será incluido en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias. El presidente de la parroquia rural de Barcia-Leiján, Ricardo García-Parrondo, celebró ayer el inicio de los trámites para hacer efectivo este registro, que garantizará la protección del enclave y «nos dará opción a solicitar ayudas a la Consejería de Cultura para su conservación».

Hasta ahora, tal como recoge la resolución publicada ayer en el Boletín Oficial del Principado (BOPA), esta labor es desarrollada por la entidad rural con cargo a sus presupuestos, que también se ven mermados por la coyuntura económica. Sin embargo, afirmó García-Parrondo, en próximas fechas se contratará una persona para llevar a cabo la limpieza del entorno. Además, la parroquia rural insistirá al Gobierno de Melilla para que financie la recuperación del enclave y facilite su promoción como un recurso de gran valor histórico y cultural: «El proyecto, fijado en 200.000 euros, se les escapaba, pero el propio director general de Medio Ambiente de Melilla me dijo que siguiéramos insistiendo y eso haremos», relató García-Parrondo.

Entretanto, la inclusión del cementerio musulmán de Barcia en el Inventario del Patrimonio Cultural, que fue propuesta por el Pleno del Consejo de Patrimonio en la reunión del 20 de marzo, puede facilitar pequeñas actuaciones de conservación de las estructuras.

Único en el norte de España, este camposanto fue construido en 1937 para enterrar a los combatientes musulmanes fallecidos durante las campañas de la Guerra Civil en Asturias y hay constancia de 48 enterramientos, «en estado de abandono», constata el Principado. Protegido por una tapia de casi dos metros de altura, la entrada está enmarcada por un arco en forma de herradura y flanqueada por dos garitas.