El número de entidades islámicas inscritas en el Registro Oficial de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia se ha multiplicado por diez en los últimos quince años, según el profesor Mohammed Dahiri de la Cátedra Unesco de Resolución de Conflictos de la Universidad de Córdoba.

Este incremento es una consecuencia de la llegada de inmigrantes a España en esos años, que está cifrada en total en 5,2 millones de personas.

Dahiri ha participado en la tercera jornada del VII Congreso sobre Migraciones Internacionales en España, que se celebra en Bilbao y se clausura mañana.

Según su exposición, mientras que el número de entidades islámicas se ha multiplicado por diez, las evangélicas se han duplicado en el mismo período y las ortodoxas “también han experimentado un gran crecimiento”.

El gran incremento en el número de musulmanes en España -que se calcula en más de millón y medio en diciembre de 2011- se ha debido a los procesos de regularización y al reagrupamiento de familias procedentes, en su mayoría, de Marruecos, Argelia, Mauritania, Senegal, Malí, Egipto y Pakistán.

El profesor Dahiri también ha destacado que, según recientes estudios, los seguidores del Islam son el colectivo religioso más rechazado por los españoles, quienes lo consideran “un grupo problemático y responsable de conflictos en España y en el mundo”.

Las causas de esta percepción negativa, según ha explicado, se debe a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y del 11 de marzo de 2004 en Madrid, así como a la “memoria” de un sector de la población de mayor edad relativa a la guerra del Rif y a la Guardia Mora de la Guerra Civil española.

Durante la sesión de hoy del congreso, el Observatorio Vasco de la Inmigración de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) ha difundido datos recabados en 2011 sobre la percepción de la sociedad vasca ante la inmigración, según los cuales un 52 por ciento cree que estas personas contribuyen al enriquecimiento cultural, frente a un 23,8 por ciento que opina lo contrario.

El 57 por ciento opina que las prácticas religiosas de los inmigrantes no ponen en peligro el estilo de vida autóctono y el 61,7 por ciento no es partidario de que los extranjeros abandonen su cultura y costumbres para ser aceptados, aunque el 79,8 por ciento considera que deben esforzarse por conocer y adoptar algunas tradiciones de los países que les acogen.

Un 67,1 por ciento de los vascos estima que en el caso de que algunos aspectos de la religión o cultura de los inmigrantes entren en conflicto con la legislación local, se debe exigir su renuncia.