¿Quién se atreve a condenar a los islamistas asesinos?
Manuel Cruz.- Que la ONU condene los atentados de Nigeria contra iglesias cristianas, es lo normal. Menos normal es que esa misma condena no la asuman la Liga de Países Islámicos, la Liga Árabe, la Organización de la Conferencia Islámica y todas las múltiples y descoordinadas asociaciones de ulemas, jeques y faquíes, sin olvidar reyes y jefes de Estado. ¿Hay complicidad con las sectas radicales como la Boko Haram –cuyo significado es “la educación occidental es pecado”, para aclararnos- o Al Qaída? Sería mucho decir… Sin embargo, el recientemente fallecido rey Abdellah de Arabia Saudita llegó a decir que los fanáticos islamistas son el peor enemigo del Islam, pero con ello quería salvar su propia doctrina “wahabita” que es uno de las más radicales del orbe islámico.
La verdad es que el Islam, al no tener una autoridad religiosa única que imponga una exégesis única, puede ser interpretado libremente y, de hecho, nadie ha levantado la voz contra quienes se declaran seguidores del “teólogo” medieval Ibn Hanbal, para quien no era posible otra aplicación del Corán que la literal. Ahora bien ¿qué Corán? Bien sabemos que el texto sagrado es inamovible y que no se le puede tocar ni una tilde, pero al mismo tiempo contiene azoras y aleyas contradictorias, según el momento en que Mahoma recibió sus revelaciones a lo largo de diez años. Es doctrina generalizada que deben prevalecer las más recientes sobre las más antiguas, las más bélicas sobre las más piadosas…
El Corán habla sin rodeos de “matar” a los que atacan al Islam. Es la “yihad” pequeña en contraposición a la “gran yihad” que se refiere a la lucha interior para ser más fiel. Ahora bien, en la medida que los fanáticos consideran que el mero hecho de no “someterse” al Islam es de por sí una agresión a la religión revelada a Mahoma, se otorgan a sí mismos carta blanca para matar a los “infieles”, ya sean cristianos, ya ateos. Cierto que el el Libro sagrado de los musulmanes se ordena el respeto a los fieles “del Libro”, es decir a quienes creen en la Torá y los Evangelios, judíos y cristianos. Y también reconoce a todos los profetas de ambas Escrituras, incluido Jesús al que se venera y de quien se dice que vendrá en el “ultimo día” a juzgar a la humanidad.
Entonces ¿por qué se queman las iglesias, se persigue a los cristianos, se les asesina o se les coacciona para que apostaten al tiempo que se prohibe la libertad religiosa? Sencillamente, porque prevalece el mandato de matar al “infiel” y eso lo interpreta cualquiera que tenga una pátina de autoridad por haber pasado por una escuela coránica.
Hasta la desaparición en los años 20 del pasado siglo del Califato otomano, que durante siglos asumió la máxima autoridad política y religiosa en el orbe musulmán, podía exigírsele al califa alguna responsabilidad en los excesos que cometían sus súbditos. Pero desde entonces, la “autoridad” religiosa está diseminada y corresponde a los gobiernos de cada país asumir una cierta potestad religiosa siempre y cuando tengan como prioridad la defensa del Islam, en buena medida delegada en los doctores de la ley o “ulemas”. Pero estos teólogos pueden ser radicales o tolerantes según las necesidades del Estado al que sirven y, a su vez, generan miríadas de lo que podríamos llamar “doctorcillos” que hacen su propia prédica en las mezquitas aunque estén controladas por las autoridades civiles. Así surgió el Frente Islámico de Salvación FIS en Argelia que condujo al país a una guerra civil. Y así han proliferado los movimientos más o menos radicales que en estos días se están imponiendo al socaire del talante democrático traído por la “primavera árabe”.
La conclusión no puede ser más dramática: los gobernantes de estos países pueden sentirse más o menos amenazados por las organizaciones islamistas, que exigen aplicaciones más radicales de la “sharía”, una ley islámica formada a lo largo de los siglos mediante la mezcla de azoras del Corán y “hádices” del Profeta y que algunos teólogos modernos consideran artificial. Pero mientras no se alcen en armas y susciten una “fitna” o rebelión interna, las toleran porque saben muy bien que no tienen el monopolio de la interpretación. De esta manera, los islamistas más extremos pueden convivir con los más moderados y, de cuando en cuando, perseguir a los cristianos y matarlos en nombre del Corán… sin que ninguna otra autoridad se atreva a condenarlos y combatirlos. Cabe preguntarse hasta cuando va a durar esta situación dentro del mundo islámico. La evidencia es que, de momento, no se vislumbra ninguna iniciativa conjunta de los propios países islámicos que, en defensa de su civilización y de una interpretación más piadosa del Islam, vaya en contra de los fanáticos. Al fin de cuentas son “sus” extremistas…
Yo me pregunto por qué demonios tenemos que preocuparnos por los negros, a mi me importan tres leches los mandingas, sean cristianos o budistas, sólo me importan los blancos, y no todos desde luego.
Dios mio!!! cuanto racismo!!! cuantos disparate puede llegar a decir una PERSONA!! quien eres TU para hablar asi de NEGROS,BLANCOS,ETC..ETC..??? esa ha sido toda la educacion que a lo largo de tu vida has recivido?? pues dejame decirte que; ERES UN TRISTE Y PERDIDO RIDICULO RACISTA!! QUE NO ENCUENTRA QUE HABLAR NI QUE DECIR Y QUE ESTA SUPER FRUSTRADO Y NO SABE QUE HACER, Y DICE LO PRIMERO QUE TE LLEGA A LA BOCA!! SI NO SABES QUE DECIR DE VERDA CALLATE!! Y NO DIGAS JILIPOLLESES!!!
Por qué no condenan los atentados que cometen los islamistas asesinos? La Liga de Países Islámicos, la Liga Árabe, la Organización de la Conferencia Islámica y todas las múltiples y descoordinadas asociaciones de ulemas, jeques y faquíes, sin olvidar reyes.
no hay mas ciego que el que no quiere ver. Al no condenar esos actos automaticamente la ONU de descalifica como representante de la humanidad. No perdamos tiempo y borremonos de esa institucion caduca y podrida, Hagamos recortes donde conviene.
La audiencia nacional ??? ja, ja, ja, ja, ja….