Un funeral fantasma en un pueblo de Zamora origina un ataque más a la Iglesia
Manuel Benavides.- Es frecuente en España, en los tiempos que corremos, que francotiradores laicistas agresivos, en palabras del Papa actual, ataquen sin piedad a este o aquel sacerdote, dejen su fama y honor por los suelos, usando argumentos ficticios o manipulaciones perversas que rezuman odio e incredulidad a raudales. Ya el emperador romano Nerón acusó a los cristianos de beber sangre de niños en sus reuniones secretas. Cuando de hecho se trata de celebrar la Eucaristía y comulgar la sangre de Cristo. Ante tanto desmán de entonces, surgieron en la Iglesia los Apologistas, los defensores intrépidos de la verdad cristiana.
En el caso que nos ocupa, sin fundamento ni base alguna válida, por el simple hecho de decir misa del domingo, aplicada por una difunta de la familia Ferreras Ferreras en Manzanal de los Infantes (Zamora), como suele ser frecuente, se monta un número quijotesco que recuerda la aventura de los molinos de viento. Se habla, se repite y se escribe que se celebrara un funeral. Pues, no señor. No era un funeral. El funeral por la difunta Aurora Ferreras, que en paz descanse, ya se había tenido el lunes anterior en el pueblo, a no ser que algunos quieran los funerales a pares. En el verdadero funeral y entierro, presidido por un compañero ante la ausencia justificada del párroco, no se habló de la difunta y nadie después protestó. Pero en este caso nuestro, después de decir la misa con normalidad y mencionar por dos veces a la difunta: en el Canon y en la Oración de los Fieles, en presencia aún del pueblo, al final de la misa y dentro de la iglesia, varios hijos de la difunta y familiares empezaron a atacar al cura y a insultarlo sin más. Todos nos preguntamos el porqué. La que se dice portavoz de la familia, la señorita Lorena García Ferreras, nieta de la fallecida, dio la razón: porque no se había hablado de su abuela y el tema de la homilía no les gustó.
La primera razón no tienen validez alguna, al tratarse de una misa ordinaria, no de un funeral; y la segunda ninguna validez tiene al ser el tema de la predicación competencia del sacerdote, quien libremente elige el tema de la predicación, los domingos y días festivos, de acuerdo con las circunstancias pastorales del lugar. Él, y no otros, es el pastor de esta porción del pueblo de Dios.
Por otra parte, la homilía consistió en la lectura de una reflexión muy importante que circula desde hace algunos años ya por muchos países y comenzó en Estados Unidos a través de Internet. El análisis social que subyace a la reflexión toca puntos vitales que afectan, al rojo vivo, a los fundamentos de una convivencia civilizada y pacífica. Una pena que algunos no lo entendieran así. El título del artículo leído era: «Dijimos que estaba bien. Pero ¿está realmente bien?». Fue tomado de la publicación semanal diocesana «Día 7», de fecha 28 de agosto de 2011. Esto no es hablar de prostitutas, condones, etc, sin más. No se pueden hacer consideraciones tan superficiales en la vida.
Ya he dicho que a la difunta se la mencionó dos veces en la misa, como a todos. Por tanto, es mentira que no se mencionara.
Para terminar, creo conveniente informar de una segunda parte de este incidente lamentable que no salió en la prensa. Viene a ser la «segunda piedra de escándalo», y que la protagonizaron los mismos familiares. Al terminar la misa de Mombuey a las 12, el marido de la difunta, a quien me une desde siempre una buena amistad, se acercó a mi despacho para pagar el panteón recién comprado y el entierro. Le acompañaba su hijo mayor. Nada más entrar ellos, los demás hijos y familiares que estaban en la calle y no tenían nada a que ir, se lanzaron detrás y entraron sin permiso ni autorización en mi despacho profiriendo toda clase de insultos a gritos, creando un espectáculo bochornoso. La gente de Mombuey que salía de la misa dominical fue testigo de excepción.
Por los tanto, esta parroquia de Manzanal de los Infantes, a mi cargo desde hace 25 años y que ha sido siempre ejemplar, se siente muy dolida unánimemente por la actuación de esta familia y condena su actitud ignominiosa. El tal funeral fue un fantasma, no una realidad, y el artículo se ha convertido en un montaje ficticio amasado con mentiras, calumnias, injurias y sentimentalismos baratos contra un sacerdote inocente que cumple fielmente con su deber. La «piedra de escándalo» del título debe, en consecuencia, cambiar de nombre y de sujeto agente. El sacerdote es la víctima, no el escandaloso. Y la falta grave cometida por los agresores exige urgente reparación. Dar a cada uno lo suyo se llama en Derecho «Justicia».
(*) Manuel Benavides, párroco de Manzanal de los Infantes.
del mono salimos y al mono volvemos, la razón a algunos les quedó muy lejos, en su infancia o mirando telecirco