Can we talk about this?
El británico nacido en Australia Lloyd Newson, dirige DV8 (que en inglés suena “deviate”, desviarse) Physical Theatre desde 1986. “En contra” tanto de la “danza contemporánea” como de la “danza clásica”, DV8 –que ha ganado notorias credenciales- rechaza la abstracción y trata de darle “sentido a los movimientos”, al abordar los “problemas sociales actuales”.
Con “Can we talk about this?” –estrenado previamente en Australia y ahora en Francia, en el Teatro de la Ville de París-, Lloyd Newson demuestra que ese “this” que ha abordado trasciende lo de “problema social actual”. Es una cuestión que, desgraciadamente, se revela crucial.
El espectáculo –de una hora y un poco más de duración, donde cada minuto es excepcionalmente intenso- comienza con una pregunta, cuyo autor es el escritor británico Martin Amis: “¿Se siente usted moralmente superior a los talibanes?” Que levanten la mano entre el público los que así se sienten… El bailarín-actor (en esta pieza sus once intérpretes necesitan de ambos oficios, asi como de otras habilidades) pasa a recordar las atrocidades cometidas por los talibanes, incluso contra los animales.
Lloyd Newson ha entrevistado para conformar su obra a 48 personas: políticos, luchadores y activistas por los derechos humanos y de las mujeres musulmanas abusadas, periodistas, escritores, profesores, islamistas diversos. Sus textos exactos son dichos por los bailarines, quienes así los interpretan en tanto “personajes”. Con frecuencia se produce una confrontación entre éstos, desde una estructura dialógica.
Por ejemplo, entre el escritor Christopher Hitchens y la política británica Shirley Williams que, en debate con el primero, se opuso al ennoblecimiento de Salman Rushdie ya que ello “constituía una ofensa para los musulmanes del mundo entero”. También, entre la ex musulmana Ayaan Hirsi Ali (que desde Holanda tuvo que asilarse en los Estados Unidos) con un islamista. Hirsi Ali lo conmina diciéndole que le refute si no es siguiendo al Corán que ella haya sido amenazada de muerte. O entre otro islamista y Usama Hasan, imán y al mismo tiempo científico, que en un tiempo había sido integrista pero un buen día se le ocurrió publicar un artículo donde intentaba demostrar la compatibilidad de la teoría de la evolución de Darwin con el Corán. Su “ocurrencia” la pagó con las consabidas amenazas a su vida.
Además de los ya citados, se recurrió, entre otros, a: Roy Brown (diplomático en el Consejo de Derechos del Hombre en la ONU en Ginebra, quien lucha contra las imposiciones de la Organización Islámica Internacional en materia de censura y quien advierte cómo el objetivo es la implantación universal de la Sharia, la ley islámica); Ray Honeyford (ex director del Colegio Drummond en Bradford, Gran Bretaña, quien en 1985 fue obligado a renunciar acusado de “racismo” pues expuso en varios escritos el fracaso del multiculturalismo de estado); el conocido anti-multiculturalista británico Pat Condell; el propio Salman Rushdie, por medio de una entrevista donde expone los peligros del “relativismo cultural”; Theodor Holman (representante y mejor amigo del asesinado por un islamista Theo van Gogh, por su filme “Sumisión”, co-escrito con Hirsi Ali); los islamistas que protestaron contra la visita a Londres del político holandés Geert Wilders, autor del filme anti-islamista “Fitna”; o Flemming Rose, redactor jefe del diario danés “Jyllands Posten” que publicó las caricaturas en cuestión…
Junto a los textos, se despliegan videos que constituyen una valiosa documentación (las manifestaciones contra Rushdie; los gritos lacerantes de “Alá es el más grande”; fragmentos del filme “Una mezquita clandestina”; hasta llegar a la reciente intervención del primer ministro británico David Cameron donde reconoce el fracaso del multiculturalismo), como lo es en sí esta, hay que decirlo, valiente obra.
La danza, precisa y fuerte, es de una asombrosa eficacia. Lloyd Newson ha sabido hallar una suerte de gestualidad ilustrativa de los “personajes”. Por ejemplo, los que son “políticamente correctos” y partidarios del multiculturalismo se mueven como autómatas, inconscientes e ingenuos, movidos por hilos que desconocen.
El crescendo y la intensidad de la reflexión que se suscita, son sin embargo dados por los parlamentos y el material fílmico. La labor en tanto guionista de Newson se revela acendrada y poderosa. Eventualmente, el espectáculo pudiera convertirse en un filme.
El libreto se ordena cronológicamente. Se inicia con Bradford, en 1985. Se pasa a la fatwa contra Rushdie por sus “Versos satánicos”, al asesinato de un editor suyo y de un traductor; a que 37 artistas turcos fueron quemados vivos por 10 000 islamistas; a los asesinatos de otros artistas y escritores árabes. Es sobrecogedor y espantoso. Newson utiliza hojas que remiten a fotos que van cayendo para señalar sus muertes, ya que “ofendieron a Mahoma”.
Luego, al asesinato de Theo van Gogh por el filme “Sumisión” (por otra parte, se recordará que Islam significa sumisión, para todos). El testimonio de su productor y amigo hiela la sangre. Se le cortó tres o cuatro veces la garganta. Van Gogh (descendiente del pintor) pidió, en holandés: “Piedad”. “Can we talk about this?” ¿Es que no se escuchó cómo pedía piedad? Lo expresado por Ayaan Hirsi Ali es desgarrador. Relata cómo Van Gogh le pidió añadir su nombre al de ella en los créditos: “Si yo hubiese sido testaruda con él, oponiéndome, hoy estaría con vida”.
Flemming Rose aduce que no se puede señalar como causa de violencia y de las muertes que provocaron, a unas caricaturas. Lo que produce violencia y muerte son quiénes las ejecutan. “Hay gente para quienes una caricatura vale más que una vida humana”. Como también se precisa respecto de un libro, un libro, en el suceso del pastor “iluminado” de la Florida que quemó un Corán. Sin embargo, cientos de biblias son quemadas en los países musulmanes y, ¿qué pasa?
Que la “diversidad del multiculturalismo” conlleve una libertad de expresión es un “pensamiento que ellos no aceptan”. “Ellos deben aceptar la libertad de expresión de nosotros”.
Otro momento álgido es cuando un documento fílmico muestra: “Oh, Alá, danos otro 9/11 en Irak”.
En relación a Geert Wilders, se establece que esos 10 000 “musulmanes en cólera” que le impidieron entrar en Gran Bretaña, atentaron contra una sociedad libre. Pero “uno se congratula que las gentes sean reducidas al silencio”. “Libertad, en nombre de Alá, vete al c…”
Por la otra parte, se deconstruye prolijamente a los islamistas. Particularmente elocuente el relato de alguien que conoció a una niña de once años en Bangladesh a quien le gustaba cantar. Su padre se lo impidió, porque “solamente los hombres cantan”. La niña no entendía el por qué. El testigo expresa que no se puede culpar a la niña de su deseo de cantar porque un occidental le dijo al oído que ese era su derecho. No, no, la niña nunca había estado en contacto con occidental alguno. Los deseos humanos son universales.
Se fustiga a la denominada “islamofobia” en su manipulación y al intento de que la Sharia se acepte en Gran Bretaña, sobre la que se ha pronunciado favorablemente hasta el arzobispo de Canterbury.