Según una investigación de 2025, una empresa china llamada Quick Laser (con sede en Suzhou y dedicada a tecnología para la industria metalúrgica) ha admitido tener a Zapatero en nómina como consultor para expandir sus intereses en Europa.

Esa empresa abrió en 2024 un “Centro de Marketing en Europa” y el acto de inauguración lo presenció el propio Zapatero, junto con altos cargos chinos y antiguos miembros de su entorno.

Al mismo tiempo, Zapatero fundó un lobby llamado Gate Center, presentado como plataforma de cooperación China-Europa. Al parecer, parte del dinero que lo financió venía de empresarios chinos; uno de ellos, Fangyong Du -investigado por el servicio de inteligencia español-.

A través de estas estructuras, Zapatero ha mantenido contactos recurrentes con dirigentes del régimen chino, participado en ferias de negocio en China y facilitado acuerdos de empresas chinas en Europa, lo que para muchos supone un uso de su influencia política al servicio de intereses privados.

Las críticas principales a Zapatero giran en torno a los siguientes aspectos:

Conflicto de intereses: que un ex-presidente que tuvo responsabilidades de Estado pase a ser intermediario/lobbista para empresas de un país con régimen autoritario —y que puede estar en competencia con intereses europeos — genera dudas sobre ética, transparencia y lealtad institucional.

Opacidad del lobby: según las investigaciones, el Gate Center tiene una estructura poco clara: como asociación (no fundación) no está obligada a rendir cuentas públicas de sus ingresos y gastos, lo que dificulta rastrear qué intereses representa realmente.

Relaciones con regímenes autoritarios: no sólo China, también los vínculos anteriores de Zapatero con gobiernos poco democráticos —por ejemplo en América Latina—, alimentan críticas de quienes consideran que su papel como intermediario compromete valores democráticos.

Influencia sobre política exterior actual: para algunos, la presencia activa de Zapatero en asuntos China-España podría condicionar las decisiones del actual gobierno como si, sin ser cargo público, estuviera marcando la política comercial y exterior del país.

El principal partido de la oposición ha pedido explicaciones al gobierno sobre la adjudicación de contratos sensibles —como los de la empresa tecnológica Huawei— argumentando que esos contratos podrían deberse a los vínculos de Zapatero con empresas chinas.

El Gobierno actual se ha negado a valorar públicamente estos negocios, invocando el “respeto institucional” hacia los ex presidentes.

Algunos diplomáticos europeos han expresado su preocupación por lo que describen como un “activismo inquietante” de Zapatero en China, advirtiendo que, aunque no ocupa cargo oficial, su influencia y mediación en acuerdos bilaterales entre empresas podría comprometer los intereses europeos ante los riesgos de alinearse con regímenes autoritarios.

En conjunto, los negocios de Zapatero con China han despertado suspicacias porque combinan el uso de su prestigio como ex-jefe de Gobierno, la intermediación entre empresas chinas y europeas, y estructuras con baja transparencia. Para críticos, esto representa un modelo de “puerta giratoria” que socava la confianza ciudadana, pone en riesgo la independencia de la política exterior española y plantea problemas de legitimidad ética.