Ignacio Andrade.- El asesinato de Charlie Kirk es un recordatorio brutal de que la libertad de expresión no implica ausencia de consecuencias, pero también de que la violencia política es la derrota de la democracia. Para la izquierda, es una prueba de fuego moral: ¿se defiende la dignidad humana universal, o solo la de quienes comparten convicciones propias?

Porque si se permite que la indignación contra ideas se convierta en odio hacia personas, si se admite que la muerte de un adversario sea motivo de regocijo—aunque sea en tono “humorístico” o “irónico”—entonces ya no estamos solo en un combate político: estamos en la profundización del abismo que amenaza con tragarnos a todos.

El asesinato de Charlie Kirk en Estados Unidos no es un suceso lejano. Es un espejo. Y en ese espejo la izquierda española aparece desnuda, con todas sus miserias expuestas: doble rasero, hipocresía y una incapacidad brutal de condenar la violencia cuando la víctima no encaja en su relato.

Mientras algunos progres de medio mundo se han reído de la muerte de Kirk, aquí se ha optado por el silencio. Silencio cómplice. Silencio cobarde. Silencio que grita más fuerte que cualquier comunicado. Porque la izquierda española es rapidísima cuando el agredido es de los suyos, pero cuando el muerto es un conservador incómodo… entonces la “solidaridad” desaparece.

El doble rasero de siempre

Si la víctima es de izquierdas: minutos de silencio, trending topics, portadas llorando por la democracia.

Si la víctima es de derechas: silencio, sarcasmo, relativismo o directamente celebración en foros y redes.

Esa es la verdad incómoda: la izquierda española solo defiende la dignidad cuando le conviene. No son valores universales, son intereses de parte.

La máquina de odio que señalan… pero también alimentan

La izquierda lleva años señalando a Vox y al PP de “generar odio”. ¿Y qué hace mientras tanto? Demonizar, caricaturizar, deshumanizar a todo el que no piensa como ellos. ¿Resultado? Cuando un adversario cae bajo las balas, ya no parece tan grave. Se vuelve casi comprensible, casi justificable. Ese veneno retórico no es inocuo: abre la puerta a legitimar la violencia.

PSOE y Sumar: el silencio de los cobardes

Ni el Gobierno ni sus socios se atrevieron a condenar con claridad el asesinato de Kirk. Prefirieron callar, no molestar, mirar hacia otro lado. Esa cobardía es un regalo para la derecha, que con razón les acusa de hipocresía moral. Pero más allá de la táctica política, es una señal peligrosa: ¿qué clase de demócratas son los que solo lloran a los muertos si son de su bando?

 La izquierda se quita la careta

La izquierda española debería haber sido la primera en gritar “no a la violencia política”. No lo hizo. Y con su tibieza ha demostrado que no cree en la democracia como principio, sino como instrumento.

La muerte de Charlie Kirk es un aviso: si seguimos permitiendo que se celebre la violencia contra los “enemigos ideológicos”, mañana nadie estará a salvo. La izquierda española debería elegir: o condena la barbarie venga de donde venga, o acepta que ya no defiende valores, sino solo su secta.