Los tatuajes del alma
En España los tatuajes han experimentado un notable auge en popularidad, convirtiéndose en una forma de expresión cultural cada vez más aceptada. A pesar de esta creciente aceptación, persiste cierta estigmatización en algunos sectores, especialmente en el ámbito laboral.
A nivel mundial ocupamos el sexto país con mayor número de personas tatuadas. La edad en la que los españoles se deciden por que alguien escriba o dibuje algo en su piel está entre los 21 y los 26 años. Su precio oscila entre los 25 y los 350 €. Alrededor del 40 % de la población española, se ha realizado por lo menos un tatuaje en su vida. Nos supera Italia con un 48% de la población tatuada.
Se calcula que el mercado global de eliminación de tatuajes crezca de 4.340 millones de dólares en 2023 a más de 14.000 millones de dólares para 2030. Un costoso arrepentimiento.
Sin embargo existen tatuajes de imposible eliminación. Son aquellos que la vida dibujó en tu alma. Me refiero a las experiencias, cicatrices emocionales y huellas profundas que la vida deja en nosotros. Esos tatuajes son involuntarios y gratuitos, nada antiestéticos e imposibles de ser diseñados por artista alguno y por supuesto imborrables, indelebles… .
Las personas con tatuajes exteriores, según la psiquiatría, presentan un alto predominio de trastornos de la personalidad . En el estudio de referencia de Ferguson-Rayport, Griffith y Strauss “el 10 % de las personas con tatuajes padecía esquizofrenia y el 57 % un trastorno de la personalidad”.
Hay quien pueda entender que los tatuajes aumentan el atractivo sexual de la persona tatuada. Por el contrario las marcas en cara y manos pueden tener repercusiones sociales y profesionales graves. Pueden asociarse en hombres con estereotipos como la delincuencia, cumpliendo una significación simbólica, por ejemplo, para los miembros de la Mara Salvatrucha y para muchos otros grupos criminales.
No necesariamente han de coincidir los tatuajes del cuerpo con los del alma. De ser así andaríamos todos portando una geografía corporal de dibujos inexplicables del arte más abstracto que pudiera imaginarse y obligados a dar las más tediosas explicaciones del por qué te tatuaste en el pecho la imagen de Pedro Sánchez, o la oronda cara de Koldo o la del exministro Ábalos.
Menos mal que esas figuras únicamente están tatuadas en el alma y ahí permanecerán para siempre acompañadas de muchas más, para no olvidarlas y te vayas enterando.
Estamos ante una tendencia de indudable mal gusto estético para unos y de arte y de reafirmación personal para otros. Sigo prefiriendo los tatuajes del alma, aquellos que son invisibles, unos buenos y positivos y otros malos, que nos recuerdan fantásticas experiencias emocionales, así como otras indeseables ocurridas en cada vida.











