AD.- El caso del taxista, veterano del ejército, detenido con extrema diligencia por una Guardia ya más bolivariana que Civil, nos retrotrae a aquella Rusia de 1917 donde 7000 bolcheviques esclavizaron a 100 millones de rusos durante más de 70 años, a base de hambrunas, fusilamientos, deportaciones y confinamientos siberianos.

Las mayores atrocidades bolcheviques se disfrazaban entonces como la legítima defensa que ejercía un régimen celestial contra sus infernales y desvergonzados enemigos contrarrevolucionarios. Por esa misma razón, el caso del taxista disparando jocosamente sobre unas dianas con las fotografías de la plutocracia gubernamental, nos recuerda cómo las gastaba el Soviet Supremo de la URSS con los que osaban ridiculizarlos. El encono mostrado contra el gamberrete, las penas descomunales que pide la fiscalía de la nomenklatura por -dicen- “magnicidio en grado de tentativa”, nos parece una boutade muchísimo mayor que la del taxista, calvete y barrigón, dándole gusto al gatillo contra un fotoshop.

Que sean los mismos comediantes que han dejado morir de coronavirus, de pena y soledad a más de 15000 ancianos; que sean los mismos que, como el sumo sacerdote del Templo de Jerusalén, se rasguen hipócritamente las vestiduras por un comportamiento que consideran ahora inaceptable y violento, nos produce dentera. Son los mismos que han dejado de investigar la autoría de más de un centenar de crímenes de la ETA, a los que les importa un pimiento lo que traía en sus maletas la bolivariana Delcy Rodríguez, ni quién autorizó su entrada. Son los mismos que taparon los abusos sexuales en los centros de menores tutelados por el Estado, los mismos que compraron los tests de covid defectuosos y ahora lloriquean ahora al ver sus caritas de papel destrozadas por unos perdigones. Si hubieran puesto el mismo empeño y el mismo celo profesional en asumir sus responsabilidades, este sería un país bien distinto, no un puticlub barato para que hocen y vomiten alcohol los borrachos degenerados de media Europa.

Son los bolcheviques de medio pelo que pactan con terroristas, arreglan sus permisos, los acercan a sus casitas con diputados que se saltan las reglas que imponen a los demás, y así poder viajar y ver a sus compadres en una comodísima cárcel. Por cierto, los mismos asesinos que ejecutaron vilmente a Miguel Ángel Blanco…

El “Chepas” Pablenin diciendo en 2010 que disfrutaría viendo como mataban a tiros a los de PP y ahora vicepresidente del Gobierno que protege a los narcodictadores bolivarianos. Los dirigentes del PSOE que en 2015 guillotinaron a Rajoy en una “performance”, ahora diputados electos y aforados. Y a este malagueño que ha pensado gastar una broma dando la cara y que no ha hecho nada que otros no hayan, alguna vez, al menos imaginado, le van a buscar la ruina.

Mientras tanto, los verdaderos terroristas, asesinos y traficantes son custodiados en sus señoriales palacetes por los mismos que deberían detenerlos de oficio, de ese mismo “oficio” con el que han sacado de la circulación al regordete tirador. Sin embargo, son esos mismos que deberían defendernos de los maleantes los que, por cuatro duros y una miserable jubilación, se venden cual manceba.

El haz de lictores, símbolo de la autoridad y de la ley debería ser diligentemente sustituido por la estrella roja del KGB. La espada les es común… para seguir cortando cabezas por orden del Soviet Supremo que ahora habita en la Moncloa.