Por José L. Román.- Bajo el título: “Cría cuervos como Trump”, leo el artículo de Isabel San Sebastián publicado con fecha 24 de enero de 2017, desde donde dispara con postas contra el presidente estadounidense Donald Trump:

“Toda su campaña se ha basado en atacar: a la clase política, a los inmigrantes, los hispanos, los musulmanes, los empresarios que cierran fábricas o los países miembros de la Unión Europea deseosos de seguir juntos. Su discurso de investidura, veinte minutos de vómito ultranacionalista trufado de mesianismo medieval (“Dios nos protege”) fue un ataque visceral a todo lo foráneo, presentado como peligroso y hostil a la patria (…)”.

Creo que esta escritora y tertuliana, siempre visiblemente amargada, debe tener algún motivo personal que no menciona, cuando ataca de una forma tan visceral al nuevo presidente norteamericano, sin tan siquiera otorgarle el beneficio de la duda.

Vamos a ver, señora, ¿desde cuándo invocar a Dios en un discurso de toma de posesión como presidente de una nación a la que se ama y se está dispuesto a servir, es trufar la oratoria de “mesianismo medieval”? ¿Desde cuándo intentar cumplir con lo prometido en campaña, puede ser después criticado por alguien como usted, defensora de los resultados que arrojan las urnas tras unas elecciones democráticas? ¿Desde cuándo?

Hacía tiempo que en un periódico monárquico y de derechas, no leía tanta ignominia y tanta deposición maloliente. Menosprecia al recién nombrado presidente norteamericano, y compara su política nada menos que con la de Monedero y Pablo Iglesias. Debe ser que no le ha gustado a usted nada, que tras jurar su cargo con la mano en la Biblia, el presidente Trump ordenase como primera medida, retirar las subvenciones con fondos federales a organizaciones defensoras del aborto criminal. O sea, garantizar al hijo concebido y no nacido, el derecho sagrado que tiene a nacer.

Lanza usted un mensaje sesgado cargado de intención. Por favor, no intente confundir a la opinión. El presidente Trump no ataca a la clase política en general; ataca a los que solo saben vivir de la política; corruptos y sinvergüenzas, y a todos los que sin formación académica ni oficio –como desgraciadamente sucede en España-, parasitan en la ubre del Tesoro Nacional a costa del sudor, el esfuerzo y el sacrificio, de los sufridos contribuyentes. A esos ataca.

Tampoco ataca a los inmigrantes en general como usted señala; ataca a los ilegales delincuentes que entran en los EE.UU. para atentar, robar, ejercer el narcotráfico, asaltar domicilios, violar, y asesinar a personas indefensas, a las que el Estado tiene la imperiosa obligación de proteger.

No es cierto que Trump ataque a los hispanos. Eso es rotundamente falso y a mí me duele sobremanera. Eso es literalmente mentira. Prueba de ello, es que los hispanos honestos y decentes que viven por millones en EE.UU., le han respaldado mayoritariamente otorgándole su confianza mediante el voto, porque están en contra de los ilegales que vienen a delinquir y a contaminar la vida de los que ya se han integrado y la de sus familias, poniendo en peligro su trabajo y bienestar conseguido después de años de esfuerzo y de sacrificio.

Dice usted que Trump también ataca a los musulmanes. Y lo dice usted visiblemente afectada; me da la impresión que hasta con un profundo pesar, como si las razones esgrimidas por el hoy presidente norteamericano no estuviesen más que justificadas. Dígame, ¿se le ha olvidado a usted lo sucedido en Atocha, Paris, Bruselas o Berlín?

Desde las mezquitas, subvencionadas muchas veces por los gobiernos democráticos, se adoctrina para luchar contra los que consideran infieles. Todos sabemos, y usted también, que los musulmanes no se integran; que intentan imponer sus postulados por encima de las costumbres, tradiciones y derechos, de aquellos que no pensamos como ellos. Los musulmanes alteran nuestra convivencia por su forma de vida. Con familias numerosas, y so pretexto de hallarse en riesgo de exclusión social, no necesitan trabajar, acaparan la mayor parte de los presupuestos para ayudas sociales y públicas ¿Acaso niega usted la evidencia, de que con la entrada de refugiados e ilegales, los crímenes y violaciones se han cuadruplicado en la Unión Europea, y se están dando en países europeos donde antes nunca pasaba nada?

También dice usted que Trump ataca a los empresarios, sin embargo, omite con mala intención a qué empresarios se refiere el presidente, cuando se dirige a aquellos que echan el cierre en sus empresas condenando a los trabajadores estadounidenses al paro y a la miseria, para trasladar sus sedes y abrirlas después en países con jugosas exenciones fiscales donde se les permite pagar sueldos de miseria, para a continuación querer de nuevo introducir y vender esos productos en los EE.UU.

Dice también usted que Donald Trump “ataca a los países de la Unión Europea que quieren permanecer juntos”. Pero señora, ¿acaso no ha sido la Unión Europea la que ha permitido que Reino Unido permaneciese en esa unión, a la carta, y sin el euro como moneda, hasta la llegada del brexit? ¿No ha sido en el Parlamento de Estrasburgo donde se ha recibido al terrorista Otegui, como si de un héroe se tratara? ¿Ha movido quizá la Unión Europea un solo dedo para que se cumplan las resoluciones de la ONU sobre Gibraltar, para que España recupere la plena soberanía sobre el peñón? ¿Acaso no es la Unión Europea la que se autodestruye así misma, permitiendo los guetos musulmanes sin ningún tipo de control, perdiendo así su propia identidad? ¿Acaso no ha sido la Unión Europea la que ha reducido a España, después de destruir nuestra industria pesada, nuestra flota pesquera y naval, nuestra agricultura y ganadería, a un país de camareros? ¿Acaso no han sido durante años algunos países europeos, santuarios de terroristas etarras? ¿Acaso no ha sido Francia durante muchos años, la que ha permitido que sus agricultores quemaran nuestras exportaciones agrícolas en la frontera con España? ¿No fue el presidente socialdemócrata sueco Olof Palme, quien con una hucha en la mano recaudaba donativos para ETA? Dígame, ¿acaso vino a España algún mandatario europeo tras el atentado de Atocha o tras los múltiples atentados monstruosos de la banda terrorista ETA, tal y como hicimos nosotros después de los atentados islamistas contra el semanario francés Charlie Hebdo, Bruselas o Berlín?

Es público y notorio que desde Bruselas, se han secundado las guerras propiciadas por Bush, Clinton y Obama en lugares como Libia, Iraq o Siria, y que Europa abría sus fronteras a refugiados que huyen de esas guerras, mientras países riquísimos como Arabia Saudita o Kuwait, de la misma religión que los refugiados, se han mantenido al margen de ese éxodo masivo.

Todo esto hay que solaparlo, a que los países representados en Estrasburgo emplean millones y millones de euros de fondos europeos en subvencionar el aborto libre y gratuito, la ideología de género, el cambio de sexo en la sanidad pública, la movilización de grupos homosexuales y feministas con el objetivo de atacar nuestra moral, encanallar y envilecer a nuestros jóvenes, y, en definitiva, con el fin de acabar con la familia tradicional y nuestra civilización cristiana y occidental.

Dígame, ¿cómo puede escandalizarse usted por los ataques de Trump “contra países de la Unión Europea que quieren seguir juntos”, cuando ha sido precisamente la Unión Europea a través de su Tribunal de Derechos Humanos, la que hirió de muerte a España dictando una sentencia, para poner en libertad a los terroristas más sanguinarios de la ETA, violadores, asesinos en serie y narcotraficantes?

A usted lo que realmente le molesta, aunque lo diga, es que, al contrario que los farsantes políticos españoles y los del resto de la Unión Europea, Donald Trump cumple lo que promete. Usted no admite las políticas que defiende Trump, y que tienen que ver por ejemplo: con la ideología de género; con atender a “nuestros hijos primero”; las que tienen que ver con un rearme moral de nuestros pueblos; y las que también tienen que ver con la defensa de nuestras tradiciones cristianas. Por eso tacha esas políticas de populistas, e intenta confundir a la opinión haciendo creer a los españoles, que Donald Trump y Pablo Iglesias son la misma cosa.