José Andrés García Feito.- Espectáculo periodístico lamentable el de la noche del 23 de octubre en La Sexta, protagonizado por Ana Pastor entrevistando a Elena Valenciano, al hilo de la resolución del Comité Federal del PSOE en Ferraz, acordando éste la abstención que el grupo parlamentario socialista emitirá en la segunda votación del proceso de investidura en Las Cortes, la que dará salvo cataclismo o enajenaciones mentales de última hora, la opción de formar gobierno al estratega Mariano Rajoy.

En primer lugar, esta periodista no estuvo por lo visto en clase aquel día que en la Facultad hablaban sobre comportamientos básicos del entrevistador ante el entrevistado en un programa no de opinión, que lógicamente pasan fundamentalmente por dos premisas: No tomar parte ideológica de forma pasiva o emitiendo juicios de valor y no quitar el protagonismo de la entrevista al que deber ser el protagonista, el entrevistado.

La señorita en cuestión se pasó por el forro esas premisas y además, con ese carácter judicial que le caracteriza, el que quizás denota una gran frustración por no haber dirigido su profesión a la judicatura o a la fiscalía pública, se dedicó toda la entrevista a poner contra las cuerdas gratuitamente a Elena Valenciano, atropellando argumentos y contestaciones a las preguntas formuladas al estilo ametralladora, esto no tiene valor periodístico alguno, esto es jugar a jueces y acusados en TV.

En ese afán de interrumpir cada retorno de la entrevistada y no escuchar nada, también resultaba muy reiterativa y cansina en la formulación de las cuestiones a las que muy educada y pacientemente, Elena Valenciano seguía contestando y la otra no cogía ni la mitad de la mitad, no sé si porque es sorda o porque siendo muy buena en el spanish speaking, resulta ser nefasta en el spanish listening o ambas cosas.

Señorita Pastor, ser una buena periodista de TV no consiste solo en ser mona y parecer muy agresiva en las entrevistas, usted no es la protagonista, deje hablar y no interrumpa al entrevistado, tampoco lo bombardee con preguntas muy seguidas sin darle la oportunidad de contestarlas una a una y pisándole las palabras.

En cualquier caso, resulta ser muy poco elegante ir de listilla y eclipsar la imagen de la persona entrevistada en detrimento del interés de la audiencia con puro exhibicionismo de periodismo agresivo sin fundamento. Se puede ser agresivo sin necesidad de machacar al interlocutor, pero de esto todavía no se ha enterado Ana Pastor, tiempo ha tenido.

Tuvo mucha suerte la periodista de dar con una persona con una paciencia y diplomacia de hierro, de lo contrario, el programa le podía haber reventado en las manos, si fuera en directo, que no lo sé.

Por último y quizás lo más penoso de todo, es esa elocuente inquietud e indignación meridiana, esa contrariedad patente de la presentadora hacia la decisión adoptada por el PSOE de cara a la votación de investidura. En una actitud recriminadora hacia Elena Valenciano, parece hacerla culpable del acuerdo rubricado por el comité federal de su partido, si es que hubiera que buscar culpable o algo ilícito de tal evento para asociarlo a un responsable. La vehemencia mostrada en la búsqueda de respuestas a la indignación de la periodista mostrándose claramente adepta a las posiciones sanchistas y su PP-fobia manifiesta, la retrataban políticamente y esto es lo último que puede traslucir un periodista en una entrevista, que no un programa de opinión.