Calle de Helsinki.

Sigfrido.- En las postrimerías del siglo XIX, el gran pensador regeneracionista Ángel Ganivet, escribió sus célebres “Cartas finlandesas”, un texto en el que plasmaba sus impresiones acerca del entonces Gran Ducado de Finlandia, después de haber ocupado el puesto de cónsul español en Helsingfors, nombre oficial de Helsinki en aquella época, y que hoy en día comparte cooficialidad con el nombre de “Helsinki”, siendo la segunda la versión finesa del nombre de la capital de Finlandia y la primera la versión sueca. He preferido postponer durante unos días la lectura de la obra de Ganivet, ya que de esta manera, las impresiones que me he formado sobre Finlandia tras mi estancia de una semana en el país nórdico, y que reflejaré en estas líneas, no se verán mediatizadas por las reflexiones del texto del gran autor granadino.

Siempre he sostenido que cuando uno viaja no debe hacerlo jamás como una maleta o como un semoviente, algo que por desgracia es tan habitual en estas épocas de turismo borreguil y adocenado, por lo que a pesar de que yo ya conocía bastantes datos sobre Finlandia, la más oriental de las naciones nórdicas, decidí leerme poco antes de emprender mi viaje, una Historia del país escrita por el autor inglés David Kirby, quién en apenas 350 páginas describe muy bien la historia política de “Suomi”, que es el nombre finés del país. Es un libro que recomiendo encarecidamente, y que la editorial Akal publicó hace muy pocos años en español. Fue la mejor manera de aprovechar el viaje en el Alvia que hice desde la verde Galicia a Madrid para tomar el avión.

La noche previa a mi partida tuve un curioso encuentro en el bar del hotel de Barajas en el que me alojaba, mientras me disponía a cenar. Dos vascos bastante dicharacheros que estaban bebiendo whisky, entablaron conversación conmigo. Partían para Trípoli al día siguiente. Resultaron ser miembros de un equipo de seguridad encargados de negociar el desarme de los clanes o tribus libias para entregarlas al gobierno de ese país. O lo que es lo mismo; mercenarios que colaboraban con operativos del ejército español y de la OTAN. Como los mercenarios clásicos de los años 50, eran buenos bebedores, gente desenfadada y de buen fondo. Me contaron que habían perdido a un compañero en una acción armada que tuvo lugar en la caótica Nigeria de hace un año. Recuerdo que uno de ellos dijo que “Con Gadaffi las cosas estaban mucho más tranquilas en Libia”,y que “los negros y los moros eran incapaces de administrar en condiciones sus países”. Fue un encuentro de lo más interesante, sin la menor duda.

Tras haber tomado mi avión con destino Helsinki, en un vuelo directo de Finnair, una excelente compañía por cierto, llegué a la pequeña capital nórdica. El aeropuerto, de tamaño intermedio, me dio una muy buena sensación tanto por su limpieza como por la perfecta organización del mismo. No fue peor la impresión que me produjo el Hotel en el que me hospedé, el Radisson Blu Plaza, que se encuentra en pleno centro de la ciudad, a pocos metros de la estación de ferrocarril. Si alguien está interesado en visitar la capital de Finlandia, le recomiendo alojarse en él.

Helsinki es una ciudad de aproximadamente 550.000 habitantes, aunque si añadimos las zonas suburbanas, la población de ésta aumenta a casi un millón, lo que supone casi el 20% del total de una nación cuya población no es muy superior a los 5 millones y medio de habitantes.

Un lugar que merece la pena visitar, es la plaza del Senado, flanqueada por dos edificios oficiales de estilo neoclásico, siendo uno de ellos el histórico senado finlandés, que fue el órgano político más relevante durante el periodo de dominación rusa. Al fondo de la plaza, y sobre unas grandes escaleras se erige la catedral luterana, también de estilo neoclásico. En el centro de la plaza se emplaza una estatua del zar Alejandro II, cuya figura es muy querida en Finlandia, al igual que la de la mayor parte de los zares rusos decimonónicos. Esto puede sorprender a muchos, pero no resulta extraño si se tiene en cuenta que Finlandia, tras haber sido arrebatada por Rusia a Suecia en 1809, en el curso de las guerras napoleónicas, gozó de una autonomía muy generosa durante el periodo de dominio ruso, habiendo sido muy sagaces los rusos en su relación con el pequeño gran ducado. De hecho, en aquellos tiempos el ruso no se estudiaba como lengua oficial en las escuelas o en los institutos, puesto que las lenguas oficiales eran como ahora el sueco y el finés, que en aquella época empezaba a ser una lengua culta, gracias al resurgimiento del movimiento nacionalista finés.

Finlandia es un país caro. Hay que tener en cuenta que el salario medio de un finlandés varón es de 3500 euros al mes, y el de una finlandesa de 3000 euros. Los trenes son especialmente caros, y lo mismo ocurre con los restaurantes. Sin embargo, las casas son muy baratas. De hecho, en términos absolutos una casa en Finlandia es más barata que en España. Incluso la ropa no es nada cara, como pude comprobar en Stockman, los grandes almacenes de más categoría en Helsinki, y que serían equivalentes al Corte Inglés, aunque con una calidad y un nivel algo superiores. La ropa que allí se vendía, estaba más o menos al mismo precio que la que se vende en el Corte Inglés.

Pero si bien es verdad que los transportes, en especial el tren son muy caros, no es menos cierto que la limpieza y la calidad de funcionamiento de los mismos es excelente. Lo mismo pasa con los restaurantes. Allí, las propinas no existen. Uno sólo paga el contenido de la factura, e incluso la propina voluntaria se considera como algo un tanto “degradante” para los camareros.

Finlandia es un país muy rico, muy dinámico y muy moderno, y simultáneamente muy respetuoso con sus tradiciones. En Finlandia no se ven construcciones horteras y de mala calidad como en España, y desde luego, su PIB no depende tan lamentablemente del turismo, o de los grasientos bares. Las empresas metalúrgicas, de alta tecnología y las informáticas, son los buques insignia del país.

Otro dato muy significativo es que Finlandia es el país en el que la gente lee más, algo que sin duda tiene mucho que ver con el hecho de que tenga el mejor sistema educativo del mundo.

Y estos datos resultan francamente impresionantes, teniendo en cuenta que Finlandia nunca fue una nación independiente hasta 1917, cuando los finlandeses blancos derrotaron a las hordas rojas y proclamaron su independencia de la Rusia bolchevique. Desde que el territorio fue colonizado y evangelizado por los suecos en la Alta Edad Media, este país fue la región más pobre de Suecia, y su infraestructura económica muy precaria, lo cual es muy lógico en una territorio con un clima tan inclemente y unas condiciones de supervivencia tan duras, especialmente en el interior. Sí que es cierto que en esta nación siempre hubo una intensa vida comunitaria, y una gran ansia por el estudio, sobre todo en el ámbito de las comunidades luteranas.

Mujeres finlandesas.

La gran mayoría de los finlandeses son luteranos, aunque como ocurre en el resto de Europa, la mayoría de ellos sólo lo es nominalmente. Después, existe una minoría de cristiano-ortodoxos, sobre todo en la Carelia finlandesa. Yo recomiendo mucho visitar además de la catedral luterana de Helsinki, en cuyo interior neoclásico hay estatuas de los reformadores Michael Agricola, de Melanchton y de Lutero, la catedral Uspensky, de culto ortodoxo, que es una bella construcción muy próxima al puerto. Los católicos son realmente minoritarios. Asistí el domingo a una misa celebrada en una iglesia ubicada en el exclusivo barrio de las embajadas, y allí la práctica totalidad de los asistentes éramos europeos, con la excepción de un par de filipinos. Por el contrario, y según me han dicho algunas personas, hay una iglesia católica de Helsinki bajo el control de los popularmente conocidos como “kikos” o neocatocumenales, en la que la gran mayoría de los fieles son “no blancos” procededentes del Tercer Mundo, y muy en particular de la India. Ese mismo domingo, me acerqué a la catedral luterana para ver qué tipo de público asistía, y lo cierto es que allí todos eran finlandeses nativos. No había ningún extra-europeo. Tanto en la misa católica como en el servicio protestante los niños sabían comportarse y no alborotaban, al contrario que en las caóticas misas españolas.

Antropológicamente hablando, el origen de los fineses se encuentra en los Urales, y los pueblos finougros empezaron a poblar la región 1000 años antes de Cristo, mezclándose con pueblos nórdicos que procedían del área sueca ya en aquellos tiempos, y muy especialmente a partir de la Edad Media, cuando los suecos colonizaron la parte sur y este del país. El tipo fino-ugro es por lo general braquicéfalo, rubio y de ojos azules o grises, de estatura media o media-baja y complexión robusta. Es evidente que aunque el idioma más hablado sea el finés o suomi, ya que actualmente sólo un 5% de los finlandeses tienen al sueco como su primer idioma, desde un punto de vista estrictamente racial los finlandeses son más nórdicos que fino-ugros, puesto que si bien es verdad que los tipos de estos últimos no son raros allí (Tiimo Soinen, el líder del Partido de los verdaderos finlandeses es un buen ejemplo), la mayoría de los finlandeses responden al tipo nórdico, de complexión atlética, dolicocéfala y de alta estatura.

¿Hay mujeres feas en Finlandia?. Indudablemente sí, pero desde un punto de porcentual, abundan mucho menos que en la media de los países europeos. La realidad es que una gran parte de las finlandesas son muy guapas, si bien no llegan al nivel de belleza de las mujeres de su país vecino, Suecia. Al contrario que muchas de las españolas actuales, no se caracterizan por tener “cara de vinagre”, por ser gritonas o maleducadas, sino por lo contrario. Llama la atención positivamente lo sonrientes y amables que son. Además, contrariamente a lo que ocurre en algunas partes de Alemania o de otros países el feminismo no ha causado estragos estéticos. Allí las mujeres cuidan de su imagen, aunque sin caer en el horterismo. Existe un tópico bastante inexacto según el cual las finlandesas serían una suerte de “caribeñas del norte” en lo que atañe a la cuestión de “facilidad sexual”. “Siento” desilusionar a los “torrenteros” de turno, pero nada más lejos de la realidad. Aunque es evidente que desafortunadamente el luteranismo no desempeña la tremenda influencia que ejercía sobre la vida social del país hasta finales de los años 40, la realidad es que las finlandesas no son mucho más promiscuas que la media de las europeas, españolas incluidas. Si a una mujer finlandesa le abres o le sostienes una puerta para que pase primero, no se sentirá “acosada”, al contrario que no pocas americanas feministas estúpidas, y te responderá con una sonrisa y un “kiitos”, o “gracias” en finlandés. Eso sí, el “españoleitor” de turno (el español que se comporta de manera zafia y hortera) que suelte el típico “piropo de albañil” a una finlandesa, no obtendrá una respuesta positiva. Allí, ese tipo de conductas son muy mal vistas, como también ocurre en el ámbito anglosajón. Los prostíbulos apenas existen, a pesar de que la prostitución no está penada como en Suecia.

Mannerheim ordena a las tropas finlandesas pasar a la ofensiva

La arteria principal de Helsinki es la Mannerheimintie, llamada así en honor al Mariscal Mannerheim, gran artífice de la independencia finlandesa en 1917, y presidente del país durante los últimos años de la II Guerra Mundial. Una estatua ecuestre del general se encuentra en uno de los dos extremos de la avenida, prácticamente enfrente del edificio de la “Eduskunta” o Parlamento nacional. He de reconocer que tengo una gran querencia por esta figura histórica. Muy alto, bien parecido, inteligente, culto, y de modales refinados -no en vano era noble de nacimiento-, perteneciente a la minoría sueca, hizo carrera militar en San Petesburgo, recibiendo su bautismo de fuego a la tardía edad de 36 años, en la guerra ruso-japonesa de 1904, donde fue condecorado por su excepcional valor y arrojo. Un arrojo del que también hizo gala durante la Primera Guerra Mundial cuando combatió a los alemanes y durante los agitados tiempos revolucionarios. Poco después del derrocamiento de zar Nicolás II como monárquico convencido que era, abandonó el ejército ruso, del que era general, y regresó a Finlandia asqueado por las barbaridades perpetradas por los revolucionarios. Tras declararse la independencia finlandesa, en dos meses barrió a la chusma bolchevique, que aunque era mucho más numerosa que las bisoñas tropas blancas, era mucho más indisciplinada. Cuando la URSS stalinista invadió Finlandia a finales de 1939, Mannerheim se hizo cargo del Estado Mayor, y de manera casi milagrosa, el pequeño y heroico ejército finlandés logró detener al ejército rojo, perdiendo tan sólo los territorios más orientales. Aunque Mannerheim y el presidente socialdemócrata de la época, Risto Ryti, no eran filo-nazis, se dieron cuenta de que la supervivencia del país dependía de una política pragmática, que pasaba por una alianza con Alemania. Así y todo, los finlandeses, en la llamada “Guerra de continuación”, se limitaron a recuperar el territorio perdido en la “Guerra de invierno”, y para negociar desde una posición más vetajosa al final de la guerra, ocuparon la Carelia oriental, un territorio étnica y culturalmente finlándés, pero de religión ortodoxa y una gran influencia rusa. La sagaz política de Mannerheim y su perfecto manejo de los tiempos evitaron que Finlandia se conviertiera en un satélite comunista de la URSS en la postguerra. A ello debe añadirse el mérito nada desdeñable y atribuible al mariscal, de haber reconciliado al pueblo finlandés tras la cruenta guerra civil que se desencadenó en el país justo después de la independencia, entre rojos y blancos. Esta reconciliación fue crucial para que la nación finlandesa se uniera sin fisuras cuando la URSS agredió al país en 1939 e intentó sojuzgarlo.

Otro detalle que pone de manifiesto la entidad de Mannerheim como estadista, es que siendo un furibundo anticomunista como era, se dio cuenta de que la mejor manera de luchar contra la malévola ideología, era atacar a las raíces sociales que podían facilitar la acción de los agitadores. De esta manera, Mannerheim influyó mucho durante los años 20 para que los más pobres pudieran incrementar espectacularmente sus condiciones de vida, y fomentó la práctica del deporte, dando él mismo ejemplo. Indro Montanelli muestra un gran aprecio por esta figura en sus “Memorias de un periodista”, y yo coincido plenamente con esta valoración.

De hecho, hace apenas un año la televisión finlandesa hizo una encuesta acerca de los personajes históricos nacionales más apreciados por los finlandeses, y Mannerheim fue el más votado. Esto demuestra que Finlandia no es tan “progre” como a muchos les gustaría.

Refugiados en Finlandia.

Y es que después de EE.UU, Yemen y Suiza, Finlandia es el país con más armas de fuego por cada 100 habitantes, incluidas las armas cortas. Como en 2008 hubo dos matanzas aisladas en dos escuelas, la presión internacional y los complejos del progrerío patrio dieron lugar a una reforma legislativa más restrictiva, pero así y todo, Finlandia sigue siendo un país muy “armado”. ¿Significa esto que allí haya un índice de criminalidad alto?. En absoluto; en Finlandia apenas hay delitos de sangre, y es muy raro ser víctima de un robo con violencia. Es uno de los países con menos crimen del mundo. También es muy raro que a uno le intenten timar, porque los finlandeses, como los nórdicos en general, suelen ser personas honradas y serias. Allí el “pícaro” o el “listillo” nunca han sido personajes bien vistos.

Es cierto que las cosas han empezado a cambiar para peor, por mor de la llegada masiva durante la última década de inmigrantes somalíes, iraquíes, gitanos de Centroeuropa o pakistaníes entre otros. De hecho, un policía me comentaba que al igual que en Oslo, la casi totalidad de las violaciones que se producen en Helsinki tiene como autores a individuos de origen no occidental, en especial de origen somalí. Como dice el viejo refrán español, “la cabra tira al monte”, y un “nuevo finlandés” por mucho pasaporte finlandés que tenga, no es un “finlandés de toda la vida”. De hecho, otra señora que hablaba español porque visitaba asiduamente nuestro país, me dijo que hasta el año 98 los únicos extranjeros que allí vivían eran, con excepciones, de origen estonio (un estonio es un finlandés, a fin de cuentas) o rusos. Me hizo gracia que me dijera textualmente. “Al igual que los dominicanos en España, esta gente está empezando a tirar los salarios a la baja, y encima no trabajan nada bien. La mayoría de la gente no está a favor de esto”. Y no, la señora no era una neonazi furibunda, ni nada parecido, sino una señora convencional. Lo cierto es que las zonas donde estos inmigrantes tienen sus tiendas y viviendas están más sucias y peor cuidadas que el resto de la ciudad. Y es que en Helsinki apenas se ven deyecciones perrunas en la calle, al contrario que en España, porque allí, además de haber muchos menos perros en las zonas urbanas, los dueños de los canes tienes el civismo de recogerlas.

Es muy raro ver mendigos por la calle, y por lo general, estos son de origen alógeno, más en concreto gitano. El día de mi llegada, vi como un par de policías expulsaban sin contemplaciones, aunque sin emplear malos modos a una gitana rumana que estaba sentada en plena acera ejerciendo tal actividad. “Uissh, ke represhiónn, tronko”, dirán los blanditos afeminados de siempre. No, nada de eso. Finlandia es un país moderno y muy respetuoso con las libertades, lo que no es óbice para que se anden con bromitas en ciertos temas. Me llamó también positivamente la atención el hecho de que aunque allí también hay mujeres policías patrullando las calles, el porcentaje es bastante inferior al que se puede observar en España. Del mismo modo, los sodomitas son menos visibles que en España. Evidentemente existen, como en todo el mundo, pero yo no vi a ninguna parejita haciendo ostentación de su depravada condición por las calles. También es muy raro ver a parejitas heterosexuales comportándose de manera escandalosa e inadecuada en público.

Finlandeses celebran el día de la independencia.

También en Finlandia hay drogadictos, pero en un porcentaje muy inferior a España. En lo que sí “nos ganan” negativamente es en el porcentaje de alcohólicos. Finlandia ha tenido tradicionalmente un problema grave con el alcoholismo, al igual que los demás países nórdicos. Por eso, a instancias de los pastores y obispos luteranos, la venta y el consumo de alcohol fueron prohibidos a comienzos del siglo XX. Como la prohibición no fue una solución ideal, inteligentemente se optó más tarde por permitir el consumo de alcohol pero sometiéndolo a un impuesto muy alto. De ahí que si en Finlandia uno pide una simple cerveza el precio será, como media, no inferior a 5 euros, y si hablamos de bebidas de alta gradación el precio sube mucho más. Allí la gente suele embarcarse en ferries a Estonia para consumir alcohol en Tallinn, o para darse un paseo marítimo en un barco en el que se venda alcohol, ya que en Alta mar no hay impuesto sobre el consumo y la venta de alcohol.

Aunque como ya he dicho antes Finlandia es un país muy seguro, no recomiendo a los individuos bajitos y timoratos o pardillos entrar en locales cutres en los que se juntan muchos borrachos para beber. A menos que seas una persona con sangre fría y cierta presencia, que además sepa seguirles la corriente, tienes muchas papeletas para llevarte un buen puñetazo en las narices.

Casi todo el mundo habla inglés en Finlandia, aunque muchas personas mayores de 70 años sólo entienden el alemán, un idioma que se estudiaba en las escuelas finlandesas de pre-guerra. Así y todo, en general el nivel de inglés no es tan bueno como en Suecia, Noruega y Dinamarca y muchas veces hay que hablarles despacio para que te entiendan mejor. Pero como ya he dicho más arriba, son gente amable y servicial, y si uno pregunta por alguna dirección no es nada raro que lo acompañen unos pasos para indicársela mejor.

¿Hay lumpen en Finlandia? Por supuesto, aunque en el caso de Helsinki este lumpen se agrupa sobre todo en un parque cercano a la estación de ferrocarriles, en pleno centro de la capital. Estos grupos suelen estar compuestos por finlandeses nativos y por pakistáníes, o somalíes. Y es que no deja de ser curioso cómo por lo general, en Helsinki, los grupos mixtos de personas, de origen finlandés y “ethnic” se caracterizan por pertenecer a las clases bajas. Si uno se pasea por el bonito parque de la “Esplanade”, un jardín rectangular de principios del siglo XX, en el que hay un restaurante muy recomendable llamado “Kappeli”, y se fija sobre todo en las terrazas de los exclusivos cafés como “Strindberg” o similares, verá a gente muy elegantemente vestida y de rasgos claramente autóctonos. En resumidas cuentas; la “beautiful people” de Helsinki no integra a los “ethnics” en sus grupos. Prefieren mantener una correcta pero distante relación con ellos.

Solsticio de verano en Finlandia.

Finlandia es célebre por ser uno de los países de Europa con una tasa más alta de suicidios. El “españoleitor” de chascarrillo facilón, suelta eso de que “Ej ke en Ejpaña she vive musho mejorr, y la gente es más alegre”. No, nada de eso, ignorante. En España se vive bastante peor que en Finlandia, entre otras cosas porque en ese país hay un sentido comunitario mucho más desarrollado y un sistema de infraestructuras y políticas sociales que está a años luz del nuestro. El español medio es más avinagrado que el finlandés medio. Otra cosa es que en los meses de invierno, a causa de la falta de luz la gente esté más deprimida. Pero la causa de la alta tasa de suicidios se debe más a casos de desestructuración social heredados de algunas de las nefastas costumbres feministas adoptadas por los países nórdicos en los años 60 y que dieron lugar a rupturas familiares, y sobre todo, a un rasgo de la mentalidad finlandesa según el cual, cuando una persona muy mayor se ve en condiciones de progresivo deterioro, prefiere “quitarse de enmedio” para no ser una “carga”.

Vi a bastante gente con tatuajes en Helsinki, más que en otros países europeos. Sin embargo, en la segunda ciudad del país, Turku (Abo en sueco) o en la histórica Porvoo, apenas vi a personas tatuadas. Tampoco se veían extranjeros no europeos en esas dos ciudades.

Cuando uno viaja a Finlandia pocos días después del Solsticio de Verano, puede apreciar en todo su esplendor las bellísimas noches blancas que caracterizan tanto al Sur de este país como a San Petesburgo y otras zonas circundantes. Un emplazamiento privilegiado para observar a este Sol nórdico estival, es toda el área contigua a la bahía de Helsinki. En ningún momento la noche llega a ser tal, habida cuenta de que el reflejo solar todavía permanece a la media noche, que es el momento en el que la oscuridad alcanza su Zénit. Aproximadamente a las dos de la madrugada, el Sol, de manera paulatina, vuelve a resurgir en todo su apogeo. Por supuesto, este fenómeno sólo se da en el sur del país, ya que en Laponia, y muy particularmente en la zona comprendida dentro del Círculo polar ártico, la claridad del día no remite ni por un momento. En esa zona, que yo no visité, se puede contemplar con relativa frecuencia el hermoso fenómeno de las auroras boreales. Y es que Finlandia, al igual que sus países vecinos, es efectivamente parte de la antigua Hiperbórea, el lugar que según los antiguos helenos era el origen del Dios Apolo, quién al igual que su homólogo germano-nórdico Balder, no es sino Cristo, si bien un Cristo previo a su encarnación como hombre en la Tierra.

En la bahía de Helsinki, a unos escasos 10 minutos en barco del puerto, hay una hermosa isla barrida por los vientos bálticos llamada Suommenlina, cuya base naval, construida en el siglo XVIII por los suecos con el nombre de Sveaborg-reconvertida para el uso civil hace unas décadas- fue hasta que cayó en desuso militar la mayor base naval de Europa junto con Gibraltar. Se pueden visitar numerosos museos históricos en la isla (mi favorito fue el dedicado a las Fuerzas armadas de Finlandia), y admirar el paisaje.

Por lo que a los museos de Helsinki se refiere, yo recomendaría especialmente la visita al “Atheneum”, que es básicamente una pinacoteca en la que se pueden ver cuadros de pintores finlandeses, siendo para mí los más hermosos los pintados por Akseli Gallen-Kallela, pintor romántico-nacionalista a caballo entre los siglos XIX y XX, que basó la mayor parte de su obra en los relatos épicos compilados en el Kallevala -la epopeya nacional finlandesa- por Elías Lönnrot. También hay cuadros muy destacados de pintores románticos del siglo XIX cuyo motivo principal es el bello paisaje finlandés. No debe omitirse la visita al museo antropológico e histórico ubicado en la Mannerheimintie.

Parque Seurasaari.

Mención aparte merece el parque de Seurasaari, a las afueras de la ciudad, un gran espacio verde con salida al mar en el que se emplaza un museo etnográfico constituido por casas tradicionales del país, que en su mayoría datan de los siglos XVIII y XIX.

Como ya se comentó en este foro en alguna ocasión, el hombre blanco, y en especial el nórdico, es muy aficionado a ver museos. La ventaja de los museos finlandeses es que uno no se encuentra con aglomeraciones de gente, y mucho menos de turistas catetos, parlanchines y ruidosos, algo que cada día yo deploro más en los museos de las grandes ciudades europeas.

Finlandia siempre ha sido un país con una gran tradición deportiva, al igual que sus vecinas nórdicas Suecia y Noruega. De hecho, pese a la escasez de población, los atletas finlandeses han cosechado notorios éxitos olímpicos, en especial en deportes como las carreras de medio fondo, el lanzamiento de martillo, de jabalina, etc. Yo entre otros deportes, siempre he practicado bastante- y sigo haciéndolo- la carrera de 5000 y 10000 metros. De ahí que sea un gran admirador de Paavo Nurmi, el mayor deportista de la historia finlandesa y uno de los más grandes corredores de tales distancias en toda la historia. Pocos corredores han superado las proezas de este atleta de los años 20, quién en los juegos olímpicos de París de 1924 corrió una carrera tan dura y agotadora (de hecho no volvió a ser una modalidad olímpica por motivos de salvaguarda de la integridad física de los corredores) como los 10.000 metros campo a través, prácticamente sin inmutarse.

En Finlandia se practica mucho deporte, pero al contrario de lo que sucede en Venezuela, Brasil y demás países del área “tropical”, la gente no lo hace por “fardar” o “ligar más”, como me decía un finlandés, sino por el simple hecho de estar en condiciones físicas óptimas, y en armonía con su ser interior. Esta afición por el deporte fue muy potenciada por el mariscal Mannerheim, y sin duda fue un factor decisivo en el resultado de la “Talvisota”o “Guerra de invierno”, en la que los finlandesas aguantaron la brutal acometida del ejército soviético. Simo Häyhä, un francotirador de sólo 1,52 metros de estatura, logró la hazaña de eliminar a más de 530 enemigos con un fusil sin mira telescópica, que él desechaba para así no delatar su posición con el reflejo de la misma. Lamentablemente, fue mal herido en marzo de 1940, y su cara resultó desfigurada. Tras ser condecorado con la cruz Mannerheim y ser ascendido de soldado raso a teniente tras la guerra, tardó tiempo en recuperarse de sus heridas. No obstante, para sorpresa general de los que tienen conocimientos acerca del tema, he de reconocer que mi admiración por el pequeño y heroico “sniper” es incluso superada por la que siento hacia la figura de Lauri Törni, un oficial finlandés que luchó en primera línea de fuego tanto en la Guerra de invierno como en la “Guerra de continuación”, guerra ésta en la que por un tiempo sirvió en las Waffen SS. Tras el final de la Guerra mundial y descontento con las condiciones pactadas entre Finlandia y la URSS, se fue a EE.UU, donde ingresó en las fuerzas especiales tras nacionalizarse con el nombre de Larry Thorne y servir a su nuevo país en Vietnam, donde murió después de que su helicóptero se estrellara. Este personaje fue condecorado por su heroísmo a lo largo de su carrera nada menos que con la cruz Mannerheim, con la cruz de hierro de segunda clase, con el corazón púrpura y con la estrella de bronce entre otras. Fue el único oficial finlandés por cuya cabeza los soviéticos ofrecieron una recompensa.

Ciudad de Turku.

Según ciertos estereotipos poco fundados, salir por la noche en el Norte de Europa es muy aburrido. Nada más incierto. A los nórdicos les gusta aprovechar las noches estivales, y las horas de luz veraniegas los animan mucho. El centro de Helsinki tiene un ambiente nocturno muy vivo, y pese a que es caro salir, vale la pena.

Si uno visita la región sur del país como hice yo, no debería dejar de ir a la región de los lagos, cuya capital, Tampere, está a unos 200 kilómetros al norte de Helsinki. Un lugar encantador para todos los amantes de los bosques y de las zonas lacustres, en el que uno puede darse una buena “nadada” en cualquiera de sus lagos. En aquella zona entablé conversación con un teniente en la reserva del ejército finlandés, que me pregunto de qué país europeo era y que me demostró tener un notable conocimiento de la historia española. Pese a la supuesta “frialdad” nórdica, me invitó a comer a su granja campestre con otros amigos suyos, lo cual me brindó la oportunidad de comprobar por qué los finlandeses leen tanto. Con aquella gente podía mantenerse una conversación de un nivel muy aceptable, sin restringirse a los temas clásicos del “tapero” español, como son “el furgol”, las mujeres y los coches.

Como ya dije en la primera parte de mi escrito, Finlandia es un país en el que el uso de las armas, cortas incluidas, está bastante extendido. Después de la comida, el anfitrión nos invitó a practicar tiro con él, en concreto con una pistola Lahti L-35 y con un fusil Suomi Kp 31. Una sensación maravillosa y electrizante. Posteriormente, le pregunté por la situción del ejército finlandés, y me dijo que éste era de una gran profesionalidad, pese a estar compuesto por conscriptos, aunque tanto él como muchos de sus colegas veían mal el fomento que en los últimos años se venía haciendo para que “finlandeses” de origen somalí o de otras zonas del orbe se enrolaran en las secciones profesionales. Este descontento no es raro, dado que el ejército de esa nación siempre ha tenido un marcado carácter identitario. Pese a que también se ha promocionado la entrada de mujeres, el porcentaje de éstas en el ejército es inferior al porcentaje de mujeres en el ejército español. Y es que el servicio militar es sólo obligatorio para los hombres y voluntario para las mujeres.

Otra arma muy característica del país es el cuchillo “Puuko”, de mango de abedul y hola de acero. Su calidad es excelente.

Porvoo.

Una ciudad cuya visita merece la pena es Porvoo. De escasos 50.000 habitantes y emplazada a unos 60 kms de Helsinki es después de Turku la ciudad más antigua del país. Además de estar enclavada en un entorno natural privilegiado de tupidos bosques y atravesada por un río, sus casas de madera llaman la atención por su singular belleza. Es una ciudad poblada exclusivamente por autóctonos, e incluso la gran mayoría de los turistas que la visitan son finlandeses o suecos. Allí me sucedió una anécdota curiosa, cuando entré en una “tea room” para saborear un pastel finlandés, que al igual que los del resto del norte de Europa son mis favoritos, y me encontré con una decoración “zarista”, con varios retratos del Zar Nicolás II y su familia. Le pregunté a una de las dependientas cuál era la causa de la presencia de estos retratos, y ella me dijo que los fundadores de la “Tea room” habían sido unos finlandeses blancos con gran querencia por sus antiguos monarcas. Sé que a muchos progres esto les causaría urticaria, pero a mí me gustó mucho sentarme en un lugar como ese y me sentí muy cómodo, puesto que yo también siento un gran aprecio por los últimos zares, cruelmente asesinados por los criminales rojos.

Porvoo es un magnífico ejemplo de la seguridad ciudadana que impera en el país, porque allí, como sucedía en los pueblos españoles de hace décadas, mucha gente todavía deja las casas abiertas.

Finlandia es el país de Europa donde se consume más café, así que los que sean aficionados a esa bebida tienen otro aliciente para ir allí. No me encuentro entre los componentes de este sector, ya que a mí no me gusta el café.

Un rasgo muy positivo de Helsinki es el hecho de que a diferencia de Madrid, no hay que irse a un hotel de lujo para sentarse en un café más o menos lujoso. Cafés como Ekberg, Strindberg, o Kapelli, son un homenaje al buen gusto y a la elegancia.

Turku es la segunda ciudad del país, y su nombre sueco es el de Abo. Particularmente destacables son su catedral gótica luterana, ubicada en la ribera del río que atraviesa la ciudad, y el museo dedicado a Jan Sibelius, situado a unos escasos metros. El día de mi visita pude ver allí una feria medieval muy bien ambientada. La eficiencia y limpieza finlandesas llegaban al extremo de que las deyecciones equinas eran limpiadas de manera casi automática por las personas encargadas de la organización de la feria. No hemos de olvidar que el finlandés, aficionado desde hace siglos a la sauna y al ulterior baño en agua fría ha sido tradicionalmente, como el escandinavo en general, una persona muy limpia. Por ello es prácticamente imposible caminar por la calle o ir en un transporte público y toparse con un individuo que huela mal o que apeste, a menos que estemos hablando de un marginal, los cuales son bastante escasos por allí.

Imagen de Helsinki. Al fondo la catedral.

Hay personas que de manera errónea creen que Finlandia no fue un país de vikingos, y esto es inexacto. La zona suroeste y oeste del país estaban pobladas por poblaciones procedentes de Suecia ya desde la Edad de bronce, y allí hubo bases vikingas cuyos restos aún hoy pueden apreciarse. De hecho, la población de la región del oeste, Ostrobotnia, siempre ha tenido fama de ser muy “hardcore”, y allí, las peleas a puñetazos, a palos o con “pukko”, eran muy habituales hasta hace unas décadas.

La dificultad del idioma finlandés, se debe a que el “suomi” es una lengua no indoeuropea, perteneciente a la familia uralo-altaica. Sólo está ligeramente emparentada con el turco y el húngaro. El estonio es realmente la misma lengua, si bien algo más “indoeuropeizada”. Como muestra de la dificultad del idioma, voy a enumerar algunas de las muy escasas palabras que aprendí. “Avoinna”, significa abierto. “Poika”, hijo o niño. “Vesi”, agua. “Keskusta”, centro. “Kirko”, iglesia. “Kirja”, libro. “Maa”, país. “Kahvila”, café. “Järvi”, lago. “Saari”, isla. De toda esta lista, sólo la palabra “Kirko” tiene resonancias germánicas. “Kerk” en neerlandés, “Church” en inglés y “Kirche” en alemán”. Aunque yo no sé sueco, sí conozco bien lenguas germánicas como el inglés y el alemán , y de manera superficial el neerlandés. Gracias a eso, cuando en los lugares públicos se decía algo en los dos idiomas oficiales del país, yo podía enterarme de lo que decían en la versión sueca.

Poco después de la II Guerra mundial, comenzaría la llamada política de “finlandización”, cuyo artífice principal fue el presidente Urho Kekonnen, quién se mantuvo en el poder durante unos 40 años. Líder del centro-derechista partido agrario, entendió que Finlandia, por motivos pragmáticos debía establecer unos estrechos vínculos políticos y comerciales con la URSS a fin de no ser absorbida por el bloque comunista. Podemos decir que había causas de justificación para la adopción de esta política, aunque yo, como David Kirby pienso que en determinados momentos se cedió demasiado a los soviéticos y que esto no hubiera sido necesario para mantener la independencia finlandesa. No obstante, Kekonnen, quién en sus ratos libres gustaba de ir a cazar con Simo Häyhä, puede apuntarse en su haber el haber incentivado el tremendo despegue económico del país a lo largo de aquellas décadas, así como haber sabido mantener a su nación al margen de los flujos migratorios extraeuropeos que ya empezaban a asolar y a inundar a su vecina Suecia.

Catedral de Helsinki.

Tras la entrada en la U.E, Finlandia se ha convertido también en una tierra de “inmigrantes”, a resultas de lo cual corre el peligro de desaparecer como nación, pues no olvidemos que sus escasos 5,5 millones de habitantes se verán impotentes a la hora de resistir un aluvión demográfico alógeno-coloreado. Los finlandeses deben ser conscientes de que su población no necesita “renovarse” con aportaciones foráneas, al ser uno de los países europeos con una tasa de natalidad autóctona más alta, y no caer en los errores de los demás países del entorno europeo. Los políticos traidores y otros degenerados, que están auspiciando en la actualidad la entrada masiva de inmigrantes y de “refugiados” tercermundistas en el pequeño país nórdico, deberán rendir cuentas un día no muy lejano ante los exponentes más sanos del pueblo finlandés, una minoría aún importante que no ha sido infectada por los virus feminista, pacifista y mesticista.

La prosecución de estas erróneas políticas, significaría la autodestrucción, cual hatajo de “lemmings noruegos” de uno de los países con mayor nivel de desarrollo y mejor nivel de vida del mundo. Un reforzamiento de las tradiciones autóctonas y un retorno a sus raíces cristianas, en este caso vetero-luteranas, impedirían sin la menor duda el suicidio demográfico y socio-político de esta pequeña gran nación.