Raúl García es un tesoro para el Atlético. Su gol, el decimoséptimo que marca esta temporada, les dio el triunfo a los ‘amarillos’ en la final de Mestalla y les deja la Liga muy cerquita. Les falta muy poco para remar hasta la orilla y celebrarlo a lo grande en Neptuno. A falta de sólo tres jornadas, puede pinchar en una y sería campeón aunque aunque sus dos rivales lo ganasen todo. El título está en su mano tras una victoria muy trabajada en Mestalla frente a un Valencia que se dejó el alma con una actitud irreprochable que, sin embargo, a los malpensados les da motivos para creer en los maletines.

Como casi siempre este curso, le faltó al Atlético capacidad para manejar el balón y el centro del campo, sobre todo cuando se puso en ventaja, pero le sobraron capacidad, fuerza, orgullo, fe y amor propio para mantener la exigua ventaja adquirida en el primer tiempo. Nunca perdió la señas de identidad que le han llevado hasta aquí, pero pudo sufrir menos si Diego Costa no hubiera errado dos ocasiones pintiparadas ante Guaita, que con esas dos paradas se repuso de la cantada en el gol del navarro.

No les salió la apuesta pero nada que objetar a la profesionalidad de los valencianos. Tenía razón Pizzi cuando aseguró que alinearía a un equipo con capacidad para pelear con el líder y quemar la las últimas opciones de poder meterse en Europa a través de la vía de la Liga. No jugaron cinco de los titulares en la ida de semifinales ante el Sevilla, pero el grupo tenía buena pinta y se desenvolvió con coraje. Muy ofensivo, con Parejo en el centro del campo y Jonas, Piatti y Paco Alcácer por arriba.

Ciertamente, los locales salieron con osadía y la iniciativa. Movían bien el balón de lado a lado y hacían correr a los colchoneros detrás del balón. Les faltaba, como casi siempre, llegada. Su única aproximación de todo el primer tiempo llegó fruto de un disparo raso y lejano de Paco Alcácer que se marchó por poco aunque Courtois se había lanzado bien. No se sentían nada felices los de Simeone y Godín, el jefe de la defensa, pedía a los centrocampistas que adelantasen la línea y presionasen más arriba.

Bien organizado atrás, atento, luchador y cuidadoso en los detalles, el Atlético fue creciendo pero le faltaba capacidad para controlar el juego. Se notaba la ansiedad porque todos buscaban enseguida el pase definitivo a Diego Costa en lugar de elaborar más la jugada. La primera gran ocasión visitante se produjo tras un gran movimiento de Villa, al que le falta chispa pero no precisamente calidad. Recibió en la frontal, se giró y lanzó de rosca. El balón no se fue muy lejos de la escuadra de Guaita.

Como en la Copa

El equilibrado choque sólo se podría romperse en el primer tiempo a balón parado o en alguna acción aislada. En cada estrategia defensiva, los valencianos temblaban porque recordaban que así les tumbó el Atlético en octavos de final de la Copa del Rey. Y el deseado gol de los madrileños para poder llevar la cita a su terreno se produjo justo antes del descanso. Por enésima vez, los líderes sacaron ventaja de un error del rival. La colgó Gabi, Guaita salió a destiempo, Mathieu se agachó porque seguramente el portero le gritó y Raúl García la peinó.

Tras el descanso el duelo siguió por los mismos parámetros. Pizzi fue metiendo delanteros y quitando centrocampistas para ver si con un juego más directo podrían empatar, y a Simeone no le salió bien dar entrada a Arda y a Sosa porque no tuvieron el balón y son menos aptos para la brega. Costa tuvo dos y el Valencia sólo una pero muy clara, ya que la volea de Feghouli no entró de milagro. Acabaron con uno menos los madrileños por la expulsión de Juanfran para cortar un contragolpe llevado por Piatti. Ante una afición entregada que convirtió Mestalla en el Calderón, los colchoneros celebraron media Liga. ¿Soportarán la presión a partir de ahora? Y el miércoles espera el Chelsea en Stamford Bridge.