Luis Abril.- Más que unas memorias lo que ha perpetrado César Vidal es un ajuste de cuentas en toda regla con Federico Jiménez Losantos y con su entorno. Las acusaciones de Vidal resultan demoledoras. Mira por donde, quienes hablan con frecuencia de excelencia resultan ser unos mediocres, dedicados a la politiquilla de pasillos y despachos y el supuesto histrión pseudoliberal suelta aceite por la adulación.

Dice César Vidal que a Losantos no le gusta escuchar nada que contradiga su opinión. Pues vaya. Vidal prefiere, con todo, atacar a la camarilla, que se reduce a Dieter Brandau y Javier Martínez Somalo, un par de desconocidos que Vidal se ha empeñado en convertir en famosos. Dos biotipos de trepas que se dedicaban a segarle la hierba a Vidal para sustituirle y heredarle, lo cual es un despropósito.

Vidal cuenta el descalabro de Libertad Digital TV, uno de los favores de Esperanza Aguirre a su cortesano Losantos. Con el dinero de otros hacen fiesta los devotos…Los españoles deben ir despertando y darse cuenta de los negocios que se hacen en las alturas, en el palco del Real Madrid o en los despachos de los políticos en francachela con falsos periodistas, que encima se las dan de críticos y durante un tiempo han engañado a algunos incautos.

Dice Vidal que Dieter Brandau fue peor para Libertad Digital TV que “una plaga bíblica” y que desde el mismo momento en que fue nombrado director de ese chiringuito catódico estaba claro que cerraría y con rapidez. “Alguno de los directores me avisó entonces de que Dieter Brandau en un par de años habría aniquilado la televisión… fue generoso”, dice Vidal. Losantos y Dieter Brandau batieron todos los récords en el descalabro, pero esa no es la cuestión. La cuestión es que en la casta todo es pingüe negocio y siempre paga el contribuyente con su empobrecimiento. Losantos recibió la concesión de una licencia TDT de la Comunidad de Madrid, graciosa merced de Esperanza Aguirre. Esa concesión es gratis.

Conviene retener el concepto: gratis total. Las licencias se reparten entre los amigos. Los del PP a sus amigos y los del PSOE, a los suyos. De esa forma, se cierra el circuito y la libertad de expresión es una escenificación, una farsa, porque se trata de simples luchas entre facciones de la misma mafia, con sus privilegios, que nunca son puestos en cuestión. Una licencia es como recibir gratis una autopista de peaje, porque quienes no se acomodan al sistema no reciben ninguna y Losantos es pura casta, el bufón de la casta, el mantenido de Esperanza Aguirre.

Nada más recibirse la licencia pasa a valer un dineral y se puede vender haciendo caja. De hecho, casi nadie sigue con las licencias originarias. En Andalucía, hay expolíticos del PSOE con su licencia sin emitir. Y en la Comunidad Valenciana no emite prácticamente ninguna de las que concedió la mafia pepera y no desde luego las 13 concedidas al imputado José Luis Ulibarri –socio, por cierto, de Losantos en Castilla y León- que iban a funcionar se suponía bajo la marca Tele 7.

Dieter Brandau –Vidal dixit- fue peor que una plaga bíblica, pero eso no evitó el negocio, de forma que la licencia fue vendida a un grupo protestante norteamericano TBN. Con el favor político, siempre se hace negocio en España. Lo que no se hace es periodismo.