En el marco del programa oficial de islamización de España, nuestros dirigentes lamebabuchas surgidos de la camada ideológica de la Transición, parecen querer aplicar este programa sin concesiones. Esta aplicación integrista y exclusiva del programa político de una comunidad especifica, la musulmana, ¿es la expresión de una convicción espiritual, de un descerebramiento doctrinario de las élites, de una ignorancia profunda de la realidad histórica y recurrente de las invasiones islámicas o bien de un miedo compatible con una reproducción del célebre “Síndrome de Estocolmo”, que en el caso presente de nuestros dirigientes dhimmis habría que llamar con el nombre más adecuado de “Síndrome de La Meca”? Es todo eso a la vez.

Cuando las leyes democráticas del Estado español ya no se aplican o son remodeladas en función de las aspiraciones hegemónicas y a menudo significativas de una comunidad sectaria importada, estamos ante una sumisión explícita de nuestros dirigentes, garantes de la aplicación de las leyes nacionales soberanas, y señales infalibles de la implantación de la sharia en España.

La traducción literal de islam es sumisión. En este ejercicio nuestros dirigentes llegan al punto de la excelencia y no pierden una ocasión de exhibir su sumisión de manera impúdicamente ostentatoria a sus futuros amos y señores ante los que se muestran como los más celosos y devotos adeptos de la ideología “del amor y de la paz”. Podemos afirmar que estos dhimmis se han vuelto más musulmanes que un imán.

Esta fascinación paralizante y fóbica ante las más pequeñas escorias salidas de la “diversidad” y el estado avanzado de la dhimmitud de nuestros dirigentes, idiotas útiles, ha alcanzado un punto tal que los mismos musulmanes no tienen que esforzarse ya para hacer proselitismo en favor de su ideología. Ese proselitismo se ha trocado en un adoctrinamiento ideológico sistemático e institucionalizado auxiliado por una herramienta de propaganda mediática islamoizquierdista cuya eficacidad haría palidecer de envidia al mismísimo profeta Mahoma. Las únicas diferencias que todavía se pueden apreciar son las decapitaciones y la esclavitud. De momento.

Al mismo tiempo que vociferan que el islam va a conquistar el mundo, estas educadas poblaciones importadas y mayoritariamente ociosas usan y abusan de ese valioso tiempo que no pasan trabajando haciendo fructificar demográficamente, a una cadencia acelerada, la riqueza multicultural garante de nuestras pensiones y a inculcar a su adorable descendencia los futuros fundamentos de la España por venir: la República Islámica de Al-Ándalus.

Esta lobotomización de las masas, esas capitulaciones repetidas en temas falsamente fútiles, estas concesiones irracionales son otras tantas señales flagrantes que denotan una debilidad suicidaria que no hace más que reforzar la voluntad no disimulada de los adeptos de la religión de amor y de paz de querer imponer su ideología totalitaria y mortífera a los futuros sometidos.

Nuestros dirigentes son ciertamente los responsables de todo esto, pero con nuestras elecciones políticas también somos culpables de esta situación catastrófica que no puede sino empeorar al no rectificar los errores cometidos. Y no se van a rectificar. El islam es un fin en si mismo, y al ser el islam paciente, la umma se está concretando inexorablemente a través de una invasión demográfica y un proceso de poblamiento que se beneficia de la complicidad de nuestra pasividad, de nuestro angelismo y de nuestro candor frente a la realidad flagrante y sobre todo de nuestras elecciones electorales supuestamente democráticos.

Llegado a este extremo podemos decir que hemos llegado al punto de no retorno. El enemigo y sus colaboradores están claramente identificados y a falta de poseer los medios de una legítima defensa, es nuestro derecho y nuestro deber hacia nuestro antepasados y nuestros hijos de preparar las bases salvadoras de un futuro combate inevitable e indispensable.

*Presidente del Partit Espanyol de Catalunya (PEC) y candidato a la Alcaldía de Barcelona