Por Enrique de Diego.- Cuatro personas han muerto asesinadas en Boston por dos descerebrados islamistas –lo cual es una redundancia-. Tres por bombas, mientras asistían a la popular maratón, y un valeroso policía que se enfrentó a la escoria musulmana. No han muerto más porque los ángeles custodios han hecho horas extra. No, desde luego, por el FBI que recibió una alerta bien precisa de Rusia sobre el mayor de los asesinos –un perdedor, como le ha definido su tío, un fanático sin agallas para vivir- y no encontró nada, a pesar de que el personaje en cuestión tenía enlaces a webs integristas y terroristas. Ridículo histórico del FBI y patética situación para ese Obama, que es la exuberancia de la estupidez occidental de estos tiempos.

En este esplendor de la estupidez, con el que toda una civilización se tambalea sin recursos morales, con una especie de pulsión suicida, todavía se investiga si se trata realmente de un atentado “islamista”.

Es una de las cuestiones que se trata de dilucidar con el mudo. Todavía ‘expertos’ universitarios consideran que el factor islamista es secundario frente al patrón del suicida violento. Incluso se habla, con el énfasis engolado de los perfectos idiotas, que nos encontramos ante un “nuevo patrón de terrorismo”, pues no se trata de un lobo solitario, sino de una pareja de hermanos. ¡Cuánta estupidez! ¡Cuánta soberana estupidez!

Estupidez a raudales, en torrentera. Resulta que los dos terroristas habían sido acogidos en Estados Unidos como asilados por el conflicto checheno. El más joven, al que se considera un seguidor sin personalidad de su degenerado hermano, estudiaba becado. Después de tanta ceguera occidental, a lo que se dedican es a matar al mayor número de gente con terrorismo indiscriminado. Se les asiló y se les becó para que terminaran matando. Lo único que se le ha ocurrido al estúpido Obama es declarar que “debemos seguir acogiendo a gente de todo el mundo”.

La incapacidad para discernir, para discriminar, impuesta por el relativismo de lo políticamente correcto, ha producido demasiados desastres y se sigue sin aprender en esta locura colectiva de un Occidente que se ha abismado en la irracionalidad emocional. Los dos degenerados terroristas se presentaban como fanáticos y sobre el mayor había habido un aviso preciso de Rusia. Un fallo sistémico de seguridad, que es lo antes en el orden intelectual y moral.

Occidente ha decidido, como doctrina oficial, cosas tan raras y tan sin sentido como que hay musulmanes moderados y radicales y que no existe una relación directa entre islamismo y terrorismo, sino que se trata de una perversión que se da en algunos pocos casos, que además son interpretados, según la ultraestupidez islámicamente correcta, como una retroalimentación del dogma con el que se presenta la patraña, la parida. De esa manera, el problema es Al Qaeda y no el Islam, de modo que Al Qaeda –islámicamente correcto- es un descrédito para el islamismo. Incluso se está investigando si los degenerados terroristas tenían relación con Al Qaeda.

Occidente ha abjurado de la racionalidad y del pensamiento y no se busca la verdad en la realidad, sino que está se distorsiona mediante patrones de dogmas emanados de la estupidez irrestricta. Al Qaeda no es otra cosa que islam; se proclama como el islam puro, único, frente al estado de apostasía general, lo que hace legítimo también matar a musulmanes. Matar a infieles va de suyo, es un precepto para todos los musulmanes. Aunque las relaciones con los infieles están establecidas en El Corán con la aleya de la espada, que muy claramente y sin interpretación equívoca posible dice “matadlos allá donde los encontréis”, me han dicho veinte mil veces, quienes no hacen el esfuerzo de ni de leer ni de pensar, que eso no lo pone El Corán, cuando El Corán es una tediosa reiteración del mandamiento del asesinato y el genocidio. “No hay ciudad que no atormentemos antes del juicio final”, dice El Corán, que chorrea sangre por cada de sus aleyas. Ahora le ha tocado a Boston .

Pero los estúpidos del FBI, que lo dejaron suelto, y toda una nación, como Estados Unidos, están investigando si los degenerados asesinos tienen relación con Al Qaeda y si el atentado tiene carácter islámico. La duda ofende tanto a la inteligencia que me permito la ironía de suponer que lo que confunde es el hecho de que llevaran gorra. Al Qaeda llama, desde su momento fundacional, a asesinar norteamericanos y sus aliados en cuanto que se pueda. La orden está dada. Se lee El Corán, se sueña con las huríes –ese prostíbulo prometido bajo el nombre de cielo, una auténtica casa de putas eternamente vírgenes- y se mata indiscriminadamente, con el beneficio de la ceguera occidental, efecto directo del dominio hegemónico de la estupidez. Santo Tomás de Aquino calificaba al islamismo de “secta satánica”.

No le faltaba razón. Es, desde luego, una secta destructiva y criminal, pero Occidente ha decidido autoinmolarse en el ara de la diosa estupidez y mira para otro lado. Los dos degenerados terroristas no sólo han matado a cuatro personas, y herido a más de cien, muchas de ellas mutiladas, además han cuestionado el dogma que presenta al islamismo como una forma esotérica de pacifismo. “El islam es la paz”, que dijo Muhamad Alí, tras el 11-S, en el homenaje oficial, ciscándose en la tumba de todas las víctimas. El estúpido de Obama considera que USA tiene que seguir acogiendo terroristas potenciales. Claro que es el mismo que consideró a los integristas Hermanos Musulmanes como los paladines de una alucinada primavera árabe y comparó su voluntad liberticida con la caída del Muro de Berlín.

Lo más curioso y enervante es que está exuberancia de estupidez occidental se produce cuando el islamismo es una idea muerta y fracasada, que desde 1924 carece de califa y deambula putrefacta y enloquecida, produciendo los peores criminales, la gentuza más degenerada de la especie humana. Occidente se ha propuesto mantener al islamismo a pesar de su derrumbe y su podredumbre. Asila y beca a los terroristas islámicos, les da la nacionalidad, les subvenciona, les mima, les prepara, les paga el viaje y las bombas. Pasó en el 11-S, hijos de familias acomodadas saudíes, estudiando en Occidente, incluso horas de vuelo para pilotar; en el 7-J de Londres, perpetrado por “británicos”; en el 11-M de Madrid, incluso con becados por la Agencia de Cooperación Internacional, asistentes a la mezquita de la M-30. El islamismo murió hace casi un siglo, pero anda suicidándose llevándose por delante a personas inocentes, indefensas por la estupidez de sus dirigentes y de sus falsos líderes morales.

Porque junto a la degeneración de los dos chisgarabís chechenos, destaca en el paisaje la estupidez general. No menor, en términos de estupidez superlativa, es el caso de Kati La esposa del mayor de los degenerados. Katherine Russell, una joven norteamericana, hija mayor de un médico y una enfermera, residentes en la muy elitista Rhode Island, que pasó de querer ser médica y escribir cosas como “haz algo para resolverlo y no te quejes” o “estarán siempre en nuestro recuerdo”, bajo una foto de los bomberos que tanto heroísmo acumularon en las Torres Gemelas, a dejar los estudios, ponerse una túnica y el hijab, y recibir palizas coránicas.

Porque, en efecto, el Corán manda “golpeadlas”. Y esa floración de ignorancia de la que se alimenta la estupidez medioambiental suele negarlo también. Como lo negó la estúpida Kati cuando en 2009, sus vecinos denunciaron la violencia a la que esta estúpida era sometida y dijo a la policía que su marido era “un tipo estupendo”. Tan estupendo que la ha dejado viuda, como un trasto, junto a la hija común, Zahara, de tres años. Degeneración islámica, lo cual es redundancia.

El islamismo es un fracaso y ni Obama ni toda esta estupidez podrá sostenerlo. Obama es el presidente de la estupidez, de los estúpidos.

Ceguera occidental, pulsión suicida de idiocia, de las katis, los efebeís y los obamas y los ‘expertos’ que debaten, como forma de negación, el carácter islámico de la masacre. Ceguera y estupidez transversales. Porque la estupidez rayana y aún superado todos los límites de la demencia también se dio en España con el 11-M, de la mano de Luis del Pino y del mantenido de Espe, el liberal egipcio, a tanto la estulticia, que paga el contribuyente, a través de la Comunidad de Madrid y el Canal de Isabel II, Federico Jiménez Losantos, pareja que ha de ser tenida como enemiga de España y de la libertad, que negaron y seguirán negando la manifiesta autoría
de degenerados islamistas de la terrible masacre de Atocha para tapar las vergüenzas del inútil de Ángel Acebes, del incompetente cortoplacista megalómano de Aznar y los intereses de la dama de mantequilla de Esperanza Aguirre, que ha subvencionado más que Stalin en nombre de Hayek. Pareja de “pelanas”haciendo negocio con el dolor de las víctimas y ninguneando a los héroes.

Vivimos de milagro, pero saldremos adelante. No el islamismo; pertenece a los errores, las pesadillas y la degeneración de la especie. Ya va siendo hora de sacudir tanta estupidez que ha tornado a Occidente cegato.