(El Nacional)

Este fin de semana, la reina Letizia viajó de forma discreta a Panamá para visitar a su hija Leonor, quien se encuentra cumpliendo compromisos formativos en el extranjero. Aunque desde Zarzuela se ha querido destacar el carácter familiar de la visita, lo cierto es que no es habitual que Letizia realice este tipo de desplazamientos, como se desprende del resto de la historia que envuelve su vida personal.

Mientras la Casa Real intenta preservar su imagen diplomática, las paredes de Zarzuela ocultan un secreto cada vez más difícil de disimular: la reina Letizia tendría una vida de pareja paralela con un empresario catalán casado, con quien compartiría escapadas entre París, Barcelona y Madrid. Un vínculo sentimental que ha sacudido los cimientos ya agrietados del matrimonio real.

A espaldas del protocolo y bajo una estrategia de discreción milimétrica, Letizia estaría más enamorada que nunca, según fuentes cercanas al entorno palaciego. El hombre que habría conquistado su corazón no solo está casado, sino que mantiene un perfil reservado, lejos de las cámaras pero bien conectado en los círculos empresariales catalanes. Sus encuentros se producen en hoteles de lujo cuidadosamente seleccionados, donde el anonimato y la privacidad son prioridad absoluta.

Años de distanciamiento: la verdadera historia detrás de la fachada oficial

De acuerdo con declaraciones recogidas por expertas en Casa Real, Letizia y Felipe dejaron de convivir como pareja desde hace años, repitiendo el patrón de Juan Carlos I y la reina Sofía. Pilar Eyre señala que los reyes serían “un equipo de trabajo”, unidos principalmente por el interés de la institución y el bienestar de Leonor. Sin embargo, sostiene que no hay amor entre ellos, sino solo un acuerdo. Aunque oficialmente no están divorciados, la ruptura emocional y afectiva ocurrió en 2012.

Fue ese mismo año cuando todo se vino abajo. Entre el escándalo del caso Nóos, la caída en desgracia de Iñaki Urdangarin y el desprestigio de Juan Carlos I, Letizia y Felipe tuvieron que resistir no solo el peso de la Corona, sino también el de un matrimonio herido. La respuesta fue tajante: seguir unidos por el bien de la institución, pero con vidas separadas. Así, el rey Felipe habría comenzado a frecuentar a una rica heredera de la alta sociedad madrileña, mientras Letizia se sumergía en un idilio que aún permanece en las sombras… por ahora.

La doble vida de la reina fuera del ojo público

Lejos de los actos oficiales y las apariciones públicas orquestadas, la reina organiza escapadas románticas a París con su misterioso empresario. En la capital francesa, disfrutan de cenas sin cámaras, paseos nocturnos y habitaciones de hotel reservadas con otro nombre. En Barcelona y Madrid, el patrón se repite: discreción absoluta y encuentros los fines de semana sin eventos en agenda.

La relación, según informantes no identificados pero cercanos a la familia real, es más que un simple entretenimiento. Ella está feliz, rejuvenecida, y ha vuelto a sonreír, afirman quienes la han visto recientemente fuera de su entorno habitual. Eso sí, las hijas del matrimonio aún desconocen la verdad. Leonor y Sofía viven en la ignorancia de que sus padres ya no comparten nada más que compromisos oficiales.

Cuando sus hijas regresan a casa, el guión se interpreta a la perfección: planes familiares, visitas al cine y cenas improvisadas en el centro de Madrid. Pero al cerrarse las puertas del palacio, Letizia y Felipe toman caminos opuestos. Unos caminos que podrían colisionar con la realidad en cualquier momento si uno de los involucrados decide romper el silencio, lo que genera preocupación en Zarzuela. Temen que el empresario casado pueda convertirse en el próximo Jaime del Burgo, exponiendo conversaciones, mensajes o fotos que podrían poner en riesgo aún más la imagen de la reina.

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