La estrofa 1.013 del Libro de buen amor. Reconstrucción del arquetipo
Por Alberto González Fernández de Valderrama.- Esta estrofa está incardinada en el episodio titulado “De lo que contesçió al Arçipreste con la serrana e de la figuras d’ella”, en el que el poeta relata la supuesta experiencia que tuvo al encontrarse en el puerto de la Tablada con una serrana de aspecto grotesco a cuya posada tuvo que recurrir para guarecerse de las inclemencias del tiempo. Solo los manuscritos G y S la recogen, aunque podríamos decir que únicamente el primero de ellos nos servirá para tratar de desentrañar el significado de su ininteligible cuarto verso, ya que el segundo manuscrito, con una letra muy cuidada y escrito sin titubeos, parece ser una mera copia de las lecturas aparentes de aquél -aunque no pudo serlo directamente- elaborada con la mera pretensión de ofrecer un producto elegante a la vista, pero falso al fin y al cabo.
De las dieciséis estrofas de que consta el episodio, doce de ellas las dedica el poeta a la descripción minuciosa, en términos hiperbólicamente despectivos, de todas y cada una de las partes del cuerpo de la serrana, a la que califica en la estrofa 1008 como “la más grande fantasma que vi en este siglo”.
Después de referirse a su enorme estatura, comienza, en la estrofa 1012, describiendo su gran cabeza, su cabello corto y negro, sus ojos enrojecidos y hundidos, y la descomunal talla de sus pies, que compara con los de una osa. Pero en la siguiente estrofanos topamos con un verso carente de significado conocido, que ha tratado de ser interpretado por los editores y estudiosos del Librode un modo realmente insatisfactorio, en base a las lecturas fáciles del ms. S, sin comprender que para desentrañar su significado debían fijarse con mirada crítica en la extraña y confusa grafía del ms. G, producto no tanto de una tergiversación consciente sino de la corrupción cometida por copistas poco diligentes en su trabajo.
Esta estrofa, según la edición de Blecua, que sigue fielmente el elegante texto del ms. S, dice lo siguiente:
“las orejas mayores que de añal burrico, (1013)
el su pescueço negro, ancho, velloso, chico,
las narizes muy gordas, luengas, de çarapico,
bebería en pocos días caudal de buhón rico.”
Analicemos, verso por verso, sus diferencias con el texto del ms. G:
1ª) En el primer verso este manuscrito recoge dos hemistiquios hipermétricos, de ocho versos cada uno, lo que sería una incorrección impropia del poeta, pues el mensaje que contiene puede redactarse muy fácilmente dentro de los cánones de la cuaderna vía. Sin embargo, puede advertirse que el copista ha tratado de reproducir fielmente el texto que leía, que en vez de recoger la palabra “mayores” incluía otra que él no entendía, “tamañas” (tan grandes), lo que le llevó a transcribirla precedida de la preposición “a” convirtiendo lo que era un adjetivo comparativo en una inexistente locución adverbial causante de la referida hipermetría. Tan cierta era la ignorancia de este copista acerca de ese término, y tan sincero su deseo de transcribir el texto que leía sin falsificarlo, que en la estrofa 474, en cuyo segundo verso aparece la palabra “tamaña”, según puede leerseen el ms. S(aunque transcrita: tãmañana) optó por omitir totalmente el verso en que se incluía, dejando bien visible su hueco en el citado manuscrito, como si tuviera la intención de rellenarlo más adelante, cuando lograra descifrar su significado. En cambio, el copista del ms. S (o el de su correspondiente subarquetipo)optó por obviar todo obstáculo cambiando esa palabra por otra más usual que además permitiera que su hemistiquio fuera heptasílabo. Al aceptar ahora como original la lectura que corregimos del ms. G, “las orejas tamañas”, debemos considerar que también se acerca más al original la lectura de su segundo hemistiquio, que comienza con la conjunción “como”, a diferencia de la del ms. S, que se ve forzado a emplear la conjunción “que”. Por lo tanto, si queremos corregir el segundo hemistiquio para evitar su hipermetría debemos considerar que el copista del ms. G solo añadió innecesariamente el determinante “un” al sintagma nominal “añal borrico”(borrico de un año). Y así ya tendríamos reconstruido, a mi juicio, el arquetipo del primer verso: “las orejas tamañas como de añal borrico”.
2ª) En el segundo verso, volvemos a ver en el ms. S un texto que parece elaborado artificialmente para corregir lo que parecerían errores técnicos de su correlativo del ms. G: la hipermetría de su primer hemistiquio y la hipometría de su segundo. En éste se dice: “el su pescueço velloso [8 sílabas] / negro, ancho, chico [6 sílabas]”. Pero parece mucho más fiel al original esta lectura, que describe primero el carácter velloso del cuello de la mujer y después menciona el color de ese vello, que la lectura del ms. S, que describe el cuello como si fuera negro de por sí; después añade que es ancho, y luego, como si fuera otra cualidad independiente de la primera, indica que es velloso. Por ello, entiendo que el copista del Ms G únicamente cometería el error (si es que no lo cometió el autor de su subarquetipo) de modificar ligeramente la redacción del verso sin alterar su estructura. Tal podría ser, pues, el arquetipo del segundo verso: “su pescueço velloso, negro, ancho e chico.
3ª) En el primer hemistiquio del tercer verso, el poeta menciona “las narices” de esa mujer comparándolas con el pico de un zarapico (hoy “zarapito”), que es un ave zancuda provista de un pico muy delgado, largo y curvado. Sin embargo, solo el ms.S las describe como “muy gordas”, lo que es contradictorio con tal comparación, por lo que debemos así mismo desechar esa lectura como artificial y aceptar como correcta la del ms. G: “las narices muy luengas”. Por su parte, el segundo hemistiquio del ms. S parece redactado con el mero objeto de corregir la hipermetría del correlativo del ms. G, que dice “semejan de un çarapico”. Al poeta le habría sido muy fácil hacer este verso heptasílabo con solo cambiar la forma verbal “semejan” por la conjunción “como” para conseguir la perfección formal sin merma de su preciso significado, por lo que consideraré que el subarquetipo que sirvió de base al ms. G ya estaba deturpado por algún corrector de estilo. En consecuencia entiendo como original el siguiente verso: “las narices muy luengas como de un çarapico”. Nótese de paso la propensión del arcipreste, como buen jienense, a usar el diminutivo “-ico” con preferencia a “-ito”, a la que ya nos hemos referido en otro trabajo.
4ª) El cuarto verso, como decíamos al principio, es el más conflictivo de todos, y su dificilísima reconstrucción -siempre problemática- requerirá de grandes dosis de intuición y de sentido común. Es en este caso donde la falsedad de la lectura del ms. S salta a la vista con solo fijarse en su correlativo del ms. G. Mientras en aquél nos encontramos con un texto escrito con mano delicada y firme, con meras intenciones caligráficas, en éste podemos apreciar la mano de un copista dubitativo, que no entiende la primera o primeras palabras que está leyendo, por lo que de un modo burdo, borra y en el papel lo que en un momento había empezado a transcribir, para decantarse por otra lectura, que al menos tenga parcialmente sentido. El copista escribe: “bevería en pocos días caudal de buhón chico”. Solo enmienda este texto el ms. S en cuanto al adjetivo que califica al sustantivo “buhón”, y por la sola razón de no cometer la torpeza de emplear la palabra “chico” como final de dos versos de la misma estrofa. Pero ni tiene sentido la frase en sí misma ni se conoce significado alguno a la palabra “buhón”, por más que los diversos editores del libro se hayan empeñado en encontrarle algún sentido, como veremos a continuación.
La edición de Sánchez (1790) interpreta que “buhón rico” se refiere a un “buhonero o buhonera que vende alhajas”, recurriendo a una fácil pero disparatada interpretación, pues los buhoneros eran vendedores ambulantes de baratijas. Janer (1846) y Ducamin (1901) siguen la misma lectura sin comentar nada al respecto. Cejador (1913) también la asume, aunque desbarra con comentarios desaforados. Chiarini (1964) la acepta sin comentarla. Corominas (1967), prefiere “buhón chico” y supone -con mucha imaginación- que significa “laguna, charca o abrevadero”, interpretación que desde entonces seguirán Joset (1974), Gybbon-Monnypeny (1987) y Blecua (1988) entre otros.
Pero en ningún modo creo que un texto tan extravagante en su redacción y que emplea una palabra incomprensible para el común de los mortales pueda ser original del poeta, que tenía recursos sobrados para escribir de un modo que las historias que contaba se entendieran sin dificultad, sin perjuicio del mensaje subliminal que incorporaran, solo al alcance de las mentes más sagaces de su época.
La introducción del modo condicional “bebería” en este verso ya es un rasgo que rompe abruptamente con la estructura sintáctica que se mantiene regularmente a lo largo de las demás estrofas, y como su escritura es producto del citado titubeo del copista, podemos estar seguros de que debajo de sus tachones y correcciones se encuentra una de las claves para resolver este misterio: solo tenemos que buscar un sustituto a esa palabra, que designe a una parte anatómica de la cabeza que no haya sido mencionada en otro verso y cuya grafía resulte lo suficientemente parecida al vocablo elegido por el copista para solucionar su problema. Y esta palabra no puede ser otra que “barbilla”, que bien pudo encontrarse escrita con abreviatura mediante una lineta sobre la primera a, con la letra uve como segunda bilabial, y con i griega en vez del dígrafo ll, de tal manera que dificultosamente se leyera “bãviya”, induciendo al escriba a creer que la terminación “-ya” era el sufijo “-ía” que conforma el modo condicional del verbo, origen de toda una carrera de errores que deformaron el verso hasta hacerlo irreconocible. Si unimos a esa confusión que en el siguiente hemistiquio parecía leerse la palabra “caudal”, a partir de esa primera asociación de ideas el copista reelaboró todo el verso aprovechando y deformando más aún los demás elementos de que se componía el verso. Pero lo cierto es que si comenzaba por “la barbilla”, no tenía ningún sentido la posterior inclusión del vocablo “caudal”, y menos aún del sintagma “buhón rico/chico” en que se remata.
De acuerdo con la intención satirizante del poeta, tres son básicamente los defectos que podrían encontrarse idealmente en una barbilla:
-Su aspecto velloso. Este defecto ya se ha descrito en el segundo verso, por lo que sería una redundancia carente de ingenio volver a referirse a ello.
-Su forma picuda. Ya se ha dado ese carácter a la nariz, por lo que volvería a ser una repetición que desluciría el verso.
-Su aspecto mofletudo debido a un hoyuelo. Solo quedaría este defecto por ser atribuido a la barbilla. Y precisamente esta característica permitiría relacionarla con tres conceptos, que nos permitirán desalojar del verso los conceptos extraños al campo semántico de la anatomía de la cabeza de los seres humanos y de los animales, que es el universo en el que tenemos que centrarnos para reconstruir el arquetipo. Esos tres conceptos son el hoyo o “poço” (pozo) que se habría transformado en “pocos”, el “cerdo” (que escrito “cẽdo” habría derivado a “caudal”) y “su hocico”, que sería el arquetipo perdido del extravagante “buhon chico” (o “rico”). La transformación de la “b” de buhón en una “s” no tiene nada de extraño si consideramos que en la escritura medieval se utilizaba con frecuencia un un alógrafo o variedad gráfica del grafema “s” llamado “sigma”, formado pon un óvalo y un trazo corto a modo de acento que enlaza con él por su parte izquierda, como si fuera el mástil de una letra “b” combado hacia su lado derecho. Con esta particularidad gráfica, el copista podría haber fácilmente malinterpretado la lectura original “σu hoçico”.
Así que tendríamos ya, para empezar a reconstruir el cuarto verso: “la barbilla […] poço” […] cerdo […] su hoçico”. Elementos suficientes como para proponer la siguiente lectura, que conformaría dos hemistiquios heptasílabos conforme al canon de la cuaderna vía. “la barbilla con poço es de un cerdo su hoçico”.
Por lo tanto, ofrezco como arquetipo de esta estrofa la siguiente lectura, modernizando su grafía:
“las orejas tamañas como de añal borrico,
su pescuezo velloso, negro, ancho y chico,
las narices muy luengas, como de un çarapico;
la barbilla con pozo es de un cerdo su hocico”.
Juzgue el lector a la vista de las imágenes de todos los versos mencionados en los manuscritos correspondientes: