La estrofa 1278 del Libro de buen amor. Reconstrucción del arquetipo
Por Alberto González Fernández de Valderrama.- Analizaré esta estrofa, hasta ahora incomprendida en sus versos tercero y cuarto por todos los editores del Libro, por encontrarse el texto original, a mi juicio, corrompido a causa de una defectuosa transcripción efectuada por copistas.
Según la edición de Blecua, dice lo siguiente:
“Están tres fijosdalgos a otra noble tabla, (1278)
mucho estavan llegados, uno a otro non fabla:
non se podrían alcançar con las vigas de gaula,
non cabrié entre uno e otro un cabello de paula”
Veamos su imagen en los tres manuscritos que la recogen:
Ms G
Ms T
Ms S
Antes de adentrarnos en su estudio situaremos estos versos en su contexto y aclararemos su significado general. La estrofa se incardina en el episodio titulado “De cómo clérigos e legos e flaires e monjas e dueñas e joglares salieron a reçebir a Don Amor”, que relata una historia fantástica y alegórica sobre el sentimiento amoroso y su poderoso efecto hipnotizador sobre el ser humano.
Coincidiendo con el inicio de la primavera, Don Amor se aparece al mundo en pleno campo, rodeado de aves que festejan su llegada, a la espera de recibir un amplio cortejo de personas que desean reverenciarlo con el objeto de atraer sus favores. Todos lo quieren para sí con exclusividad y discuten por hospedarlo en sus respectivas casas, pero al final se conmueve por las súplicas del Arçipreste, que lo lleva a un prado cercano a su morada donde Don Amor monta, como por arte de magia, su lujoso campamento. El poeta accede a su interior y lo describe fijando su atención en dos mesas en cada una de las cuales hay sentados tres hombres, muy juntos físicamente pero muy distanciados emocionalmente los unos de los otros. Tres hombres más danzan y otros vienen a la carrera. Estos doce personajes representan, sin que en el poema se diga expresamente, los respectivos meses del año, tal como el copista del Ms G. glosa al margen de cada verso en que se los describe.
En la estrofa que comentamos los tres fijosdalgos son los meses de febrero, marzo y abril. Pero es necesario, para entenderla cabalmente, reseñar la precedente estrofa 1271, que recoge una escena muy similar de la que toma el modelo para repetir su contenido siguiendo un esquema paralelo. Esta estrofa, referida a los meses de noviembre, diciembre y enero, dice:
“Tres cavalleros comen, todos a un tablero, (1271)
asentados al fuego, cada uno señero:
non se alcançarién con un luengo madero,
e non cabrié entr’ellos un canto de dinero”.
Lo primero que debe llamar nuestra atención es que la estrofa 1278, a diferencia de su modelo, incumple de un modo burdo la forma poética de la cuaderna vía, que requiere el empleo de cuatro versos alejandrinos monorrimos, ya que los dos primeros riman en “-abla”, el segundo en “-aula” (o acaso en “-aola” según el Ms T) y el tercero solamente en “-aula”; error que no queda subsanado con el recurso de admitir como lectura alternativa para las palabras que rematan estos dos últimos versos “vigas de gabla” y “cabello de Pabla/pabla”, pues en ningún caso tienen sentido conocido o razonable tales expresiones, y prueba de ello es que ningún editor ha conseguido hasta el momento dar una explicación satisfactoria para tales expresiones, como observaremos haciendo un breve recorrido por las principales publicaciones del Libro:
En la primera edición, llevada a cabo por Antonio de Sancha en 1790 (numerada como estrofa 1252) se recogen respectivamente las lecturas “bigas de Gaola” y “cabello de Paula” sin explicar a pie de página ni el posible significado ni la razón de su escritura con inicial mayúscula. La edición de Janer de 1846 repite dicha lectura y nada comenta al respecto.
Ducamin (1901) prefiere la respectivas lecturas “vigas de gaola” y “cabello de paula”, con minúscula inicial, sin aclarar tampoco su posible significado.
Cejador (1922) sigue las lecturas de la primera edición y da por supuesto que “Gaula” es una alusión a la lanza del legendario caballero Amadís de Gaula, pero no acierta al justificar su aplicación a este caso, ya que no consta que su lanza tuviera una longitud extraordinaria, lo que, por otra parte, la haría impropia para su uso; y en cuanto a “Pabla” lo considera como un nombre de mujer alusivo a cualquier “dueña chica”, como las preferidas por el poeta.
Chiarini (1944) asume la lectura de la primera edición sigue las lecturas e interpretaciones de Cejador, pero anota que “Pabla” solo es empleado por el poeta para forzar la rima.
Corominas (1973) recoge “gaula” y lo deriva del francés “gaule” (pértiga) diciendo que las vigas de gaula serían “maderos parecidos a vigas y pértigas”, incurriendo, por lo tanto, en una torpe redundancia. En cuanto a “paula”, duda mucho que se trate de un nombre propio y sospecha que tal palabra sea la forma primitiva del andaluz “paulilla” para referirse a una polilla o mariposa.
Joset (1974) recoge “gaula” siguiendo la acepción de Corominas, y “Paula”, manifiestando su duda acerca de si significa “nombre de mujer cualquiera (= fulana) ” o si el poeta lo escogió a sabiendas “por ser la primavera época de los amores” (?).
Gybbon-Monnypeny (1988) recoge “vigas de gaola” sin proponer significado alguno, y “paula”, anotándola como “voz desconocida”, y como poco convincente que se tratara de un nombre propio.
Blecua (1998), tras anotar a pie de página que se desconoce la acepción de gaula (o gabla) admite la posibilidad de que se trate de “viga principal” o “pértiga”; sin embargo en sus notas suplementarias de final de libro afirma que la gablas son las vigas maestras. Respecto de paula, también afirma desconocer su significado, sea cual sea su variante, aunque comenta la posibilidad apuntada por Corominas de que se refiera a paulilla `mariposa nocturna’.
Comencemos, pues, el análisis de nuestra estrofa con el objeto de desentrañar ese misterio que ha confundido a todos los editores, al no haber comprendido que estaban comentando un texto producto de una errónea transcripción.
Como dejábamos apuntado unas líneas más atrás, no parece comprensible que un poeta experimentado como el Arcipreste, componga de manera tan torpe una estrofa haciendo terminar su primer verso en la palabra “tabla”, a sabiendas de que no podrá rimar correctamente las restantes. El poeta ya se había enfrentado al problema en la estrofa 1271 y por ello mismo había elegido como palabra de final de verso un derivado de esta palabra de muy fácil rima: “tablero”. ¿Por qué en la estrofa posterior iba a querer caer en el problema que había conseguido sortear antes con habilidad? Mi conclusión es que no terminó su primer verso de la estrofa 1278 en “tabla” sino en cualquier otra.
Para encontrar la palabra original que el poeta escribió en ese primer verso y en los restantes partiremos de las siguientes consideraciones:
1ª) Si la terminación -abla / -aula / -aola no es la original de estos versos, debemos buscar otra distinta que permita encontrar pleno sentido a toda la estrofa. Debido a que el único verso sobre el que no hay duda acerca de su significado es el segundo, que en las dos estrofas reseñadas coindice al decirnos que existe una frialdad patente entre los tres comensales, debemos encontrar una expresión similar a “uno a otro non fabla”. Y la expresión alternativa idónea es “uno a otro non trata”, que nos ofrece una terminación “-ata” muy fácil de cumplir para los restantes versos.
2ª) Con la terminación “-ata” se entiende a la perfección el verso tercero, pues si en la estrofa 1271 se habla de esa distancia moral entre los personajes refiriéndose a que no se alcanzan entre sí con un “luengo madero”, en la estrofa que comentamos una imagen similar la proporcionan “ las vigas de gata”; es decir, unas vigas muy largas de madera que servían en las campañas bélicas para asaltar fortificaciones protegidas por fosas o “cavas” y para alcanzar las almenas enemigas desde las torres de asalto del atacante. En la Estoria de España de Alfonso X el Sabio (editada por Menéndez Pidal como Primera crónica general” ) podemos leer:
1076. Capítulo de commo el rey don Fernando ganó Lora et Cantillana et Guillena, et dio Lora al Espital de sant Johan.
[…] Partiose el rey don Fernando [III el Santo] dallí et fuese para Guillena, que yazie muy llena de moros, et temiéndose de lo de Cantillana, salieron al rey et dieronle el alcaçar. Et el rey dexo y [dejó allí] fincar los moros et fuese para Gerena. Los moros trabajáronse de defendella, et el rey la fizo conbater muy fuerte et mandó fazer sarzos [entramados de ramajes] et gatas para ffazer la causa.”
1077. Capítulo de commo adolecio el rey don Fernando, et de commo enbio çercar Alcalá del Río et al tomo por fuerça.
[…] Por todo eso, por non perder tiempo nin estar de balde en quanto el estaba contendiendo en su dolencia, enbio toda su hueste que se echasen sobre Alcalá del Río et la toviesen çercada et la conbatiesen fasta que el fuese guarido o la tomasen. Et fueron allá et echaronse sobre ella, et fezieron gatas et engennos para la conbater.
3ª) Esta terminación también aclararía el primer verso. Puesto que los tres fijosdalgos acuden a una espléndida comida, bien se podría decir de aquellos que están “a otra noble cata” como la de los primeros caballeros a los que se refiere la estrofa 1271.
4ª) Respecto del cuarto verso puedo partir de la base de que “paula” sea una corrupción de “plata”: la letra “p” inicial de una palabra no suele ser confundida con ninguna otra. Sin embargo, esta cualidad plateada (metáfora impropia de la cuaderna vía medieval) no confiere más delgadez a un cabello, que ya de por sí es un paradigma de objeto extremadamente fino, ni tiene sentido alguno mencionarla, al no tener relación con la edad de los personajes, que no son descritos en el texto como ancianos. Por lo tanto, se trate de un color o de un material, no tiene sentido que el poeta lo incluyera para forzar la rima del verso, algo totalmente impropio de su experiencia y su talento. En definitiva, si “cabello” fuera lectura correcta, sobraría especificar otras cualidades adicionales. Se hace preciso, por tanto, a la vista de la experiencia paleográfica, encontrar un sustantivo alternativo a “cabello” que dé pleno sentido al núcleo del sintagma que estudiamos, cumpliendo idealmente cuatro condiciones: que se trate de un objeto ligado al mundo de la numismática o de la orfebrería, cuya grafía sea lo suficientemente parecida a la de su modelo como para poder ser confundida fácilmente por un copista, que habitualmente sea de plata, que se suela tomar como ejemplo de extrema finura, y respecto del cual tenga sentido especificar el material en que está fabricado para distinguirlo de otras palabras homónimas que no sean ejemplos de objetos extremadamente delgados. En el mundo de la numismática medieval no existe tal palabra; pero sí en el de la joyería. Se trata de los pendientes de las mujeres, los zarcillos, palabra que en castellano medieval se podía escribir de muy variadas formas: una de ellas, çarçiello.
En la estrofa 1004, en una cántica de serrana, se recoge precisamente esta palabra:
“Dame çarçiellos e hevilla
de latón bien reluciente […]”
Si añadimos a esta variante gráfica la posibilidad de que en el texto original la palabra estuviera abreviada suprimiendo la letra “r”, sustituida por una virgulilla sobre la letra “a” anterior – es decir, escrita “çãçiello”- comprenderemos la confusión del escribano, pues ese signo ligeramente oblicuo precediendo a una “c” demasiado cerrada puede confundirse con el mástil de una “b” posterior. Si a ello le sumamos que la siguiente “i” latina se encontrara muy ajustada a la precedente “ç” formando un óvalo, sería mucho más fácil que el copista leyera “cabello” más fácilmente que “çãçiello”.
Por otra parte, la especificación del material de que están hechos tales çarçiellos no es baladí ni está necesariamente forzada por la rima, pues se trataría de evitar una eventual confusión con el diminutivo de çarços (sarzos o zarzos), palabra que designa a entramados de varas, mimbres o incluso ramas que podían tener variados usos, ya sea domésticos (cestillos, arcones), agrícolas (grandes esteras, capachos) y militares (como refuerzo de lugares cenagosos para facilitar el paso a las tropas o para proteger trincheras). Y con este uso doméstico el Arcipreste menciona “sarçillo”, en sentido de recipiente casero, en un episodio en que una trotaconventos relata su talento para enredar a las mujeres a cambio de dinero, si bien en esta ocasión concreta habla en sentido figurado:
“En aqueste mi farnero [cedazo] las traeré al sarçillo” (718d)
Aclararemos de paso este verso, hasta ahora no bien comprendido por ningún editor: la habilidad psicológica le permitirá a la alcahueta desbastar a las mujeres de sus iniciales temores, que quedarán retenidos en su tamiz, haciéndolas a ellas traspasarlo, confiadas en los camelos y regalos de la aduladora, para caer al fin en una cesta o “sarcillo” que las espera en el suelo a modo de trampa, y a disposición del cliente que requirió de sus servicios.
En base a todas estas consideraciones, y con grafía modernizada para su mejor comprensión, procedo a reconstruir el arquetipo de la estrofa 1278 de la siguiente forma:
“Están tres fijosdalgos a otra noble cata,
mucho estaban llegados, uno a otro no trata:
no se podrían alcanzar con las vigas de gata,
no cabría entre uno y otro un zarcillo de plata”