El ejemplo de un torero
AD. La espantada del diestro Juan Ortega ante el morlaco de un matrimonio del que no estaba seguro ha levantado la consabida polvareda en los medios ávidos de comer morbo a dos carrillos. Sin embargo, la actitud del matador no deja de ser un ejemplo de cordura y sensatez y, ¿por qué no decirlo?, de un profundo respeto al sacramento del matrimonio, denostado ahora por la propaganda anti heteropatriarcal del femiestalinismo.
Si los sacramentos son el signo invisible pero real de la gracia, que nos sobrenaturaliza y nos hace semejantes al buen Dios, en el caso del matrimonio convierte al hombre y a la mujer en una sola cosa -“una sola carne”- mientras vivan. Signo de la unión indisoluble de Cristo con su Iglesia, el sacramento del matrimonio cristiano ha construido nuestra civilización con el cimiento de la familia, formada por el hombre y la mujer que se unen indisolublemente para procrear y educar a su prole.
Cuando la institución familiar ha sido disuelta en las arenas movedizas de la ideología de género y las campañas fake del lobby LGTBI, el capotazo de Juan Ortega ha escandalizado a una España mórbida y enfermiza que banaliza desde hace años lo más sagrado.
Juan Ortega no ha querido reírse del matrimonio contrayéndolo con la perspectiva de deshacerlo unos meses o unos años después. No estaba seguro de que ese era su camino y no ha querido dar un mal paso para quedar empitonado y malherido de por vida. Si es dura la ruptura de unos novios, muchísimo más lo habría de ser la de un matrimonio rato y consumado.
Hemos pues de felicitarnos ante la actitud de un hombre que no ha querido arrastrar la dignidad de una institución milenaria por el cochambroso fango de una sociedad que ha reducido las relaciones heterosexuales a un banal encuentro entre libidos, que buscan tan sólo un fugaz desahogo de su tensión existencial. Y luego, ese ponzoñoso “Buenos días, tristeza” con el que tituló Françoise Sagan la depresiva novela que la hizo saltar a la miserable fama del nihilismo europeo.
Es ahora precisamente cuando hay que aclamar a un buen diestro y decirle a voz en grito: ¡Torero!
Los hombres inteligentes no hace buenos maridos. Por la sencilla razón de que los hombres inteligentes no se casan. Recurriendo a los similes taurinos, tan acertadamente utilizados en la nota, me permito completar la imagen. Este hispanísimo varón por lo visto tenía ya los huevos como los de un toro de lidia: hinchados y colgando por los suelos. Todo por obra y gracia de la familia de la novia al completo. Y en lo que respecta al futuro ya se veía con una cornamenta de astado de raza brava. Un Mihura completo, pero en el mal sentido. Ha preferido desertar… Leer más »
En una televisión una tertuliana de escotes generosos, decía, que tendría que haberse casado, pasárselo bien en la boda y luego al año divorciarse. Como esa tertuliana pensaban la mayoría. Vamos a ver aunque la boda no sea por la iglesia y sea en los juzgados, no deja de ser un compromiso que se firma y se compromete con ciertos artículos del Código Civil. Tanto escote, tanto botox, tantas extensiones de pelo y tanto tacón nos nubla el pensamiento.
Todo lo que dice el artículo podría tener un pasar si se mirase con generosidad. El problema es que el colega se ha arrepentido justo en el último momento, cundo ya había comprometido palabra, ilusiones, amigos, invitados e imagen social. Este tipo es un místico medio pirado, que encima se ha convertido en un chiste. Aquí no hay valentía ni huevos lo que hay es la indecisión de un neurótico de tratamiento ( Ya dice Dante en la Divina Comedia que a los tibios no los quieren ni en el infierno), La que ha salido ganando es la novia.
Ole y ole por este chaval! Todo mi apoyo y cariño por su decisión!
Pensandolo bien, la novia es medico, lo cual se traduce a asesina. Quien sabe, lo mismo ha despertado y decidio cancelar la boda.
Idiota, sin paliativos
Un ejemplo insuperable de hasta dónde puede llegar la idiotez cuando su estado es grave.
De idiota nada, la gran mayoría de los médicos no han sido más que verdugos aplicando protocolos asesinos y defendiendo la inoculación del veneno de muerte, si acaso idiota tú
La idiota seras tu. Todo medico que sigue ejerciendo tras la plandemia es un asesino, al no ser que sea idiota y no tenga ni la mas misma idea sobre medicina.
Eso, reafirma tu idiotez. Espero no uses la sanidad, hay médicos asesinos