Antonio Cantero, la pincelada mágica del paisajista
Por Alicia Roffé Gómez.- Pintor malagueño nacido en 1957, parcialmente realista, con influencias varias, combina su estilo con cualquiera que sea bello, pues llega a mezclarlo incluso con el arte povera.
A los 16 años empezó a estudiar Bellas Artes en la Escuela de Artes y Oficios de Málaga, que abandonó pronto para formarse con profesores particulares, como el reconocido pintor Juan Baena o Luis Bono. Ha sido profesor de pintura durante quince años en un taller de formación ocupacional, y actualmente imparte clases en cursos de verano de pintura al aire libre, en Dos Hermanas y en Santo Ángel, de calle Ayala, 26. Ha participado en unos 600 certámenes de pintura rápida al aire libre por España, aspecto en el que destaca, obteniendo más de 90 primeros premios, como no puede ser de otro modo debido a que es un profundo admirador de los pintores valencianos afincados en Málaga, conocidos como los “malagueñeros” del siglo XIX, autores como Ferrándiz Terán o Simonet, de gran calidad pictórica y centrados en esta provincia, e interesados por el paisaje natural para el primero, y en modalidad de jardín para el segundo artista.
La obra de Cantero refleja su dualidad, debido a que ha sido profesor de fontanería y a la vez de pintura en los talleres de formación ocupacional Padre Jacobo en calle Ayala de Málaga. Su viveza, arte, originalidad e ingenio le llevan a conseguir vivir de la pintura gracias a los premios que obtiene, así como al medio centenar de exposiciones, -como la realizada en Zafarraya titulada La luz y el color en el paisaje-, y a las ventas realizadas.
Las paredes de la Galería, el espacio cultural Artsenal, en el Muelle Uno, justo enfrente de la entrada del Centro Pompidou, ha sido durante años el espacio donde mostraba sus obras pictóricas, ricas en paisajes rurales, urbanos y de la bahía. Extrae la belleza de las murallas de la Alcazaba, de la Alhambra, o de pueblos andaluces y castellanos, pero también de detalles como partes del puerto o una simple chumbera, un cardo, unas palmeras o una ventana, rivalizando con Monet al pintar los nenúfares de su casa de verano, la Chicharra, cercana a Antequera. Emplea técnicas depuradas, maneja la espátula con sabiduría, y trabaja en sus óleos a diario, empleando el goteo y el puntillismo como acabado de numerosas pinturas suyas. En la actualidad realiza más óleos sobre tabla que sobre tela.
Antonio Cantero Tapia es un maestro del paisaje y de la pintura del natural, porque se está convirtiendo en su forma de vivir de la pintura gracias a diversos concursos al aire libre a los que asiste una o dos veces por semana desde hace unos 15 años. Trabaja sin parar también en su taller, pues se trata de un trabajador incansable. Destaca por la fuerza de los contrastes entre las luces y las sombras y entre los colores complementarios. Destaca igualmente por las pinceladas alargadas, algunas de las cuales acaban la obra con una nota muy personal. Su obra es colorista y, al mismo tiempo, está enraizada en la tradición de la escuela malagueña. José Ruiz y Blasco, padre de Pablo Ruiz Picasso, y Bernardo Ferrándiz, fueron pintores que, junto a Muñoz Degrain -quien era responsable de la Escuela de Paisaje del Centro malagueño-, crearon la Escuela de Pintura malagueña.
En sus creaciones artísticas referentes a los certámenes en los que participa, refleja principalmente paisajes en los que el motivo principal suele ser el exterior de una ciudad o de un pueblo del centro o del sur de España, en los que pinta al aire libre mostrando su curiosidad y sentido de la aventura, su punto de vista único desde el que poder realizar un dibujo, cualidades esenciales para un pintor.
Las casas se pintan con cielos cada vez diferentes, la luz tiene un papel predominante porque los verdes se oscurecen siempre pero cada vez adquieren un color o matiz novedoso. Los tipos de planos, los ángulos y los encuadres están en sintonía con la imagen mostrada, por lo que los ángulos suelen ser siempre similares, pero no se adopta un punto de vista sin inspiración nunca. Los dibujos denotan profundidad, crean la ilusión de tridimensionalidad, los árboles van a menudo en primer término y su silueta suele destacar del fondo iluminado por el sol. Los edificios muestran dinamismo y sobresalen hacia nosotros a menudo. Se refleja el volumen y el carácter del lugar.
En ocasiones, hace uso de licencias artísticas acertadas, omitiendo partes innecesarias, por ejemplo. Árboles imponentes suelen ser el complemento perfecto en un equilibrio de líneas horizontales y verticales. La composición es cuadrada frecuentemente, pero asimétricamente equilibrada. Cuando pinta durante la primera hora de la mañana o la última de la tarde, crea las sombras más dinámicas con una luz angular y sesgada, pero si pinta a mediodía capta el calor de la luz del sol y las sombras que se proyectan. Las montañas, o sea los gigantes dormidos, aparecen asiduamente, con diversos tonos donde predominan los violetas y rosados, los árboles tienen diversas personalidades reflejadas con excelencia, y los colores complementarios crean sabiamente profundidad a la vez que contrastes. La perspectiva atmosférica aparece en forma de capas que producen la ilusión de profundidad y va acompañada con hermosos fondos que se desvanecen. Pequeños detalles llamativos rojos causan estallidos de color, dando energía a estas pinturas.
Por su calidad humana y artística, reivindicamos aquí un puesto honorífico como podría ser un doctorado honoris causa en Bellas Artes y una medalla al mérito artístico. Si existiera, Chiqui Cantero, como lo conocen sus amigos, sería merecedor de una pensión permanente del Estado por la valía de su obra.