La deslealtad: cáncer de las FFAA y de las de orden público
Francisco Bendala Ayuso.- Parece que por fin se ha producido un hecho esperado desde hace décadas… unos cuarenta años; hecho que esperemos sirva de ejemplo y cunda, que demuestra que no era tan difícil y que, dicho sin ánimo de vanagloria, nos da la razón de cuanto hemos venido denunciando aquí.
Frente a la propuesta de la infame secretaria de Estado de Defensa, Adoración Mateos, tan sectaria, por marxista-leninista, como su jefa, Margarita Robles, por la que pretendía ascender a general a un coronel del Cuerpo de Interventores que ni por asomo se lo merecía, ni tampoco podía sin vulnerar las normas –lo que a dichas dos individuas les da igual según su costumbre más que demostrada–, se han opuesto varios generales hasta el punto de amenazar con dimitir en grupo si la cacicada se llevaba a efecto. El resultado ha sido que tanto la una como la otra se han bajado las… y han echado marcha atrás ascendiendo a quien según dichas normas le correspondía. Por el contrario, hace unos días, Marlaska –ese de quien Dolores Delgado nos dijo que es maricón– ha ascendido a General de la Guardia Civil al Coronel David Blanes saltándose todo lo habido y por haber, sin que ninguno de los generales de la Benemérita –¿o será Malamérita?– haya dicho ni pío.
Cuando la obediencia y disciplina se convierten en sumisión permitiendo además fragrantes cacicadas, es decir, decisiones que vulneran directa y abiertamente, sin lugar a duda, leyes, normas o conceptos, tales como el honor, se incurre en manifiesta y voluntaria complicidad más dolosa y culpable aún que la de quien comete la tropelía o el que se beneficia de ella porque sin ese sometimiento no lo lograrían ninguno de ellos; como vemos que ha ocurrido en el caso citado al comienzo de este artículo.
Llevamos décadas en las que en las FFAA, como en las de orden público –también en las civiles, que conste- los políticos y sus paniaguados vienen ejerciendo cual sátrapas porque los miembros de dichas instituciones lo permiten e incluso apoyan sea por cobardía, interés personal o sectarismo ideológico, que de todo hay, que son los tres pilares de la deslealtad, el cáncer que las corroe, de cuyos perniciosos efectos se vienen aprovechando los políticos y sus paniaguados sean del color que sean, porque para eso todos, por el momento, han demostrado estar cortados por el mismo patrón.
Y decimos deslealtad, sí. Deslealtad a España, al pueblo español, al juramento que hicieron voluntariamente, también deslealtad a ese jefe caciquil e incluso deslealtad a ellos mismos al quedar sin honor ni dignidad, es decir, reducidos a vulgares traidores delito del que, no lo duden, y crean ellos o no, tendrán un día que dar cuenta por el gravísimo daño producido a terceros.
Y el daño es hacer que nuestras FFAA y de orden público estén sometidas a la peor de las normas que es la de esperar del favor y temer de la arbitrariedad que todo lo corrompen –también en lo material, sólo consecuencia de la corrupción moral–, cuando aquél y ésta, que todo lo envenenan, dividen y destruyen, se imponen por el político de turno, quien lo consigue sólo gracias al silencio cobarde de unos, el egoísmo por el beneficio personal de otros o el sectarismo ideológico de no pocos, de los subordinados.
Al jefe se le obedece siempre que cumpla con sus obligaciones, lo que además hay que exigirles, siendo la principal la de atenerse a la ley y las normas. Al jefe se le debe lealmente decir con toda claridad cuándo vulnera la ley, la norma o la mínima decencia. Al jefe hay que dejarle claro que no puede hacer lo que le venga en gana, que no tiene patente de corso. También, que no puede cambiar las reglas de juego con aviesas intenciones. Al jefe hay que decirle que, caso de que se empeñe en tan abyecto proceder, se va a quedar sin FFAA o de orden público –o sin ministerio–, porque tras la dimisión en masa de quienes corresponda, no va a encontrar ni un Cabo, guardia, agente o bedel que acepte sustituirles.
Tanto para militares, guardias o agentes, y civiles, en caso de guerra lo que hay que dar por la Patria, por la nación, por el pueblo, es hasta la vida, pero en ausencia de ella, en la paz, ha de ser, si fuera menester, hasta el cargo. Si se hubiera tenido claro todo lo dicho, otro gallo nos cantaría hoy, pero no fue ni es así, unos por mera cobardía, otros por ambiciones personales y otros por sectarismo ideológico, han conseguido destruir los principios fundamentales de nuestras FFAA y de orden público –también de las civiles– inyectando en ellas el favor y la arbitrariedad, dividiéndolas, corrompiéndolas, dejándolas inservibles, para el arrastre. ¿La responsabilidad? Más de los que se sometieron que de los políticos de turno, que nadie lo dude. La corrupción que se achaca a éstos se hubiera abortado en sus más endebles inicios, en cada caso, si a quienes les tocó dar la cara por tener la autoridad y responsabilidad inherentes en cada momento, lo hubieran hecho. El valor no se supone, eso es una estupidez que sirve sólo para amparar la cobardía, el interés y el sectarismo. El valor, si se tiene, se demuestra a cada minuto con nuestro proceder tanto en lo profesional como en lo personal.
¿Cundirá el ejemplo de lo ocurrido? Bueno, la esperanza, incluso a base de perderla durante tantos años, la seguiremos conservando… aunque sea apuntalándola desesperadamente.
Está todo comprado y anulado ya desde hace la leche, dejaos ya del rollo de la patria. Es un ejército mercenario, una empresa, al servicio del poder de turno y de quién paga. Corrupto e inoperante, aparte para qué queremos militares y si hay bases de otro país enemigo de medio mundo. En las guerras mueren los tontos o a los que pillan, que en verdad ni se enteran de lo que pasa o van engañados. Los ejércitos son los asesinos de los poderes plutocráticos y financieros. Lo de la patria es ya a estas alturas un rollo macabeo. ¿Cuántos… Leer más »