Salve Sevilla, los cristianos malagueños te saludan
Pedro Ignacio Altamirano.- Son ya muchos años advirtiendo que nos estamos cargando el alma de la Semana Santa malagueña, para una vez desalmada, convenirla en un instrumento mercantil al servicio de los intereses económicos de unos pocos que es lo que es hoy.
En otro artículo anterior con el titular “El Sambódromo” denunciaba la minuciosa estrategia para robar a los malagueños su sentimiento religioso, secuestrándole el derecho a disfrutar de sus cofradías en la calle: o pagas, o no ves. Poco a poco fueron levantando muros de la vergüenza, modificando los recorridos para que entraran más y más tribunas con silla de pago.
Ello consiguió el alejamiento del pueblo con sus cofradías, con sus Sagrados Titulares. Se prohibió que el pueblo acompañara a sus imágenes apretadas entono a sus tronos. Se acabaron las sillas amarradas en la calle Granada a la espera de las cofradías, las saetas, las lluvias de pétalos en los balcones, hoy también pagados a precio de ricos europeos que no entienden lo que ven.
Eso sí, las calles repletas de mesas de los restaurantes, que dejan sin espacio a los ciudadanos para que engorden las cajas registradoras de unos pocos. Ni esquinas donde ver, ni calles por las que pasar, ni mucho menos podemos acompañar como antes a nuestros tronos callejeando junto a ellos.
La Semana Santa sin el pueblo cristiano al lado de sus imágenes, es una Semana Santa sin alma. Lo han conseguido. Pueden estar orgullosos, pero sin atreverse a mirar a los ojos de los Sagrados Titulares, cuando se los encuentre de frente, en esas tribunas para el ego.
Los malagueños estamos siendo expulsados de “nuestro centro histórico” por los apartamentos turísticos y por las interminables terrazas. Hoy es “nuestra Semana Santa” la que nos la quita, dando imágenes como la de hace poco, de ver a los malagueños separados por altas vallas dignas de Guantánamo, que recorrieron las redes sociales hasta que las quitaron, que sino aún estaría puestas. Hoy las vallas de la indignidad han sido sustituidas por las invisibles con forma de silla de pago. Una desvergüenza total.
Al otro lado nuestra hermana Sevilla, odiosas las comparaciones, pero es de justicia dar al Cesar lo que es del Cesar, en esta caso a nuestra amada Híspalis, donde han conseguido con mucho cuidado, y siempre arropado por el pueblo católico sevillano, que su Semana Santa conserve intacto y aumente el alma cristiana, la devoción y la fe que le da sentido.
Ver esas calles estrechas, a reventar de gente sin caber, los pétalos que llenan las calles, las saetas, las miradas cercanas a pie de paso, el olor a cera y los sentimientos de los que te rodean apretujados. Tienen Tribuna y sillas sí, pero las justas. Alma, Sevilla tiene alma católica y la defiende como un solo pueblo que puede acompañar callejeando a los pasos.
Sevilla está tan llena o más que Málaga, sus hosteleros ganan igual o más que los malagueños, pero en torno a la verdad, en torno a la tradición y el costumbrismo; al saber conservar ese perfume a barroco sevillano tan espectacular y universal: soy así y quien quiera que me quiera como soy. Ese es el reclamo de Sevilla en el que te advierte a los que vas. Todo coherencia, todo alma.
Antes defendía, como otros tantos cofrades que la Semana Santa de Sevilla y Málaga no se podían comparar, que eran cosas distintas. Hoy por desgracia no puedo decir lo mismo: Sevilla tiene una Semana Santa y en Málaga un circo de tres pistas.
¡Ah! Se me olvidaba. Mensaje a los Sevillanos. Bajo ningún concepto permitáis que Sevilla recorra el camino de Málaga. Bajo ningún concepto.
Yo no veo esa diferencia, suprimanse TODAS LAS CARRERAS OFICIALES, no les llaman negocio para privilegiados, y los demás que se fastidien porque suena muy fuerte, pero es así, la Semana Santa es para vivirla andando en y recorriendo las calles. No para estar sentado