España es diferente… o anormal (El blanqueo de los cuervos)
Roberto Montes.- España es diferente… Más allá del tópico o de la fórmula consabida, cabe preguntarse si esa diferencia, propuesta en su día en tonos folclóricos con intención turística, en una España ansiosa de “venderse” a través de esa originalidad que la hacía distinta a sus inmediatos vecinos, pero no tanto en sentido político (que eso era tema delicado), sino en hábitos, costumbres, mentalidad, modo de vida, clima y cocina, es decir una diferencia deseable, atractiva y apetecible, no se ha convertido con el tiempo en simple anormalidad. Porque profundamente anormal es lo que acontece a diario en este bendito país poblado de españoles. ¿Será entonces esa diferencia, otrora cantada sobre otros tonos, la anormalidad que hoy es el hecho diferencial español que nos identifica ante el mundo?
Tomemos (casi) al azar un hecho cualquiera de los que nos regala a diario nuestros gobernantes y demás líderes políticos. Por ejemplo una noticia, no reciente, ya sepultada entre el amontonamiento de despropósitos que es la acción de nuestros gobernantes. Una simple “anécdota” entre tantas otras.
De la prensa: ”Pedro Sánchez permite el homenaje a un terrorista”. La cosa fue hace un año, con ocasión de un homenaje a Henri Parrot, autor de 39 asesinatos, finalmente desconvocado y sustituido por concentraciones para pedir su libertad. El gobierno se bajó entonces los pantalones, en medio de sus negociaciones con los proetarras para contar con su apoyo, y se hizo el despistado con ese dispuesto homenaje al terrorista. Pedro Sánchez fue justamente acusado de complicidad y permisividad con actos de exaltación y reivindicación de actos terroristas. Bien, nada nuevo bajo el sol. Ya sabemos de qué pasta está hecho el “Bello Antonio”.
España es, pues, diferente. A las pruebas nos remitimos. Habría que determinar cuál es la naturaleza de esa diferencia, dónde residen los fundamentos de esa diferencia, de qué naturaleza es el mal que afecta a España, y cuyas manifestaciones más chocantes son acontecimientos como el de esta noticia, aquí recuperada para esta reflexión.
En efecto, esto es impensable en otros países. Cosas así nos sitúan fuera de la normalidad democrática y cultura de los países europeos. Estas cosas simplemente no son propias de sociedades civilizadas. Esta clase de situaciones es el síntoma de una grave enfermedad política, social, cultural, moral… Una sociedad sana no permite ni tolera estas aberraciones. Las pone fuera de la ley, las proscribe, las persigue, las castiga.
En España se observan situaciones inauditas y se impone en el espacio público cada vez más un lenguaje que denota un mal profundo, una quiebra moral aterradora (que augura un futuro muy inquietante): homenajear a víctimas del terrorismo es cosa de fascistas, de intolerantes (las propias víctimas del terrorismo son tratadas muchas veces de fascistas: la descalificación mayor, o sea basura, escoria social y criminal), pero homenajear a terroristas es cosa de antifascistas, de demócratas, de gente de bien. Vivimos en una perversa inversión de roles y de valores. En este nuevo reparto de papeles, las víctimas se han convertido en verdugos y los verdugos en víctimas. Y este maligno malabarismo dialéctico no es el relato de algunos fanáticos, descarriados y trastornados, sueltos o amontonados, sino que es el discurso insistente de medios de comunicación, de personajes públicos, de políticos, de gente del propio Gobierno, etc…
El mismo Gobierno que en su día dio órdenes para sancionar a cualquiera que no se pusiera una mascarilla en el campo, por otra parte autoriza homenajes (que cuentan con la debida protección policial) a criminales con sangre hasta las cejas, o hace la vista gorda y mira hacia las nubes. ¿Alguien puede dudar de que España no sufre de alguna enfermedad grave, tal vez terminal? ¿Este gobierno y estos gobernantes no son acaso el reflejo de una sociedad que lo han colocado donde están?
El jefe del Gobierno lamenta un día en el Parlamento la muerte (natural) de un terrorista, permite otro día el homenaje público a otro terrorista. ¿Qué será lo próximo? ¿Que la Fábrica de Moneda y Timbre emita algún sello con la imagen de Josu Ternera? ¿Un minuto de silencio en toda España en memoria de los gudaris caídos por la libertad de Euskal Herria?
Terminaremos viendo al posturitas de la Moncloa tomando chiquitos en una herriko taberna llena de carteles de “Presoak kalera” rodeado de colegas con tres aritos en las orejas y tipejas con pañuelo palestino y flequillo batasuno. Si eso le puede asegurar un cuarto de hora más en el poder, seguro que lo hará.
Decía Séneca: “Odio el débil cerebro, el corazón perverso, que ennegrece la paloma y blanquea al cuervo”.
Este es el signo bajo el cual vivimos. Eso no es ser diferente, es ser anormal… Nuestra sociedad es anormal, nuestros gobernantes son anormales, las políticas que nos dirigen son anormales, los valores que rigen nuestras vidas son anormales…
La gente cree que lo corriente, pues no se da cuenta…o sí que puede ser anormal, es lo normal..La gente basa su comportamiento en lo que se promulga en las leyes, que no son otra cosa que obra de los que controlan el poder legislativo, incluso a veces, y muchas extralimitándose, también lo hace el poder ejecutivo. Y en cuanto a la tolerancia con las acciones y actuaciones del Gobierno, pues lo mismo. Para mucha gente La ley es su código de conducta sin que se lo recrimine la conciencia porque ¿es legal, no ? Pues allá películas. Pero en… Leer más »
Y a vosotros nanzis .