Las bases de Vox Alicante se sublevan contra la cúpula al grito de «¡Esto es comunismo!»
Toni García (Agencia 6) Las bases de Vox están muy cansadas del maltrato al que la reducida cúpula del partido las somete. La falta de democracia interna o sencillamente, de actividades en las que puedan participar más allá de hacer bulto o entregar su dinero al partido, han causado un enorme malestar que se ha traducido en una fuga de militantes primero y en una abrupta caída de las expectativas electorales después.
Aunque es una situación que se extiende a toda la geografía española, la militancia de Alicante estalló contra su cúpula, especialmente tiránica, en el primer acto de «las tardes de Vox» celebrado en el restaurante el Castell, tras más de doce meses sin organizarse.
No contestar es comunismo
Las tardes de Vox solían consistir en un distendido encuentro entre militantes, al que también acudía la cúpula para conocer sus impresiones e intercambiar pareceres e ideas, sin embargo, a medida que Vox perdía democracia, también dejo de celebrar estos actos, que pasaron de ser semanales a anuales.
La frustración por los recientes escándalos de Vox alicante afloró en el turno de preguntas, donde las exclusivas que Agencia6 ha presentado en primicia ocuparon un lugar de privilegio.
Por descontado, Mario Ortolá, concejal del ayuntamiento de Alicante y maestro de ceremonias del encuentro, no quiso responder a las cuestiones más polémicas, limitándose a tirar balones fuera que fueron duramente replicados por los escasos presentes al grito de ¡Esto es comunismo!, ¡No responder al pueblo es comunismo!
Preguntas incomodas
La organización de Vox ya esperaba problemas, por lo que se intentó ofrecer el micrófono solo a los afines y conocidos, llegando a darse la situación de ceder la palabra hasta tres veces a la misma persona para evitar que un respetado afiliado interviniera en contra de la cúpula, a la que tachó de mentirosa en varias ocasiones y de viva voz.
Sin embargo, el férreo control de las intervenciones no fue suficiente para frenar la avalancha de quejas. Los afiliados recriminaron a Vox que no acudiera al acto organizado por Toñi Santiago en homenaje a las víctimas del terrorismo durante el verano y exigieron explicaciones a los responsables de la orden de no asistencia, que solo respondieron con elusivas referencias a la bochornosa entrevista de Santiago Abascal en Es Radio.
Otros afiliados viajaron desde Elche para exigir una explicación por la arbitrariedad en la selección de coordinadores y candidatos en las listas, pero muy especialmente para aclarar el escándalo del nuevo coordinador de la ciudad de las palmeras, el ex de ciudadanos Rubén Maestre, quien tan solo un año antes llamaba a combatir a Vox.
Otros sencillamente se preguntaban qué papel tenían las bases, reducidas a meros bultos para rellenar eventos como el que servía de escenario a la dantesca situación y criticaban que sin más participación de los militantes, los resultados electorales seguirían la senda de Andalucía y pronto, la de Ciudadanos.
Respuestas insuficientes
Tan solo respondió a las airadas preguntas Mario Ortolá, quien nervioso y titubeante se limitó a negar la falta de participación, aludiendo a las mesas informativas que se organizan cada semana y en las que los afiliados ocupan un papel de meros figurantes y responsabilizó a los estatutos y la cúpula de Madrid de la selección de las listas. «El tema de las listas no es un tema participativo», zanjó el concejal y marido de Ana Vega, respondiendo al menos, aunque de forma involuntaria, a todo aquel que minutos antes acusaba a Vox de ser «un chiringuito de cuatro o cinco personas«.
Mientras el esperpento se desataba en el interior del pequeño local, podía escucharse como desde el exterior unos cuantos militantes que habían abandonado minutos antes el lugar visiblemente airados profetizaban el incierto futuro de los de Abascal al grito de «¡Viva Macarena Olona!».
lo mejor que pueden hacer es irse de ese partido de garrulos engreidos que es vox
¡viva macarena olona!
estoy de vox hasta las narices, son unos puñeteros dictadores