Andrés Palomares.- El atentado fallido contra Alexander Dugin​, que ha desembocado en el asesinato de su hija, forma parte de la propaganda y de la guerra de la información cada día más demente del régimen ucraniano golpista y sicario de los EEUU, desesperado porque está perdiendo la guerra y se va a derrumbar pronto. Ha llegado al punto de pensar que matando a un filósofo y analista político van a conseguir cambiar algo en el curso de las cosas. Siempre será más fácil asesinar a un hombre de pensamiento que conseguir una victoria sobre el campo de batalla. Rusia ha ganado esta guerra. Occidente no sólo ha perdido esta guerra, Occidente está perdido. Está dando manotazos de ahogado. Punto final.

​Si hubieran logrado eliminar a Alexander Dugin, el caricaturizado “cerebro” de Putin (el “Rasputin de Putin”)​, que supuestamente ha inspirado la invasión de Ucrania y sería el consejero espiritual del inquilino del Kremlin, toda la organización criminal que es hoy por hoy Occidente (sus gobiernos, sus gobernantes, sus élites, sus propagandistas y voceros…), estarían celebrando esa “victoria” en su lucha contra el peligro absoluto que representa esta Rusia que mantiene en alto la llama imperecedera de la verdadera humanidad frente a los agentes de esta empresa satánica que quiere someter al mundo a sus monstruosos planes de destrucción y esclavitud.

​Antes de este trágico suceso, Dugin​ ya tenía el aspecto de un profeta ruso. Hoy la Providencia le otorga ese estatus.

​Los medios occidentales, a sueldo de sus patrones, ha demonizado a Dugin durante años, lo han convertido en el cerebro maldito que está dirigiendo a Putin en su supuesto afán de recuperación de la URSS, del Imperio Ruso o simplemente de su voluntad de acabar con la hegemonía y el unipolarismo de los EEUU (Europa occidental no es más que un grupito de provincias administradas por gobernadores colocados por Washington).

En realidad, es más que probable que Dugin nunca haya sido recibido por Putin y que sus ideas no hayan tenido nunca gran influencia en el Kremlin. Pero nada de eso tiene importancia, porque Dugin se ha convertido en un espantajo caricatural en el espíritu de un Occidente controlado por la propaganda de sus élites. En contradicción con el retrato habitual que ofrecen de Alexander Dugin, con sus supuestos lazos con los dirigentes rusos y su influencia sobre la política rusa, éste “teórico y místico de extrema derecha” nunca ha tenido más que un impacto limitado y periférico sobre la política de su país.

Los medios occidentales que han deformado el personaje y los gobiernos occidentales que lo han puesto en la picota de manera insensata son totalmente cómplices del asesinato de su hija Daria Dugina.

Algunas personas, en Kiev, en Londres o en otras partes, van a pagar un elevado precio por este crimen odioso.