Declive económico de la Barcelona de Colau
Estamos ante una Barcelona confusa, sin claridad ni precisión en su presente ni en su futuro; podríamos incluso asegurar que Barcelona está desdibujada. La Ciudad de las oportunidades perdidas y las iniciativas evitadas. Parece que Barcelona ha agotado la óptica urbanística práctica. Ha dejado de ser atractiva y transitable para pasar a ser es un laberinto: calles de colores, supuestos bancos de hormigón y cortes de circulación en vías principales.
Los estímulos económicos van desapareciendo, las infraestructuras culturales están reprimidas, tenemos un Gobierno municipal que entorpece y obstaculiza inversiones y proyectos. Están en nuestra memoria la pérdida de la Agencia Europea del Medicamento, el Hermitage o la ampliación del aeropuerto, por nombrar tres ámbitos diferentes; sin olvidar los hoteles Hyatt y Four Seasons.
Barcelona está dejando pasar inversiones y proyectos, privando a nuestra Ciudad del éxito de una marca sobresaliente, una Ciudad resplandeciente a la que nos tenía acostumbrados. Los que nos sentimos más barceloneses que el “panot”, reclamamos que, más pronto que tarde, tengamos gobernantes que no entorpezcan ni se interpongan en las buenas intenciones de planes para la Ciudad. Acciones que son favorables no sólo para las inversiones económicas, si no para mantener población que, año tras año, se pierde, población que a pesar de haber nacido, crecido y formado en Barcelona, empieza a alejarse de su ciudad para ir a la búsqueda de calidad de vida. Una Ciudad que ya no ofrece ningún estímulo y que la prosperidad empieza a ser un sustantivo sustituido por otro: decadencia.
Y para cambiar un poco el tono, algo de euforia después del Mobile. Queda claro que Barcelona es un hub tecnológico de primer nivel sin ninguna duda; la ciudad alberga mucho talento, pero se debe reforzar la confianza para emprender.
La inconcreción reina en nuestra ciudad, el Plan Director Urbanístico Metropolitano, el sustitutivo del Plan General Metropolitano aprobado hace 46 años y aún vigente, no acaba de ver la luz, y así afecta a La Sagrera y a otros proyectos como, por ejemplo, la planificación de la fachada marítima del río Besòs.
En mi imaginario de deseos, contemplo una Barcelona abierta, justa, innovadora, habitable y Valiente. Una capital para vivir y convivir, con espíritu cultural y empresarial, que aglutine poder político, económico y financiero. Un gobierno valiente, que no tenga miedo a tomar decisiones.
*Concejal de Valents en el Ayuntamiento de Barcelona