El patriarca Kirill de Rusia: “Si la humanidad acepta que el orgullo gay no viola la ley de Dios, entonces la civilización humana perecerá”
El patriarca Kirill de Moscú y de toda Rusia celebró la Divina Liturgia en la catedral de Cristo Salvador de Moscú. Al final del servicio, el primado de la Iglesia Ortodoxa Rusa pronunció un encendido sermón en el que justificó las causas de la guerra, respaldando el discurso de Putin sobre Ucrania.
Ese discurso no sorprende a quienes han seguido de cerca la evolución de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que desde hace varios años se presenta como la máxima defensora de la moral social y los valores tradicionales rusos en el contexto de la «guerra cultural» dirigida por un Occidente «decadente».
El argumento principal del sermón de Kirill sirve para justificar la invasión rusa de Ucrania, ya que Occidente pone a prueba las leyes naturales de Dios: «Hoy hay una prueba de lealtad a ese poder [occidental], una especie de pase hacia ese mundo ‘feliz’, un mundo de consumo excesivo, un mundo de aparente ‘libertad’. ¿Saben en qué consiste esta prueba? La prueba es muy sencilla y al mismo tiempo aterradora: se trata de un desfile del orgullo gay”. En este sentido, la palabra bíblica paradójicamente consagrada al «perdón» sirve para justificar la guerra en la tradición bizantina del cesaropapismo: «Y así hoy, en este domingo del perdón, yo, por un lado, como su pastor, los invito a perdonar los pecados y las ofensas, incluso cuando es muy difícil hacerlo, cuando la gente está peleando entre sí. Pero el perdón sin justicia es una rendición y una debilidad. El perdón debe, pues, ir acompañado del derecho indispensable a estar del lado de la luz, del lado de la verdad de Dios, del lado de los mandamientos divinos, del lado de lo que nos revela la luz de Cristo, de su Palabra, de su Evangelio, de sus mayores alianzas entregadas al género humano”.
Reproducimos el sermón del patriarca Kirill:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
A todos ustedes, mis queridos Señores, Padres, Hermanos y Hermanas, los felicito de corazón en este domingo, el domingo del perdón, último domingo antes del comienzo de la Cuadragésima, la gran Cuaresma.
Nota: Se trata de una fiesta específica de los ortodoxos: el domingo del perdón, que conmemora la expulsión de Adán y Eva del Paraíso (Génesis, 3, 22-24: es, pues, el recuerdo del pecado original, pero también de la promesa de la Redención), es el último antes del paso de la Pequeña Cuaresma (equivalente a lo que antes se llamaba Septuagésima en la Iglesia católica latina) a la Gran Cuaresma, los 40 días antes de la Pascua, en los que el ayuno es mucho más estricto, con una dieta totalmente vegetariana. Es, por supuesto, un momento de intensificación de los esfuerzos espirituales.
Muchos seguidores consideran que la Cuaresma es una primavera espiritual. Coincide con la primavera real y, al mismo tiempo, la consciencia de la Iglesia la considera una primavera espiritual. ¿Y qué es la primavera? La primavera es el renacimiento de la vida, la renovación, la nueva fuerza. Sabemos que es en primavera cuando la poderosa savia brota a tres, cuatro o cinco metros de altura y da vida al árbol. Es realmente un asombroso milagro de Dios, un milagro de la vida. La primavera es el renacimiento de la vida, un gran símbolo de la vida. Y por eso no es casualidad que la principal fiesta de la primavera sea la Pascua del Señor, que también es un signo, una prenda, un símbolo de la vida eterna. Y creemos que esto es así, y esto significa que toda la fe cristiana, que compartimos con ustedes, es la fe que afirma la vida, que está en contra de la muerte, de la destrucción, la que afirma la necesidad de seguir las leyes de Dios para vivir, para no perecer en este mundo ni en el otro.
Pero sabemos que esta primavera se ve ensombrecida por graves acontecimientos relacionados con el deterioro de la situación política en el Donbas, casi el inicio de las hostilidades. Me gustaría decir algo al respecto.
Desde hace ocho años se ha intentado destruir lo que existe en el Donbas.
Y en el Donbas hay un rechazo, un rechazo fundamental a los llamados valores que proponen hoy los que dicen ser líderes mundiales. Hoy, hay una prueba de lealtad a ese poder, una especie de pase a ese mundo «feliz», un mundo de consumo excesivo, un mundo de aparente «libertad». ¿Sabe en qué consiste esta prueba? La prueba es muy sencilla y al mismo tiempo aterradora: se trata de un desfile del orgullo gay. La exigencia de muchos países de organizar un desfile del orgullo gay es una prueba de lealtad a ese mundo tan poderoso; y sabemos que si las personas o los países rechazan esas exigencias, no forman parte de ese mundo, se convierten en forasteros.
Pero sabemos lo que es ese pecado, promovido por las llamadas marchas del orgullo. Es un pecado condenado por la Palabra de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Y Dios, al condenar el pecado, no condena al pecador. Sólo lo llama al arrepentimiento, pero de ninguna manera hace del pecado una norma de vida, una variante del comportamiento humano —respetada y tolerada— por el hombre pecador y su conducta.
Si la humanidad acepta que el pecado no es una violación de la ley de Dios, si la humanidad acepta que el pecado es una variación del comportamiento humano, entonces la civilización humana perecerá. Y se supone que los desfiles del orgullo gay demuestran que el pecado es una variante del comportamiento humano. Por eso, para entrar al club de esos países, hay que organizar un desfile del orgullo gay. No hay que hacer una declaración política de «estamos con ustedes», ni firmar acuerdos, sino organizar un desfile del orgullo gay. Sabemos cómo la gente se resiste a estas demandas y cómo esta resistencia es reprimida por la fuerza. Así que se trata de imponer por la fuerza el pecado que es condenado por la ley de Dios, es decir, imponer por la fuerza a la gente la negación de Dios y de su verdad.
Por lo tanto, lo que ocurre hoy en el ámbito de las relaciones internacionales no es sólo político. Se trata de algo más, algo mucho más importante que la política. Se trata de la Salvación del hombre, del lugar que ocupará a la derecha o a la izquierda de Dios Salvador, que viene al mundo como Juez y Creador de la creación. Muchos hoy en día, por debilidad, estupidez, ignorancia, y la mayoría de las veces porque no quieren resistir, se van allí, al lado izquierdo. Y todo lo que tiene que ver con la justificación del pecado condenado en la Biblia es hoy la prueba de nuestra fidelidad al Señor, de nuestra capacidad de confesar la fe en nuestro Salvador.
Todo lo que digo tiene más que un simple significado teórico y más que un simple significado espiritual. Hoy en día hay una verdadera guerra sobre este tema. ¿Quién denuncia hoy a Ucrania, tras ocho años de represión y exterminio de la población del Donbas, ocho años de sufrimiento? El mundo entero calla, ¿qué significa eso?
Pero sabemos que nuestros hermanos y hermanas sufren de verdad; además, pueden sufrir por su fidelidad a la Iglesia. Por eso hoy, en este domingo del perdón, yo, por un lado, como su pastor, los invito a perdonar los pecados y las ofensas, incluso cuando es muy difícil hacerlo, cuando la gente está peleando entre sí. Pero el perdón sin justicia es una rendición y una debilidad. El perdón debe, pues, ir acompañado del derecho indispensable a estar del lado de la luz, del lado de la verdad de Dios, del lado de los mandamientos divinos, del lado de lo que nos revela la luz de Cristo, de su Palabra, de su Evangelio, de sus mayores alianzas entregadas al género humano.
Dicho esto, estamos inmersos en una lucha que no tiene un significado físico, sino metafísico. Yo sé que, por desgracia, los ortodoxos, los creyentes, al elegir en esta guerra el camino de la menor resistencia, no reflexionan sobre todo lo que estamos reflexionando hoy, sino que siguen obedientemente el camino que les indican los poderes en turno.
No estamos condenando a nadie, no estamos invitando a nadie a subir a la cruz, simplemente nos estamos diciendo a nosotros mismos: seremos fieles a la palabra de Dios, seremos fieles a su ley, seremos fieles a la ley del amor y de la justicia, y si vemos violaciones de esta ley, no apoyaremos a los que la destruyen, a los que borran la línea entre la santidad y el pecado, y mucho menos, a los que promueven el pecado como modelo o como patrón de comportamiento humano.
Hoy, nuestros hermanos del Donbas, los ortodoxos, están sufriendo y no podemos abandonarlos, sobre todo en la oración. Debemos rezar para que el Señor les ayude a conservar su fe ortodoxa y a no sucumbir a las tentaciones. Al mismo tiempo, debemos rezar para que la paz vuelva cuanto antes, para que la sangre de nuestros hermanos y hermanas deje de correr, para que el Señor conceda la gracia a la tierra del Donbas, que lleva ocho años de sufrimiento y lleva la dolorosa huella del pecado y el odio humanos.
Al entrar en el tiempo de Cuaresma, tratemos de perdonar a todo mundo. ¿Qué es el perdón? Cuando pides perdón a alguien que ha infringido la ley o te ha herido injustamente, no estás justificando su comportamiento, sino que simplemente dejas de odiarlo. Deja de ser tu enemigo, lo que significa que, con tu perdón, lo entregas al juicio de Dios. Este es el verdadero significado del perdón mutuo por nuestros pecados y errores. Perdonamos, renunciamos al odio y al espíritu de venganza, pero no podemos borrar la culpa humana en el cielo; por eso, con nuestro perdón, ponemos a los que cometen faltas en manos de Dios, para que el juicio y la misericordia de Dios se ejerzan sobre ellos. Para que nuestra actitud cristiana ante los pecados, agravios y ofensas de los hombres no sea la causa de su ruina, sino que se cumpla el justo juicio de Dios sobre todos, incluso sobre aquellos que asumen la más pesada responsabilidad, ensanchando la brecha entre hermanos, llenándola de odio, malicia y muerte.
Que el Señor misericordioso ejecute su justo juicio sobre todos nosotros. Y por miedo a que tras ese juicio nos encontremos a la izquierda del Salvador que vino al mundo, debemos arrepentirnos de nuestros propios pecados. Abordar nuestra vida con un análisis muy profundo y desapasionado, preguntarnos qué es bueno y qué es malo, y de ninguna manera justificarnos diciendo: «Tuve una discusión con tal o cual, porque el otro estaba equivocado». Ése es un argumento falso, es un enfoque equivocado. Siempre te debes preguntar ante Dios: “Señor, ¿qué he hecho mal?” Y si Dios nos ayuda a tomar conciencia de nuestra propia iniquidad, debemos arrepentirnos de esa iniquidad.
Hoy, en el domingo del perdón, debemos realizar la hazaña de renunciar a nuestros propios pecados e injusticias, la hazaña de ponernos en manos de Dios y el acto más importante: perdonar a quienes nos han ofendido.
Que el Señor nos ayude a todos a vivir los días de Cuaresma de manera que podamos entrar con dignidad en la alegría de la Resurrección de Cristo. Y recemos para que todos los que luchan hoy, que derraman sangre, que sufren, entren también en esta alegría de la Resurrección en paz y tranquilidad. ¿Qué alegría hay si unos están en paz y otros en el poder del mal y en el dolor de las luchas internas?
Que el Señor nos ayude a todos a entrar en el camino de la Santa Cuaresma de tal manera, y no de otra, que pueda salvar nuestras almas y promover la multiplicación del bien en nuestro mundo pecador y a menudo terriblemente equivocado, para que la verdad de Dios reine y gobierne sobre la humanidad. Amén.
Un Patriarca que dice la VERDAD, a diferencia de Francisco, el impostor…
En ese aspecto el cristianismo es realmente revolucionario y posiblemente el origen de todo el problema que tenemos actualmente. O mejor dicho la corrupción y degeneración de dicho cristianismo que comienza dando a las feministas una relevancia y una dignidad que hasta ese momento no tenía. Solo hay que valorar a los personajes femeninos del antiguo testamento y a los del nuevo. Porque el feminismo es claramente un subproducto degradado de la cultura occidental y cristiana. No es que la mujer sea esencialmente malvada, es que es mucho más susceptible a ser corrompida, engañada y manipulada ¿Quiénes son a día… Leer más »
De eso estoy completamente segura
Por supuesto que aceptamos que el Orgullo Gay Viola la ley de Dios. Por eso queremos acabar con la ley de Dios.
Defender unos ideales, es una cosa, intentar eliminar a los que piensan diferente es otra muy diferente. Putin había perdido la guerra antes de empezarla, y es muy probable que haya perdido también a Rusia, hundiéndola otra vez en la pobreza y el oscurantismo. Los rusos de ahora no son los campesinos de hacer 50 años. No sacará ninguna ventaja porque el mundo le asfixiará y ahislará. Kiev es más antigua que la propia Rusia (fundada por los nordicos que bajaban por el Río Dnieper buscando una salida al Mar Negro) y aunque sólo queden escombros de la ciudad, Europa… Leer más »