Tu inopia mata (I)
Juan Montero.-En ningún caso sea la capacidad o incapacidad para concebir algo tomada como criterio de verdad axiomática (Edgar Allan Poe)
Mientras que los fanáticos y abducidos por la secta farmacéutica porfían en la ignorancia militante que aun en los casos más pasivos carece en su favor del pretexto de la inconsciencia puesto que es el resultado de una elección continuamente actualizada ante la evidencia del desastre; ahora, que los fallecidos y discapacitados por las inoculaciones criminales suman millones, sale la Comisión Europea con su encuesta para preguntar si queremos que nos continúen subyugando con su pase vacunazi y de crédito social. En años pasados realizaron otro sondeo acerca del cambio de horario que llevan a cabo cada seis meses y el caso que hicieron a los europeos que se manifestaron masivamente en contra ya lo podemos ver. No sé si desean echar otro pulso a los humillados y ofendidos contribuyentes, si tratan de medir el grado de duermevela de la grey zombi o si, por puro masoquismo, aspiran a recibir una lluvia de improperios de cuantos no vamos a permitir que sigan agrediéndonos de este modo.
A fecha de la redacción del presente artículo los ciudadanos europeos se han manifestado abrumadoramente en contra. También los nazis tardaron años en ser juzgados y condenados por sus asesinatos.
Más allá de estos faroles con los que pretenden sin éxito demostrar que van sobrados, vale la pena exponer varios puntos que muchos conocemos pero que ellos desearían ignorar, a saber:
1. Nacimiento de niños con características no humanas de padres inoculados
Los pediatras no dicen nada y la mayoría de los padres, contemplando las consecuencias de su craso error escurren el bulto, pero parientes cercanos de los recién nacidos están empezando a hablar y admiten que los rasgos de los niños no son humanos: mantienen la cabeza erguida a las pocas horas de nacer, corren con andador a los dos meses y presentan órbitas oculares similares a las de los chimpancés. Se desconoce qué otros rasgos no correspondientes a nuestra especie puedan haber surgido. Ahí queda la cosa y los medios globalistas no se darán por entereados a no ser que se les ocurra culpar a otra pretendida variante, al calentamiento global o al heteropatriarcado, que es también muy socorrido. Al parecer los transhumanos ya están aquí pero, ante este nuevo giro de los acontecimientos, podríamos agruparlos en dos categorías: los implantados o ciberántropos y los transhomínidos hijos de Moreau, con rasgos animales. Los que pertenecen al grupo de control son seres humanos corrientes y molientes.
2. Asignación de direcciones MAC
Es un tema que se ha comprobado al menos en dos experimentos, el primero llevado a cabo por el doctor Luis Benito en España y el segundo por un equipo independiente de investigadores en Francia. Los inoculados y algunos individuos a los que se han practicado los invasivos tests del coronavirus transmiten señales, entre las que figura una dirección MAC dinámica. Ahora también, a través de testimonios de informáticos en Canadá y Rusia, se conoce que las transmisiones desde el cuerpo de los inoculados aportan los siguientes datos personales: nombre, fecha de nacimiento, dirección, coordenadas de la posición actual, estado de vigilia, fecha de la primera inyección y fecha prevista para la próxima, dirección donde se produjo la intoxicación, versión del firmware, tipo de CPU y frecuencia.
3. Los inoculados tienen dueño
Los organismos vivos no pueden patentarse, en cambio los genéticamente modificados sí. Resulta pertinente plantearse la cuestión de que, si como afirman numerosos científicos, algunas inoculaciones aparte de tóxicas han sido capaces de modificar el ADN del portador, tal molécula, que contiene la información genética esencial del nuevo transhumano, no le pertenece. En la jerga globalista, le han modificado el software, por lo que es posible que el elemento esencial de su identidad biológica pertenezca a una compañía farmacéutica que, sin indicar el cambalache que se proponía realizar, ahora sea poseedora de un gran rebaño de incautos. Sus directivos se frotan las manos ante el amplio abanico de posibilidades que se les ofrecen, tanto crematísticas como manipuladoras. Sin embargo, sería lógico pensar que este derecho de propiedad conlleva la obligación de indemnizar tanto por el daño causado como por la modificación genética que la terapia experimental ha producido sin que nadie hubiera recibido previamente la información debida.
4. Spike shedding
El desprendimiento vacunal es un hecho sobradamente conocido y según mantienen cada vez más científicos, puede estar produciéndose ese fenómeno, con el llamado desprendimiento de la proteína spike (o spike shedding). De acuerdo con estos investigadores, los fluidos corporales de los inoculados contienen una cierta cantidad de esta sustancia. Existen cada vez más testimonios de quienes aseguran sufrir reacciones adversas cuando se encuentran cerca de los inoculados, sobre todo si pasan mucho tiempo en estrecho contacto con ellos. Para el Consejo Mundial de la Salud, aún no existe un acuerdo amplio sobre el desprendimiento de la proteína spike inducido por vacuna, sin embargo, hay una abundancia de pruebas que indican la existencia del mecanismo por el cual el cuerpo produce vastas cantidades de proteína spike a partir de la inyección, así como un creciente numero de informes anecdóticos de personas que padecen efectos secundarios o síntomas, algunos coincidentes con la enfermedad Covid-19, después de ser expuestos a la proximidad de individuos inyectados. En el canal de Afectados por COVID persistente es algo que se da por descontado. Recordemos que, según el prestigioso cardiólogo Peter McCullough, la proteína spike es potencialmente mortal.
5. ¿Todos con SIDA?
Cuando inicié este artículo era creyente aún en la versión oficial acerca del SIDA. Conocía las declaraciones de Kary Mullis y su estupor cuando empezó a revisar las primeras publicaciones científicas sobre el VIH pero ignoraba prácticamente todo lo demás. Estos tiempos cambiantes aceleran el despertar en todos los sentidos y muchos relatos que se daban por ciertos están cayendo a gran velocidad. El del SIDA es uno de ellos, pero ha sido introducido no obstante en argumentaciones autorizadas y disidentes. El relato oficial, sostiene que la malévola variante ómicron puede estar causándolo y plantea que todo el mundo ha de hacerse un análisis para que la bola del pánico empiece a rodar. Si esta sandez cundiera entre los mensos volveríamos a la casilla de salida, ya que si la única manera de enterrar la plandemia ha sido hacer cada vez menos tests, el modo más eficaz de empezar otra es aconsejar análisis masivos. La versión defendida en muchos medios alternativos también alienta el miedo y supone que el virus no aislado pudiera contener fragmentos del VIH, y ya hemos hecho un pan como unas hostias. Dejemos al SIDA en paz y convengamos que el desplome del sistema inmunitario de los inoculados ha sido ya reconocido por todos los facultativos íntegros e incluso la Agencia Europea del Medicamento ha advertido de este efecto ineludible: cuantas más dosis de venenos han sido inyectadas, mayor es la ocurrencia de este fenómeno.
El que puedan adjudicarse al Sars-Cov 2 todos los males físicos (reconocidos explicitamente por las propias compañías farmacéuticas como efectos adversos) y todos los males políticos y económicos se atribuyan a Putin, supone un argumentario en extremo reducido. En realidad la variante agresiva que habría que estudiar es la de la ruindad de estos advenedizos que deberían dedicarse a guionistas de series B de ciencia ficción. Pero, mal que nos pese, siempre hay un elitista o un paniaguado en nómina dispuesto a reforzar cualquier desquiciada teoría que pretenda amedrentar a la borregada. Este es el caso del príncipe Harry, que se une a la troupe de payasos, recomendando que todo el mundo se haga un test del SIDA. De momento, a falta de atrapasueños o ranitas de la suerte, objetos mucho más comprobados y efectivos en comparación, los laboratorios ya se han puesto a fabricar como locos pruebas del SIDA. Aquí no hay un tonto que no busque remedio en una tontería mayor.