El intolerable acoso de Andrea Ropero a Isabel Díaz Ayuso y la buena praxis de Miguel Ángel Rodríguez
AD.- No cuela y por eso que no cuela, asuntos como el de las mascarillas de Almeida o el empujón de Rodríguez a una periodista de La Sexta, no hacen sino poner al descubierto la desesperación y frustración en el pelotón progresista ante la escapada de Feijóo cuando ya se otea en el horizonte la meta monclovita.
La mala praxis de los periodistas al servicio de los intereses políticos y empresariales de la izquierda se pone de manifiesto en el acoso persistente a los dirigentes conservadores. La estrategia es así de simple: el gobierno apunta y la mafia mediática dispara. Que no se engañe el lector. Lo que se busca es que el político acosado actúe de acuerdo a un guión prefigurado. La periodista de La Sexta quiso acosar a la presidenta madrileña con la pregunta que estos días más ha tintineado en los oídos de cualquier representante del PP al que esta gentuza tuviese a mano: “¿Por qué no ha acudido Feijóo a la toma de posesión de Mañueco?” Pues porque no le ha salido de los cojones. Esta habría sido la respuesta más a tono con los merecimientos de la canalla. Pero no.
La mafia mediática progresista ha querido hacer pasar lo de Miguel Ángel Rodríguez en un asunto de la máxima gravedad, con tanta o más enjundia informativa que el misil intercontinental lanzado ayer por Rusia. Lo que hizo Rodríguez fue evitar que una periodista sectaria hostigara a quien, más allá de ser su jefa, sobre todo es su amiga. Porque el interés de la reportera no era informar, sino que la gente interiorizara que Vox es el talón de Aquiles, el punto débil de Feijóo, al que la izquierda teme tanto.
¿Qué estarían diciendo los mismos hipócritas que han secundado la victimización de Ropero, si hoy estuviésemos hablando de un reportero de 13 TV o de Antena 3 que hubiese actuado de idéntica forma ante Pedro Sánchez? ¿Acaso ya hemos olvidado el repugnante acoso mediático sufrido por dirigentes del PP que luego fueron exonerados por los jueces, o cómo muchas de esas imágenes eran luego utilizadas para hacer escarnio contra ellos? ¿Qué pensaría la legión de ofendiditos si cualquier ministro de este gobierno sufriera un acorralamiento tan feroz y tan alejado del pretendido interés informativo como el que sufren algunos líderes del PP?
Si la Dolce Vita (1960), de Federico Fellini, consagró a Paparazzo (Walter Santesso) como entrometido fotógrafo del famoseo de las noches romanas e ilustró un particular proceder de ciertos periodistas, el cineasta Louis Malle, con Vida privada (Vie privée) (1962), un largometraje protagonizado por Brigitte Bardot y Marcello Mastroianni, plasmó el encarnizamiento de la prensa con algunos personajes públicos. Denuncia a la que sumó recientemente el polifacético Mel Gibson, como productor de Paparazzi (2004), cuyo argumento – estrella de cine cuya familia resulta malherida en un accidente automovilístico presuntamente causado por la persecución de unos fotógrafos– nos retrotrae inevitablemente al icono por excelencia del sufrimiento del se manifestaban expresamente dudas. Pero quedó a un lado la discusión sobre la persecución periodística a la protagonista.
En síntesis, el político puede colaborar con el periodista, pero no está obligado a ello. Es decir, no se le puede acosar para que hable sobre esto o aquello, sobre todo cuando esto o aquello tiene mucho que ver con objetivos espurios para dañar una marca, en este caso la del PP de Feijóo.
El estudio comparativo de las normas y estándares que configuran doctrinalmente el ejercicio ético del periodismo muestra a las claras la existencia de unos postulados y recomendaciones que persiguen la protección del derecho fundamental a la dignidad de la persona, amén de consagrar la repulsa de ciertas prácticas profesionales por su deshonestidad. En este caso, a Ropero lo que menos le importaba era la opinión de Ayuso sobre la presencia o no de Feijóo en la investidura de Mañueco, lo que buscaba era algún renuncio verbal que la comprometiese. Así que no nos hablen de ética, caraduras.
La democracia española siempre ha caminado con respiración asistida debido a la pretensión de la izquierda de destruir al adversario. Y es por ello que apelemos a los dirigentes conservadores a que digan ¡basta! y no se dejan amedrentar. Lo único que cabría reprochar a Miguel Ángel Rodríguez es que se pusiera a la defensiva, dando explicaciones que no necesitaba dar, en lugar de soltarle a la Ropero cuatro frescas, que es por ejemplo lo que hacen algunos famosos frente a la actitud intimidatoria de estos payasos.
Lamentablemente, Andrea Ropero lo que ha puesto al descubierto es lo envilecida que está la profesión periodística. Antes se mandaba a los becarios a realizar estos trabajos sucios. En cualquier caso, no cuela que la Ropero se haga la víctima. Y como no cuela se lo decimos. Un logo de La Sexta en un micro no te da derecho a perseguir a una persona que no desea responderte. Da pena que una periodista tenga que humillarse tanto para que sus jefes ganen millones en su nube subvencionada.
Confiemos que Isabel Díaz Ayuso salga viva de este acoso criminal que sufre desde que tuvo el imperdonable atrevimiento de humillar a la izquierda en las urnas. Otras no tuvieron esa suerte: recordemos el linchamiento a la malograda Rita Barberá. Quizás ya sea hora de que nos odiemos mutuamente. En ese terreno, la izquierda acosadora siempre pierde.
Los políticos no sufren ningún acoso criminal por parte del cuarto poder, los medios de comunicación. Sin ellos la democracia sería inexistentes. En las farmacias existe el trankimazin, para templar los nervios y no hacer el ridículo
Justamente los medios de comunicación son los que gobiernan en lugar de la gente, o mejor dicho manipulando constantemente la realidad según la conveniencia de los intereses del poder. Una buena campaña como tantas ha habido es capaz de generar en la opinión pública la idea de que San Antonio de Padua era una persona vil y malvada, por poner un ejemplo.
Desde que paso este episodio y la entrevista de Pedro Sanchez en Antena 3 he dejado de ver la mañana de antena 3 y todos los telediarios.