AD.- Militares, España está siendo asaltada. Hoy mismo, tres guardias civiles han resultados heridos en el salto a la valla fronteriza de Melilla, en el que unos 2.500 inmigrantes han intentado entrar por la fuerza, de los que unos 500 lo han conseguido.

La propia Delegación del Gobierno en la ciudad autónoma habla de “la gran violencia empleada por los inmigrantes, que iban provistos con garfios, palos y tornillería en los zapatos y que se han dedicado al lanzamiento de piedras, ha supuesto que rebasarán a las fuerzas de seguridad marroquíes que trataban de impedir su llegada al vallado”.

Y entre tanto, en vez de estar aquí defendiendo nuestras fronteras y nuestras integridad territorial, os halláis en el este de Europa participando en misiones militares contra Rusia alentadas por lobbis internacionales, cuando los rusos nunca nada nos hicieron. Los enemigos declarados de nuestra patria son otros, los enemigos de España no son los rusos. El Gobierno está permitiendo esta invasión violenta e incesante sin que se os haya oído protestar con la determinación que algunos de vuestros mandos lo hacen contra Putin. Me pregunto si queda un átomo de patriotismo en vuestros corazones, si la destrucción de España a cámara lenta os rebela tanto como a cualquier español bien nacido.

Hace tiempo que dejé de creer en lo que representáis y hasta en vosotros mismos. Un ejército que no impide los asaltos a nuestras fronteras es un ejército que no sirve al objetivo de la defensa nacional.

Las vallas no están para saltarse. La de Melilla parece que está para lo contrario: para saltarse. Si es preciso, y parece que lo es, las Fuerzas Armadas deben pasar a cuestionar la seguridad de ese limes. La Guardia Civil no puede hacer casi nada porque ha sido puesta ahí sin recursos legales ni material adecuado.

Estamos hartos de los mundialistas que alientan la entrada de miles de ilegales cada año. La gente sensata está harta de los  enemigos de nuestra civilización, que no viven en Moscú ni hablan ruso.

Las fronteras y las vallas se defienden con las armas, por supuesto, no con mantequilla de Burgos, ni con soflamas de meapilas laicos, casi siempre subvencionados. Con el dinero de otros hacen fiesta los devotos.

Nadie, nunca, debe saltar la valla de Melilla. Y el que lo intente debe saber a qué se arriesga. Una frontera no es un juego, ni un capricho, ni un coladero, como no lo es la puerta de las casas. Sería ocioso explicar que la fortaleza es siempre, a la postre, más humanitaria, que la compasión peligrosa. Pues una actitud débil incrementa las avalanchas y sus riesgos.

De estas cosas quiere proteger Putin a la población rusa. Sobre todo de la mafia mundialista promotora del cambio demográfico. Por eso no entendemos que algunos tengan la desvergüenza de extrañarse de que nos decantemos por Rusia y no por esa coalición satánica de la que formáis parte.