Sobre políticos e ideas en la crisis actual
Por Alfonso de la Vega.- Estamos asistiendo a un proceso de grave deterioro de nuestra civilización. No solo en España. Pone los pelos de punta observar lo que ocurre en otros lugares tenidos por civilizados. Se trata de un sabotaje cultural y normativo introducido por los políticos al servicio de la plutocracia. Aquí, es patente el deterioro del sistema político constitucional del 78, basado en la figura real y en el turnismo de gobierno entre dos grandes formaciones ayudadas por bandas oligárquicas nacionalistas de la periferia. El sistema, mal que bien, se ha venido manteniendo hasta que fuera desestabilizado tras el 11M y luego se mandase a don Juan Carlos al exilio. Don Juan Carlos constituía la clave de bóveda del tinglado político del 78 que, una vez retirada, amenaza ruina desde entonces.
En la actual crisis es habitual fijarse en las características de los principales actores. Desde luego es interesante observar los aspectos personales de la cuestión. Unamuno se lo explicaba a Joaquín Costa con motivo de su famosa encuesta en el Ateneo madrileño acerca de Oligarquía y Caciquismo. Decía el rector de Salamanca:
«… es menester que se purifique la prensa de su “politicismo”, que hable menos del personaje político tal y cual y de sus idas y venidas y tratas y contratos, sin comentar cualquier vulgaridad que se deje decir el personaje; que se haga más un vehículo de cultura general, que preste oídos a todos los ecos…» (Miguel de Unamuno, contestación a la encuesta de Joaquín Costa sobre Oligarquía y caciquismo, 1901).
Y es que Unamuno, en respuesta a esta encuesta y en la misma concepción cervantina, había propugnado la importancia de los hombres y no solo de las ideas: “vida interior necesitamos […] no tanto leyes como personas nos hace falta, no ideas sino hombres. […] el instrumento con que los hombres hacen hombres son las ideas, y que sin hombres no hacen ideas las ideas. Pero aquí hombres necesitamos […] y ¿se hace hombres con la palabra?, creo que sí. La palabra es el gran ariete contra el caciquismo”.
Sin duda, esa es una de las razones por las que los déspotas y tiranos intentan destruir la cultura.
Por lo que se ve, en España hay problemas crónicos que surgen una y otra vez a lo largo de nuestra historia. Leyes y normas tenemos a espuertas, una verdadera diarrea legislativa en cascada. “Hombres” en el sentido unamuniano o cervantino, desgraciadamente, no tanto.
Arrumbada la cultura española como fuente de ideas, inspiración del mérito y perfeccionamiento personal y social, con una universidad sobredimensionada, politizada y degradada, emisora de diplomas cada vez menos valiosos, hoy podemos observar que casi ningún político da la talla esperable para el puesto que ocupa. El fracaso de don Felipe VI, Casado o Sánchez es indisimulable. Salvo que lo que se pretenda, sobre todo en el caso de este último, sea la demolición del propio sistema.
Ahora bien, si es importante el factor personal, lo es también, y mucho, el institucional. Las instituciones aúpan e incluso blindan a estos personajes que no dan la talla y pueden hacer mucho daño, como estamos comprobando. Generan leyes inicuas contra el interés general, la tradición y la cultura en el sentido sociológico del término. Hoy representan una grave amenaza para la prosperidad de la sociedad.
Casi todo está fallando. Y es entonces cuando debemos escuchar con la mayor atención como fuente de inspiración lo que nos dicen los grandes hombres de la cultura. No vale todo. En estos momentos de la civilización, en los que se cuestiona todo, cabe hacerse la pregunta de Cicerón: ¿los hombres pueden hacer bueno lo que es malo, y malo lo que es bueno?
La primera premisa o referencia del buen gobierno es externa al gobernante cuya acción debe tenerla en cuenta y servirla. Sea esa tal referencia la ley natural, un código de conducta, un sistema axiológico o constitucional. De ahí su referencia externa a la ley natural en la que el sabio, don Quijote, explica a Sancho que va a ejercer la gobernación de la ínsula: “primeramente, oh hijo, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría y siendo sabio no podrás errar en nada”. Nos dice la Biblia: El temor de Dios que significa la sabiduría (Eclesiástico 1:15). Y también en El Zohar o Libro del Esplendor de la cábala española se halla también otra acotación interesante sobre este tema, (salmo CXI): “el temor del Señor es el comienzo de la sabiduría: de buen entendimiento son todos aquellos que lo hacen (sus preceptos) su alabanza durará para siempre”.
La segunda condición del buen gobierno es la indagación de nuestra propia relación con la ley natural: el famoso “conócete a ti mismo”. En las propias palabras de nuestro caballero andante: “… lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse; del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey…”.
Don Quijote prosigue los consejos a Sancho gobernador mediante carta en la que, una vez sentados los principios abstractos, ahora se exponen criterios de orden práctico: “… para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, entre otras, has de hacer dos cosas: la una ser bien criado con todos […] y la otra procurar la abundancia de los mantenimientos, que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres que el hambre y la carestía”. Es decir, todo un programa actual de gobierno: atención a la imagen y a la economía.
Y como Tácito, que consideraba “la multiplicidad de las leyes como señal cierta e infalible de un mal gobierno y de un pueblo corrompido”, prosigue nuestro sabio Don Quijote avisando al buen gobernador Sancho contra la excesiva proliferación de leyes. Mal endémico de la política española, puesto que gran número de nuestros políticos creen que basta la mera promulgación de las leyes sin proveer recursos para darles curso y hacerlas posibles en la práctica: “… si las hicieres procura que sean buenas, y sobre todo que se guarden y cumplan, que las pragmáticas que no se guardan lo mismo es que si no lo fuesen, antes dan a entender que el príncipe que tuvo discreción y autoridad para hacerlas no tuvo valor para hacer que se guardasen…”.
Y advierte: “No te muestres, aunque por ventura lo seas, lo cual yo no creo, codicioso, mujeriego ni glotón, porque en sabiendo el pueblo y los que te tratan tu inclinación determinada, por allí te darán batería, hasta derribarte en el profundo de la perdición”.
A lo que el buen Sancho le contesta para tranquilizarle que “hasta agora no he tocado derecho ni llevado cohecho”.
Finalmente, cuando Sancho dimite de su cargo, don Quijote le consuela: “… ven tu con segura conciencia y digan lo que dijeren”.
En palabras también cervantinas, en este caso de Preciosa, La Gitanilla: “… en este mi baxo cobre/ siendo honestidad su esmalte/ no hay buen deseo que falte/ ni riqueza que no sobre/ no me causa alguna pena/ no quererme o estimarme/ que yo pienso fabricarme/ mi suerte y ventura buena”.
Sí. Es el momento de fabricarnos nuestra suerte y ventura buena.
*Ingeniero agrónomo, escritor y analista político
Demasiado sincronizados los desastres que simultáneamente afligen a tantos países para considerarlos espontáneos. Son como la implosión programada para el derribo de un edificio, calculada con la precisión propia de la más depurada ingenería..Porque lo que se pretende es el derribo de la civilización cristiana.,con lo que temerariamente se abandona el temor de Dios. Y para esto sirven perfectamente los políticos que sin convicciones y carentes de escrupulos son capaces, sin inmutarse, de llevar adelante tales propósitos que causarán un daño, a menudo irreparable, a sus países. En cuanto a nuestro pais, la fotografía que encabeza este artículo, con “El… Leer más »
Sanchez y Casado son como aquellos 2 personajes que salian en Erase una vez el Hombre y que satiriza muy bien un tipo humano siempre en el poder , el canijo y el tiñoso, tal cuales, nunca estan en el bien, lo suyo es la mentira y la mezqyindad
Excelente artículo