¿Está el Partido Popular en manos de un demente?
«Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio». Carlo Cipolla.
Como atinadamente expuso en una crónica el periodista Fernando Salgado, Cipolla utiliza el término estupidez, no como un insulto, sino como la mera descripción de un comportamiento disfuncional, que se opone a los objetivos que persigue en la vida cada uno y se mide siempre en términos de coste-beneficio.
“Es desde esa perspectiva desde la cual cabe afirmar con muy baja posibilidad de equivocarse que el comportamiento de Casado y el de quien le susurra en la oscuridad (por utilizar el título de un texto estremecedor de Lovecraft) al perseguir a Ayuso —hoy sin duda uno de los mayores activos electorales del PP— constituye una inmensa estupidez. Es decir, una acción que, aunque pudiera asegurar la continuidad de Casado y su valido al mando del PP, sería solo para gobernar un edificio que quedaría reducido a una pila de cenizas”.
Ayer Casado lo dejó nuevamente claro: vive en una realidad paralela y no está dispuesto a renunciar voluntariamente al cargo. Su desquiciamiento ha llegado al extremo de convocar a la Junta Directiva Nacional del PP, el lunes 28, sin reparar en su coincidencia con el Día de Andalucía, lo que hubiera impedido asistir a la amplísima representación andaluza. Finalmente tuvo que posponer un día la reunión ante el lógico enfado de Juanma Moreno.
Este canalla ha nacido para destruir el PP y deberán ser los cargos orgánicos y la entera militancia quienes lo saquen a patadas de Génova antes de que el daño sea irreparable. Casado empieza a franquear inquietantemente la raya que separa la realidad de la ensoñación excesiva. Solo desde la demencia puede atisbarse un futuro promisorio para el PP con él al frente. Su continuidad en la planta séptima de Génova garantizaría el derrumbe electoral del PP y su inevitable ucedización. Nadie decente votaría nunca al canalla trastornado que ha sido capaz de espiar al principal activo de su partido solamente por una cuestión de celos. Lo aterrador no es la continuidad de Casado al frente del PP, sino que esa continuidad lo sea por una rajada de Feijóo a última hora. No sería la primera vez. Un hombre debe hacer lo que debe, sin importarle las circunstancias ni el coste personal. En eso radica uno de los principales fundamentos de la moralidad humana. Si Feijóo no da el paso y permite que el partido siga en manos de alguien como Casado, entonces ya no valdrán lamentos ni a Isabel Díaz Ayuso le quedará otra opción que liderar su propio proyecto político.
“Lo delgada que es la línea que separa la verdad de una mentira convincente. La línea que separa la historia de un relato”. Es oportuna la frase de Patrick Rothfuss para describir el comportamiento entre demente y psicopático de Casado desde que es presidente del PP. Su vida política ha sido siempre moverse entre las sombras de las contradicciones. Son tan innumerables que ha conseguido que se metabolice con absoluta normalidad cada decisión que contradice lo que él mismo había dicho.
En las primeras elecciones generales de 2019 dijo estar dispuesto a gobernar con Vox solo 72 horas antes de que ignorara esa pretensión y apostara por poner tierra de por medio entre sus circunstancias y la “ultraderecha”.
Apostó por Cayetana Álvarez de Toledo al frente de la portavocía del grupo parlamentario del PP con un objetivo: que le plantase batalla ideológica a la izquierda. Y lo hizo con indudable mérito y sin arrugarse ante el acoso matonista de la prensa progresista. Sin embargo, Cayetana fue laminada sin previo aviso cuando empezó a tener luz propia y esa luz propia eclipsaba las pocas luces de Casado y Egea.
Con Ayuso le ha pasado lo mismo. Casado no soporta que una “subalterna” sea adorada por la calle de forma directamente proporcional a la irrelevancia social y el escaso ascendiente que él tiene sobre las bases. Con todas las millonarias corruptelas que han protagonizado miembros del gobierno de Sánchez durante la gestión de la pandemia, el canalla palentino solo tiene ojos para el entorno familiar de la presidenta madrileña.
AD tiene la autoridad de decir estas cosas porque fuimos de los pocos medios que, incluso cuando las encuestas actuaban para el PP como el viento de cola, ya advertíamos sobre la inutilidad del personaje. Esto se dejó escrito en septiembre de 2021: “Pablo Casado no puede ser tan torpe ni estar proporcionando tantos balones de oxígeno a sus rivales de derecha e izquierda sin que medie un fin avieso. Los errores se acumulan. Casado se ha propuesto prolongar el sueño monclovita de Sánchez y va camino de conseguirlo.
La tendencia de Casado a la autodestrucción del PP exigiría la reacción inmediata de los barones regionales. No puede entenderse, bajo ninguna circunstancia, que Casado esté puenteando a Isabel Díaz Ayuso, a la que tanto debe. No puede entenderse que con todo a su favor, impulsado como un cohete hacia la Moncloa gracias al revulsivo que ha sido Ayuso, con Vox en fase de desaceleración, Casado se obstine en poner fin a los días de vino y rosas con tanta contumacia. ¿Qué sentido tiene este frente abierto contra Ayuso, fuera de toda duda, la figura electoral más potente que tiene el PP de cara a las generales? Casado empieza a ser experto en crear problemas donde no los había, todo lo cual respalda a quienes le describen como un fracasado. O lo que es peor aún, como un tonto resuelto a pegarse un tiro en el pie del PP.
Tras las elecciones catalanas, en las que al PP se le hundió aún más su suelo electoral, el futuro político de Casado pasó de gris marengo a negro zahíno. Con Vox acariciándole el cogote y en medio de una situación de profunda crisis interna, Casado abrió la caja de los truenos al anunciar al comité ejecutivo del PP de que el partido cambiaba de sede para romper con el pasado ante los juicios por corrupción que marcarán el calendario del partido. Los teléfonos de los dirigentes del PP echaron chispas, y según hablaban unos con otros se iban calentando y la indignación crecía. Casado había perdido cualquier contacto con la realidad. En las fracasadas elecciones catalanas, mientras los dirigentes de Vox sufrían el acoso de los separatistas en sus actos de campaña en plena calle, el equipo de campaña del PP eligió el refugio seguro de los hoteles para que unos dirigentes insulsos y desconectados de la calle hablasen de europeísmo y del mercado único europeo. Se lo dije a Alejandro Fernández, con quien mantengo una relación de cordialidad y afecto: “Tienes al enemigo en tu equipo. Empiezo a creer que tu gente está haciéndole el trabajo sucio a los de Vox”, le espeté una noche.
La situación tras las elecciones catalanas era insoportable para el PP. Aquí mismo dijimos que el relevo de Casado era imperativo salvo que se quisiera colaborar en la voladura del partido por control remoto, con el de Palencia como principal dinamitero.
Así estaban las cosas hasta que la suerte vino a visitar a Casado el 12 de marzo de este año. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, disolvió la Asamblea y convocó elecciones en la Comunidad de Madrid, adelantándose a una moción de censura que iban a presentar ese mismo día Ciudadanos, PSOE, Más Madrid y Podemos.
Comenzó ese mismo día una corriente de simpatía en toda España hacia la presidenta madrileña. Millones de españoles asumimos como propia la suerte electoral de Ayuso. “Comunismo o libertad”, fue el grito de guerra que incluso traspasó barreras partidarias y que llegó a calar hondo en españoles de todas las edades y de todas las ideologías.
El “fenómeno Ayuso” sirvió de potente lubricante a la flácida musculatura del PP hasta convertirla en macilenta. Pocos alcanzaron a explicarnos las razones de esa comunión extraordinaria del pueblo con Ayuso, pero se produjo y se conserva. Gracias a ella y solo a ella, Casado tiene alguna posibilidad de llegar a la Moncloa. Cualquier otro aspirante a la Presidencia del Gobierno aprovecharía el viento favorable de cola que hoy tiene Casado, pero él se obstina en sustituir al purasangre y cabalgar por caminos más angostos y bacheados a lomos de un podenco. Pongamos que hablo de Cuca Gamarra. O del “cagapoquito” Pablo Montesinos. Rodearse de mediocres y no de los mejores define al mal líder.
La torpeza de Casado no la entiende nadie. No se puede luchar contra aquella que la calle adora. Ha calculado muy mal sus fuerzas y lo que hace es darle aire a Vox cuando más exhaustos estaban los de Abascal. Casado se pone en cuestión a sí mismo. No es explicable esta guerra larvada contra la única persona que le puede hacer ganar o perder las próximas elecciones generales.
Pierdo toda esperanza de comprender las intrincadas razones de Casado para vivir en feliz consorcio con el fracaso. Es urgente que alguien con autoridad dentro del partido llame a capítulo a Casado y detenga esta locura. Si Pablo Casado se propone seguir siendo el Don Julián de la derecha conservadora española, entonces es imperio que alguien dé un paso al frente y se ponga fin a este contubernio de inútiles”.
Que la abrumadora cantidad de fechorías de Casado no desaliente el ánimo de una militancia que ha de concentrarse en el objetivo, por las buenas o por las malas, de acabar con este desdichado capítulo de la historia del PP. Si Casado no entra en razón y se atrinchera en los cargos orgánicos nombrados por Egea, entonces el problema ya no será tanto político como de enajenación mental. Y frente a un enajenado que está dispuesto a implosionar el partido con él dentro, solo cabe quitarle los detonadores sin reparar en los medios. Hay muchas vidas inocentes en juego.
El inútil de Sanchez por lo menos se puede ‘agarrar’ a que es presidente del ingobierno de España, pero el cenutrio este, ¿A que se puede agarrar si es y será siempre un ningungui? El PP cometerá otro garrafal fallo si no lo botan ¡¡Y YA!! (Ya están tardando)
Casado, Sánchez, Rufián y similares son en el fondo lo mismo. Jóvenes ambiciosos educados en el sistema que llegó con el PSOE para quedarse. Admiran sobre todo a ese icono del mundo occidental que tan bien retrata Leonardo di Caprio en “el lobo de Wall Street”, un individuo deleznable que para pasmo de sus “compis” de ambiciones sin escrúpulos, consigue vender mierda en forma de inversión a un par de pobres jubilados que van a arruinarse en las garras del joven depredador. Cuando lo hace, cuando engaña y lleva a la futura ruina a los venerables ancianos que no han… Leer más »
Demente no sé, pero inepto sí.
Desde luego está fuera de la realidad y este estado siempre desemboca en una catástrofe en este caso mucho más que personal.
Demente no, un cobardon ante la izquierda, un benefactor de la Izquierda por todos los medios, vamos un topo, como fue Rajoy. Demente es Sanchez
ADMINISTRADOR: Su comentario es impublicable, pero sepa que me ha arrancado usted una carcajada. Muy buen golpe de gracia el suyo, de verdad. Un saludo.
Nos va a dejar con las ganas de leerlo? No puede ser peor que algunas barbaridades que se han dicho por aquí! Aquí somos todos mayorcitos!
Todos los politicos son dementes, por eso estan ahi. Puro teatro entre todos para dar el siguiente paso, Feijoo como lider, todo estaba planeado.
ADMINISTRADOR: Cerdo, por qué no se marcha a un foro de Vox a hacer propaganda abascalera. Aquí no cuela.
Perro sandez es un demente, cagado no llega a tanto, es un simplon