Excusatio non petita…
José A. Benítez.- Llega a ser escandaloso el mantra que repiten personajes como Luis de Guindos, Christine Lagarde o Mario Draghi y lo es aún más cuando se le añade el cómplice silencio de los más avezados economistas.
Me refiero a sus constantes declaraciones anunciando la aportación de nuevos e inagotables estímulos y paquetes de rescate en forma de ayudas públicas para reactivar la economía y en la necesidad de nuevas fusiones bancarias como la mejor forma de solucionar los problemas de la banca, para las que aún existe margen sin caer en el Oligopolio.
Si a esto añadimos que estas declaraciones se repiten sin venir a cuento justo cuando repuntan el precio de los bonos y repos, el BCE anuncia que los particulares podrán abrir cuenta en el mismo y que ya están listas las criptodivisas (Dólar, Yuan, Yen, Euro digitales) es fácil ver hacia donde nos encaminamos.
Que los tipos de interés repunten significa, desde el punto de vista de la demanda, que el mercado está saturado de deuda por lo que se hace necesario aumentar su rendimiento y su garantía de pago para poder colocarla.
Desde el punto de vista de la oferta significa que los recursos para satisfacerla son escasos y recelosos y hay que pagar más por ellos.
Mantener los tipos a cero solo se consigue aportando nuevos recursos cada vez que estos repuntan, esto es, emitiendo más deuda. Si los tipos de interés repuntasen significativamente llegaría un momento en que sería imposible atender su servicio.
A partir de aquí los gobiernos, de la mano de sus Bancos Centrales, se encuentran en una disyuntiva: o dejar que los mercados se ajusten por sí mismos, lo que daría lugar a un alza descontrolada tanto de los tipos de interés como de la inflación y el consiguiente descalabro económico que sería intenso pero relativamente breve.
O continuar con la represión del mercado mediante la inyección de nuevos recursos (compra de bonos) respaldados por más deuda a tipo de interés cero o negativos ¡qué invento!, siempre con la esperanza de inducir una inflación que la diluya en el tiempo.
La decisión hace tiempo que fue tomada, no debemos olvidar que los doctores encargados de remediar la crisis fueron los mismo que la causaron y Keynes marcaba el camino; pero ello requerirá el sacrificio de la banca.
Ya nos daba una pista aquel que lo sabe todo de todos, nuestro inefable Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO), cuando el pasado año publicó su libro con el inequívoco título de “Adiós a los Bancos”.
Al igual que una rana termina muriendo sin resistencia cuando se la pone al fuego dentro de un caldero de agua fría, los Bancos Centrales reprimían los tipos de interés al tiempo que permitía a la banca operar simultáneamente como banca de inversión, comercial y mediadora de seguros, mercados bursátiles y productos financieros complejos, como si su mediación aún fuese imprescindible.
Mientras adelgazaban sus balances la banca adelgazaba paulatinamente también sus plantillas mediante cuantiosos EREs para no causar sobresaltos económicos ni sociales.
Los Bancos Centrales, por su parte, se las ingeniaron para despojar a todo el personal de la banca de cualquier otra consideración moral o ética estableciendo obligatoriamente su VºBº a aquellos al frente de las entidades bancarias “en base a sus conocimientos”, con sueldos exorbitantes.
Al resto de la plantilla, una vez desaparecida la tradicional imposición a plazo y sustituirse por complejos productos de inversión nunca exentos de riesgo, se la reeducó de cara a su nueva función como croupiers/asesores de fondos de inversión y otros productos de riesgo; como si ellos hubiesen sido los causantes de la crisis.
Sin embargo, aunque el ciudadano de la calle no sea consciente de ella, la deuda, tanto pública como privada sigue ahí y termina materializándose físicamente en los balances de las instituciones que componen el sistema financiero y que administran sus recursos: los Bancos, sean Centrales o no.
Ahora, cuando la deuda global se sitúa en el 365% del PIB global, resulta que no hay activos/recursos suficientes que respalden más deuda y los bancos, por más que maquillen sus cuentas, están al borde de la quiebra. El tiempo se acaba.
La solución son las criptodivisas, la pandemia les ha dado el impulso que necesitaban: “no use billetes ni monedas, que pueden transmitir el virus; ingréselos en su cuenta bancaria y haga uso de los medios electrónicos de pago”, es lo que le dicen cuando Vd. acude a su oficina bancaria.
Con lo cual, cuando se deje de emitir dinero en efectivo, todas las cuentas a la vista, que tienen la consideración contable de dinero en efectivo en manos del público, se verán incrementadas con las cantidades que mantenemos en el bolsillo o debajo del colchón, pasando a formar parte del pasivo de los bancos, cuadrando el balance.
Entonces, cuando haya cesado el uso del dinero en efectivo, los gobiernos, el Estado, podrán gestionar el crédito y los recursos de cada ciudadano sin necesidad de la actual intermediación bancaria pues los ciudadanos/contribuyentes tendrán cuenta abierta en su Banco Central bien sea porque la abrieron voluntariamente o porque éste ya haya fagocitado/absorbido definitivamente lo que quede del oligopolio bancario.
Con la Centralización del crédito en el Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y régimen de monopolio el individuo habrá perdido completamente su libertad monetaria y de comercio y se habrá producido la conquista de la Democracia…. justo como propugnaban Marx y Engels en su MANIFIESTO COMUNISTA.
… accusatio manifiesta.
Y todos los pagos con tarjeta…, para tenernos totalmente controlados.
¡Fuera el dinero en efectivo, como propugnan los defensores del NOM y de la Agenda 2030!