Sevilla, ¡vete ya!
Militante de Vox Málaga en Rincón de la Victoria y siete firmantes más (Remitido) Denunciamos la mediocracia en Vox Málaga. Para escoger los puestos que conforman la Gestora provincial de Vox Málaga, presidida por Antonio Sevilla, no les preocupa seleccionar a la élite, a los que serán los mejores políticos, sino que nombran a un mediocre tras otro, y el que no lo es no puede soportar la tensión y dimite. En el libro titulado La mediocracia: cuando los mediocres toman el poder, Alain Deneault explica que hay una transformación del “oficio” en “empleo”. En este proceso el trabajo se estandariza, se hace promedio. Hay una evolución del “intelectual”, que se transforma en un experto que trabaja a favor de los intereses representados. Este hecho es aplicable también para las universidades: ya no forman a profesionales sino a técnicos para que subsistan como empleados de una corporación.
El ansia de poder del ser humano es su ambición insana por llegar a la cúspide pisando a quien haga falta, incluso a la persona equilibrada, sensata y buen hacedor que veríamos todos como el mejor. Pues esa buena persona tiene que dimitir porque estorba. Los medios agresivos gracias a los cuales se intenta medrar se resumen en peloteos al poderoso de turno, mentiras, sabotajes de unos contra otros, desinformación, manipulación, incluso violencia para conseguir el cargo. Hay personas sin carácter ni carisma, peleles, bobalicones sin gracia, fofos de la vida, amorfos grises mentales, mediocres que no hacen sombra, y son los que triunfan.
La mediocracia abunda en todos los estamentos de poder. También en las empresas y en las universidades. Es necesario sustituirla por la meritocracia. Mediocre es un adjetivo derivado del latín mediocris. El diccionario de la RAE lo define como: “de calidad media”, “de poco mérito, tirando a malo”. Pancracio Celdrán, en El gran libro de los insultos (La Esfera de los Libros, 2008), denomina mediocre a una “persona o cosa que no sobresale ni merece ser notada; ramplón y corriente; que carece de brillo; adocenado, vulgar, del montón”. Pongamos la foto que acompaña a esta entrada del diccionario, y elijamos a uno cualquiera de los puestos nombrados por Antonio Sevilla.
Para Deneault, actualmente predomina un peligroso fenómeno social: la mediocracia, la expulsión de los mejores en beneficio de los insulsos. El gobierno de los mediócratas sería una clase al servicio del poder, pues solo necesitan ser sumisos, someterse a las normas y a los poderosos, además de mirar hacia otro lado cuando las corruptelas afloran.
Hoy en día nos encontramos en un sistema que nos obliga a ser un ciudadano promedio, ni totalmente incompetente hasta el punto de no poder funcionar, ni competente hasta el punto de tener una fuerte conciencia crítica. En su mediocridad, los politicastros no son capaces de dar soluciones, de reaccionar como es debido. Creen que, conociendo los nombres de unos cuantos políticos y saber quién va a ganar las elecciones en Cataluña, van a ser capaces de resolver los problemas. Pero si desconocen incluso cuáles son, y no les interesan, ni tienen imaginación, ni formación, ni creatividad para resolverlos. No saben lo que reclaman los taxistas de Málaga, ni les preocupa evitar la degradación de las costas, ni la venta ilegal, ni se enfrentarían al más pintado para alargar el tren desde Fuengirola a Estepona, ni hablan de inmigración, ni de precariedad laboral, ni de la competencia desleal de los comercios chinos, ni nada de nada. Cero patatero. Se burlan de nosotros, no persiguen el bien común sino el propio. Es insoportable, una ignominia, que los intelectuales formados que pueden hacer las cosas bien, y los más capacitados, se queden relegados ya que los poderosos les temen. Se equivocan, si les dan una oportunidad y pretenden el bien común, encontrarán a los mejores aliados. Son los ineptos y vendidos al poder quienes deben asustarles. Sevilla, ¡vete ya!