Javier Barranquero

AD.- La militancia de Vox Málaga hierve de indignación contra la Gestora por los nombramientos “a dedo” que está llevando a cabo, algunos de ellos calificados literalmente de “absurdos” y “ridículos”. Prima en ellos la mediocridad sobre la excelencia. Un caso elocuente fue el de Alicia, una militante que ejerció de profesora titular en la Sorbona de París. Confiada, Alicia envió su currículum en respuesta a una petición hecha por la Gestora para seleccionar a los mejores. Un amigo pretendió disuadirla: “No te elegirán porque esta gente solo quiere mediocres alrededor. Si quieres que te llamen, quita la “r” de la Sorbona y quizás empieces a interesarles”.

La mejor definición que puede hacerse de Vox Málaga es que ser “amiguísimo o amiguísima de…” se cotiza más que haber ejercido la docencia en una de las universidades más prestigiosas del mundo. En la dirección de Vox Málaga prima la indigencia intelectual y solo se admiten trepas y mediocres. Responsabilizamos de ello, en primera instancia, a Patricia Rueda y Jacobo Vázquez, sin olvidarnos del pelele Antonio Sevilla y del policía (sic) Antonio Luna, que es el encargado de oficializar los nuevos cargos.

Vox Málaga es una colosal estafa ideológica. Los cerebros liliputenses que controlan el partido piensan que todo se solucionará si se encajan en la arena política sin percibir que el discurso del plano político inexorablemente depende de la batalla cultural que es lo que marca el rumbo de la opinión pública, que a su turno reclama y acepta tal o cual medida según su comprensión o incomprensión de las correspondientes ideas. Pero explíquele usted tales cosas a esta banda de arribistas a la búsqueda de un carguito con la coartada del patrioterismo de opereta. Desde la proclamación de la Gestora, Vox Málaga no ha hecho más que avanzar a paso de cangrejo. Patricia Rueda acreditó sus nulas aptitudes gestoras al frente del Museo Automovilístico, que dejó como un solar, y ahora ha convertido al partido en un juguete roto en sus manos. Al final están agigantando hasta tal punto la figura de Lara que objetivamente parece ser el único líder fiable para desmontar este circo.

Los militantes decentes y con amplitud patriótica de miras no pueden permanecer de brazos cruzados ni un minuto más. O ellos dan el paso o la crónica de Vox Málaga terminará convirtiendo en piezas melodramáticas los filmes de Pajares y Esteso. No hay un solo día sin su buena dosis de cuchufleta. La de ayer no la habría superado ni Chiquito de la Calzada declamando el Juan Tenorio. Después de ganar unas primarias dentro de la candidatura de Enrique de Vivero, Javier Barranquero ha sido nombrado conserje de la sede del partido. ¡Y él tan contento! Semanas permaneciendo mudo y al acecho, dándole al ‘me gusta’ a las publicaciones de Patricia Rueda y de Antonio Sevilla, para que la valía de este controlador aéreo haya sido constreñida por la dirección al cuidado de la sede. ¿Qué tiene el poder, por pequeño que sea, que te hace tragar el acíbar con tanta displicencia?

Y lo peor es que Mateo Moya, el predecesor de Javier Barranquero, tuvo que enterarse de la noticia a través de una captura de pantalla que le envió un amigo. Nadie de la nueva dirección tuvo la decencia de llamarle y agradecerle su trabajo, desarrollado siempre con una lealtad ciclópea al partido. Si actúan de forma tan canallesca y miserable con uno de los suyos, qué cabría esperar de esta banda en punto a salvar a los españoles. El drama de España es que haya gente como ésta haciendo del patrioterismo su medio de vida.

El partido que crearon y levantaron unos cuantos leales, en medio del desierto, es ahora un vodevil grotesco protagonizado por un puñado de títeres, prestos a traicionarse unos a otros, en manos de “Barbie”. Y entre ellos sobresale la voz de carajillo de Jacobo Vázquez, repitiendo sin cesar: “¡Yo soy español, español, español…!”