No te quedes en casa
El tiempo cura las heridas y también al vino, el tiempo sella los vestigios del pasado y también se muestra como un potente agente prescriptor de las cosas malas y a veces de la buenas cuando el cuidado y el mantenimiento de éstas depende de nosotros y no nos hemos aplicado. Caduca lo material y de alguna manera lo inmaterial asociado con las relaciones personales, lo que nunca caduca es la cicatriz que dejó la decepción, la injuria o el daño en general sufrido, se cerró la herida pero el vínculo se mantiene de alguna manera sustentado quizás por las experiencias que fueron positivas y edificantes, porque siempre hay algunas de estas, nunca todas son dañinas.
Incluso lo material tampoco caduca desde el punto de vista arqueológico e histórico, deja impronta con sus residuos y fosiliza la historia que luego estudiamos y comparamos con el presente, intentando también estimar el futuro. Que gran valor universal el tiempo, el patrón de todo, el árbitro auxiliar de Dios para lo bueno y para lo malo. El tiempo acaba con lo positivo y también con lo negativo y comienzan de nuevo los dos para repetirse una y otra vez paralelos a nuestras vidas generando a veces optimismo y a veces pesimismo. Lo bueno necesita a veces de lo malo previamente pero no al revés, yo lo veo así, la felicidad o algo aproximado a ella es a veces una meta que exige sufrir primero o pasar por lo malo para alcanzarla después.
Prescribe con más facilidad lo bueno que lo malo, las experiencias negativas dejan secuelas que tardan más en desaparecer mientras que las positivas endulzan la memoria, pero son fáciles de sustituir por unas nuevas que las superan desbordando la euforia y desalojando a las precedentes. En cualquier caso, somos nosotros y nuestras circunstancias, como decía nuestro brillante pensador Ortega y Gasset. Para cicatrizar y curar las secuelas de las relaciones afectivas necesitamos tiempo y casi siempre a otra persona, al menos para acelerar ese proceso terapéutico, pero no por ello hemos de olvidar o apartar de nuestra memoria aquellas experiencias que siendo desafortunadas, son parte del proceso y de algún modo enriquecedoras también por curtir y reforzar al individuo, enseñarlo y educarlo desde los errores que ya se evidenciaron y no se deben volver a cometer y que en todo caso forman parte de esas circunstancias que en definitiva nos llevaron a una nueva relación o a un periodo de reflexión también aconsejable a veces. De igual modo, para curar el daño sufrido infligido por el particular tratamiento político de esta crisis sanitaria, se exigirá probablemente una espera parecida, pero también a personas distintas que manejen en el futuro inmediato el timón de los destinos de este país llamado todavía España. Cosas buenas pocas y malas muchas han sido las que hemos experimentado este año para dirigirnos hacia 2021, está claro que los compañeros de viaje en el gobierno eran patentemente mejorables para sortear el peor escollo en nuestra nación desde 1936.
En las relaciones afectivas, no estoy de acuerdo con esa corriente moderna de la psicología de la pareja que disocia la necesidad o dependencia emocional con la felicidad, asociando aquella a la frustración. El hombre es una animal social y necesita las relaciones afectivas para ser feliz o aproximarse lo máximo posible a esta situación. En este sentido, asistimos no a uno, sino a muchos casos de dependencia emocional en las personas, incluso respecto a los animales domésticos de compañía y creo que esto no es malo, sino todo lo contrario, no hay esclavitud más dulce que la buscada y no impuesta. Aquél pensamiento se basa en que ese estado de vinculación personal de necesidad como mínimo coarta la libertad, por constituirse en forma de “preso afectivo” al menos en una de las personas de la misma y yo pienso cuando hay amor de verdad, las dos personas son presas por igual y mutuamente y esto es precisamente lo grande y lo enriquecedor de la relación de una pareja, en definitiva, ese secuestro bidireccional es un valor positivo porque construye un particular síndrome de Estocolmo en forma de compromiso, sin violencia ni abusos, solo basado en el amor y la devoción mutua de un modo gratuito e íntegro y esta es una forma de esclavitud consentida pero siempre edificadora. Si por sistema llevásemos al terreno de la esclavitud el concepto de la vinculación, podríamos hacerlo con todo, incluso con el trabajo, traduciendo que una actividad profesional esclaviza respecto a los clientes y un contrato laboral lo hace respecto a los empleadores, sin embargo estaremos de acuerdo que estas no son formas de subyugación real, al igual que tampoco el servicio que prestan los recursos humanos al proceso productivo, por más que se empeñen las tesis marxistas en lo contrario.
Esa perspectiva en contra de la necesidad como uno de los males que originan la infelicidad de al menos una de las dos personas que componen la pareja, choca frontalmente con el esquema piramidal de Maslow aceptado por todos los manuales de teoría económica y psicología social sobre las prioridades de las necesidades humanas. Las necesidades afectivas ocupan su lugar en la pirámide de Maslow como el resto previstas para el ser humano.
Sin embargo, si trasladamos este análisis de dependencia emocional a las relaciones de los habitantes de un país con su administración pública, el tratamiento es opuesto a lo comentado, aquí sí es negativa esa vinculación y perjudicial justificar una necesidad afectiva con un estado contemplado como tutor, protector y financiador de un nivel de bienestar situado en la linde entre la necesidad material vital y la pobreza. Cuando esta situación se convierte en algo que se instala a largo plazo, no solo se destruye la economía y crece exponencialmente el endeudamiento público, sino que además causa una regresión en la calidad de vida que se termina contemplando agradecida desde los ciudadanos y normal para las pretensiones generales de la sociedad desde una posición adormecida, hipnotizada o narcotizada por el efecto de la propaganda repetitiva de las consignas y los estudiados mensajes de terrorismo emocional que terminan calando y consiguiendo adicción, así como un síndrome de Estocolmo de libro en la población. Es en este momento cuando sin darnos cuenta estamos inmersos en un sistema colectivista de racionamiento con los gastos básicos pagados por un macro estado que no repara en gastos, en primer lugar ni en los suyos propios.
Por tanto, no es necesario mucho tiempo, como se está viendo, para darle la vuelta a la tortilla y virar en menos de un año a lo que ellos llaman el “nuevo orden mundial”. La confabulación globalista suscrita por muchos países occidentales nos ha llevado en 9 meses con 5 o 6 de preparación, a una situación caótica para las economías y para el estado del bienestar que tanto esfuerzo nos costó alcanzar, el que impulsaron precisamente todas esas personas mayores y jubilados que oficialmente han muerto víctimas del corona virus, pero que jamás sabremos a ciencia cierta cuáles fueron las causas de unos y de otros fallecimientos, imposible de discriminar con el deficiente, demencial y manipulador dispositivo de comunicación instalado. Esta alerta sanitaria y su tratamiento marca sin duda un antes y un después en la historia de los medios de comunicación en España y es muy probable que pase una factura muy importante en el devenir de sus expectativas comerciales a medio y largo plazo, el daño que han hecho es tan grande como irreparable, porque se diluye en un océano de mentiras imposibles de reprobar por la vía judicial, faltaría vida para ello.
La hoja de ruta gubernamental tiene previsto atomizar la sociedad para anular su capacidad de respuesta, de reacción o de objeción a todo lo que está ocurriendo. La división y la ruptura de la sociedad es palpable, el pánico está en la calle y hablando de relaciones afectivas, pocas pueden surgir con terceros en este caldo de cultivo cuidadosamente preparado, una guerra silenciosa que puede valer también como revancha a otras guerras del pasado, en la que sólo hay un pequeño grupo de vencedores, los instalados en las élites de la política y al menos 30 millones de perdedores que de suerte terminarán dando las gracias a su amado estado por desayunar, comer y cenar todos los días, aunque la calidad de los avituallamientos sea ya otro tema.
Autores reputados y publicitados por las universidades españolas dentro de las vías bibliográficas para los alumnos, como los sociólogos Thorstein Veblen y el actual Jeremy Rifkin, no pueden disimular su pasión y amor por el comunismo. Aunque aquél, de origen noruego, buscase el sueño americano que nada tiene que ver con lo que reivindicaba dialécticamente, puede tener un pase por la lejanía temporal, pero lo de Rifkin es verdaderamente cómico. La corriente de pensamiento impulsada por éste es lo que denominan Pro-común, es decir, volver a los sistemas de la economía feudal adaptados a las nuevas tecnologías, eliminando progresivamente el dinero y facilitando todas las transacciones on line mediante el pago con tarjeta, promocionando también la permuta o el trueque en lo que llaman “economía colaborativa”. Dicen que esto es el futuro y es el sistema óptimo para aniquilar de forma definitiva el capitalismo, que según ellos es el origen de todos los males del mundo. Por supuesto, todo aderezado con la música celestial de la sostenibilidad, la ecología y la búsqueda de energías renovables, mientras el gran hermano global sabe de nosotros hasta cuantas veces entramos al día en el cuarto de baño.
El orden personal es como digo inverso a estas consideraciones de naturaleza política. La necesidad en lo personal puede ser material o afectiva y ésta simplemente existe y es inevitable tanto como la necesidad material. Incluso es más pura, ya que hay necesidades materiales que no existen hoy pero el marketing las crea mañana, por tanto, las necesidades afectivas no podemos obviarlas o hacerlas culpables en la persecución de una hipotética felicidad personal que prescinda de ellas, lo cual no quiere decir que las personas sin relación de pareja no puedan ser felices, pero al menos necesitarán una relación afectiva de otro orden para serlo, familiar o simplemente de amistad. La soledad y la reclusión total voluntaria creo que no existe. Reconozcamos necesidades afectivas y busquemos el modo de satisfacerlas, esto no nos convierte en blandos ni vulnerables, al contrario, nos hará más felices que ser pragmáticos y negarlas o mostrarnos auto-suficientes en este sentido.
Los hijos no tienen la culpa de las consecuencias de las rupturas que se producen entre sus progenitores, pero las sufren igual que sus padres, formando igualmente cicatrices que les acompañan el resto de sus vidas y éstas pueden ser suavizadas con el bálsamo del amor fraterno y una buena relación bifurcada hacia éstos, ellos siguen teniendo necesidades afectivas, caducó el matrimonio desde el punto de vista civil, pero no desde lo trascendental ni desde la descendencia, hemos de ser siempre solidarios y muy generosos con ellos y actuar con la misma dedicación a su afecto o incluso más de la que teníamos antes de la separación, porque aunque un divorcio lleve implícito un ci
sma que afecta a toda la familia, son precisamente los hijos los únicos no culpables ni responsables del mismo y a veces sufren secuelas parecidas a las de sus padres por contagio del sufrimiento de éstos, algo verdaderamente triste e injusto que está en nuestras manos atenuar o minimizar. Esperemos que estas cosas y las relativas a la tutela en general de personas que la requieren no caigan, como pretenden, en las manos del gran hermano estado, un objetivo más fijado entre los que se marcan en la hoja de ruta del nuevo modelo del orden mundial.
“Año nuevo, vida nueva” decimos casi siempre cuando nos aproximamos al inicio de un nuevo año o acabamos de rebasar el anterior, como queriendo borrar todo lo negativo que nos ocurrió. Aunque quizás esta vez, por las circunstancias excepcionales comentadas, sea la que menos hace depender la mejora y el progreso directamente de nosotros, no obstante, es sin duda terapéutica esta actitud para el espíritu, cuanto menos motivadora y expectante de vivencias que mejoren las de años anteriores, todos nos conjuramos en una especie de optimismo y en una posición de esperanza y este año mucho más, pues no será difícil mejorar 2020. Hemos cerrado un año de pesadilla.
San Agustín hablaba del tiempo subrayando el presente como referencia y haciendo depender el pretérito y el futuro de nuestras vivencias y apreciaciones de la actualidad respecto a los otras dos formas temporales, intentando vivir y disfrutar el tiempo que nos toca vivir ahora. Esto también puede ser terapéutico para nuestras mentes, especialmente en la coyuntura que vivimos, olvidar el pasado quedándonos solo con las referencias que aporten beneficio a nuestra apreciación del presente y formar una expectativa del futuro basada en lo que depende de nosotros, olvidándonos de lo que la política pueda hacer por nuestro país, solo en este escepticismo quizás encontremos una cierta paz interior que sin duda se reforzará para todos los que creemos en Dios y sabemos qué ha sido capaz él de hacer en el pasado y qué es capaz de hacer en el futuro, solo él sabe lo que acontecerá respecto a este nuevo orden mundial que nos quieren fabricar y solo él sabe sobre las posibilidades de éxito del mismo, pues solo se aplicará con su autorización.
Es ilustrativo de esto último un bonito pasaje del Quijote en el Capítulo XVIII (Primera parte): “Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca”. Feliz 2021.
BRILLANTE ARTÍCULO, que suscribo plenamente.
No son solo los autores que usted cita… Prácticamente la cassi totalidad del profesorado de “ciencias” sociales de las universidades públicas españolas SON ABIERTAMENTE COMUNISTAS, y en una visión simplista de la realidad, piensan que EL MARXISMO SERÍA LA SOLUCIÓN A NUESTROS PROBLEMAS, en lugar del germen de los mismos, o, al menos, uno de sus causantes.
Y en esas estamos…
FELIZ AÑO NUEVO le deseo a usted y a sus seres queridos, que extiendo a quiénes tienen la la paciencia de leernos.
¡Y que Dios nos proteja ante lo que se nos viene encima!