La Carrera
Cristina Díaz Albarracín.- Imaginemos una carrera de relevo, los corredores, empujando con los pies los tacos en la línea de salida. Al sonido del disparo del juez, se lanzan sobre la pista. Hay dos equipos por los que apuesta la mayoría del público que tienen todos los visos de ganar, el equipo de J. y el equipo V. La salida es fluida, cada uno va a su ritmo, se encuentran fuertes, pero no olvidan que están compitiendo. En un momento dado, V. saca una fuerza inaudita, pega un sprint y grita “mano” pasándole el testigo a N. la cual con las piernas tiritando llega donde la espera F. y le da el testigo, cogiéndolo este mal y cayendo al suelo. Se agacha para recogerlo, interfiriendo el paso a A. que tiene que frenar de golpe para no embestirlo. F. lo recoge y continúa la carrera. Para él lo importante es ganar a cualquier precio. Y así sucesivamente, pasándose unos a otros los testigos, estirando brazos, soltando adrenalina y con la sensación de estar haciendo algo grande, continúa la carrera. Durante el recorrido y a pesar del esfuerzo, se cruzan muchos pensamientos por sus cabezas, pero la meta es ganar. Y así fue, el equipo de V sacó once metros de distancia al equipo de J.
El equipo de J. pidió la descalificación del equipo de V. por dejar caer el testigo, pues sólo se puede recoger si el rival ya había pasado o estaba lejos, para no obstaculizar. Pero el comité organizador, desestima la descalificación y da por ganador al equipo de V.
En toda carrera hay un ganador y un perdedor. Ahora bien, hay que saber ganar y saber perder. El ganador, en vez de ofrecer al derrotado, su respeto pues al fin al cabo no era enemigo sino adversario, se vanaglorió de ello, haciendo declaraciones inadecuadas en diversos medios donde aún seguía criticando y menospreciando a J. negándole su sitio y queriendo desterrarlo.
Pero hete ahí, que a los tres días salen los resultados de las pruebas del control antidopaje, dando positivo V. Antes de que le quitaran la medalla V. renunció a ella.
Todos sabemos, que la moral se encarga de determinar qué conductas son las adecuadas en un contexto determinado. Cada uno tiene los valores de su propia escala moral, basada en la cultura o en sus costumbres.
Los corredores del equipo de J. tuvieron un entrenamiento correctamente programado y planificado, con esfuerzo, equilibrio, control, respeto, juego limpio, deportividad, honestidad, coraje, esfuerzo, superación y constancia.
Y el público se preguntará: ¿y ahora qué? Lo más lógico es que le den la medalla a los segundos que han jugado bien cumpliendo todas las normas. Pues no, nombran un árbitro que decide a quién se la van a dar. Y mientras tanto, los demás miembros del equipo de V. siguen empeñados en que ellos han ganado y ahí continúan tal Gollum con la medalla aferrada a su cuerpo… “mi tesoro”.
Hay corredores que no asumen que han perdido porque han hecho trampas, e intentan ganar en las redes, desinformando al público, lloriqueando con una pataleta más propia de un niño de cinco años, que de un adulto con dos dedos de frente.
A ver, si tú equipo ha hecho trampas, estáis todos descalificados. Chimpúm.