Las imperecederas lecciones de Anna Karenina (Primera parte)
Por Luys Coleto.- Hace 110 años moría León Tolstói. Escribió Guerra y Paz, influyó en varias y sucesivas generaciones. Y qué tiene que decirnos a los españoles de hoy, acerca del misterio de la vida de los hombres y del discurrir de las naciones. Y de las familias, claro. Con Anna Karenina, vislumbramos parte del enigma.
Todas las familias desgraciadas, tan distintas
Afamadísimo inicio de la obra cumbre de Tolstoi, verbigracia, todas las familias dichosas se parecen entre sí, del mismo modo que todas las desgraciadas tienes rasgos peculiares comunes. Existirían, según el autor ruso, elementos axiales que acabarían cincelando una vida plena y satisfactoria.
Y son, esencialmente dos, la espiritualidad y la familia, ésta de ribetes casi sagrados. Una suerte de grandeza vital donde devienen indefectibles la sensatez, la honestidad y lealtad. Gravedad existencial estrechamente vinculada a la felicidad que para Tolstoi no es tanto hacer lo que se quiere, sino amar lo que se hace.
Familia, fe, esperanza
Familia y fe, grosso modo. Sin fe no se podría vivir. La fe, motor clave, culminaría el sentido de la vida humana. Y, derivada de ésta, la esperanza. “Todo acaba bien para quien sabe esperar”. Dos guerreros poderosos y aliados, la paciencia y el tiempo. Corolario: dicha.
¿Dónde reside ésta? En el amor predecible, sosegado y sereno, pausado. Y en la llegada, tarde o temprano de los hijos. Y su crianza.
Todo da comienzo con una elección, el reconocimiento del otro, en el enamoramiento, ambos seres casi idénticos, los amantes mimetizándose, cada uno de los pensamientos y sentimientos entremezclándose. Hacía esfuerzos por no mirarla, pero sus ojos se clavaban en ella en contra de su voluntad, frase clave de la novela.
Tras el febril inicio del idilio se transita hacia la paulatina distancia, de los celos a la indiferencia, de la comunión marital al malentendido, del diálogo a la mudez. Poco a poco, se incrementa la dúplice resignación, pero también las parvas y fútiles alacridades de la larga vida cotidiana. Al principio, ferocidad, ímpetu y apresuramiento. Posteriormente, imperturbabilidad y pesadez. Radiografía/cartografía de los afectos conyugales, según Tolstoi.
Parejas y matrimonio, infierno y gloria. En fin.
Sólo existe enamoramiento cuando nace en el alma,.Sólo este es el verdadero enamoramiento, que es exxelso, invulnerable a la destructora acción del tiempo, y es inmortal, porque el alma, no muere, su destino es es la eternidad,. El verdadero amor permanece indestructible porque nace en el el alma, y cuando no es así se esfuma, desaparece en la inanidad de esa parodia, esa farsa a la que desgraciadamente estamos acostumbrados. Dios nos hizo a Su Imagen y Semejanza al infundirnos la divina capacidad de amar en el alma. .Hoy renunciando a nuestra trascendencia, olvidándonos del alma, banalizamos el amor y… Leer más »