Milenio mediocre
Año 2020, el milenio va camino de cumplir su primer cuarto de su primer siglo y los vaticinios de filósofos, científicos y aspirantes a adivinos han acertado en todo menos en una cosa, en lo aburridos y tristes que son la mayoría de los ciudadanos.
Qué lejos quedaron esos 80, esa música alegre de la movida, ese funky brillante y ese rock internacional, también esos polos, esos pantalones de pinzas y esos vaqueros con calzador que traían las damas a la Universidad. Qué lejos también esa alegría contagiosa en la calle, esas veladas nocturnas y esas fiestas estivales mucho más sanas que las de ahora, la tuna y aquel deporte universitario elegante y lleno de colorido, el arco iris estaba entonces solamente en el cielo.
Qué decir de la higiene y el respeto a los demás o ese look impecable que teníamos la mayoría, esa ducha de agua fresca diaria que se reflejaba en nuestras caras de adolescentes sanos y resplandecía alegría y ganas de vivir o ese cuerpo libre de tatuajes porque sabíamos que por muy bonitos que fueran, sólo los llevaban los marineros, los legionarios y los presidiarios.
Ahora reina la mediocridad, triunfa lo grosero, no hay estilo, la imagen de limpieza brilla por su ausencia, música ramplona a todo volumen en discotecas ambulantes de cuatro ruedas que no atienden a peticiones del público viandante, pilotadas por pincha-discos dictadores de basura destroza oídos y armonía, una violencia acústica que incluso invita a la violencia de pararlos y meterles el mp4 por el culo.
La policía local multa a señoras en doble fila que compran en una farmacia o esperan en la salida del colegio a sus hijos, a un atleta olvidadizo que se ha dejado la mascarilla en casa, a un peatón que cruzó con su semáforo en rojo o a un currante estresado que estacionó mal para entregar un pedido a tiempo, pero no a los macarras de las disco-móviles, los que fuman marihuana en medio de la calle obligando a los demás a fumar también, los que juegan a la Fórmula 1 en circuitos urbanos con escapes ensordecedores o los que sacan cualquier bandera que no sea la de España, aunque sea inconstitucional.
Hay que insultar o despreciar la religión católica y mientras, hablar siempre de tolerancia a todo y de alianza de civilizaciones, hay que hablar muy bien del Islam, de los judíos, del Budismo, del anarquismo o del comunismo, del podemismo o del socialismo, pero es un craso error hablar bien del cristianismo. Hay que hablar de autonomías e independencia, pero nunca de la Patria que nos une ni del ejército y por supuesto hay que encumbrar cualquier tipo de matrimonio: Mujer contra mujer como decía Ana Torroja, hombre con hombre, hombre con pájaro, mujer con flor, hombre o mujer con transexual, etc., cualquiera menos el de un hombre con una mujer, éste siempre acaba como debe, en divorcio, por estar pasado de moda.
Se acabaron las especializaciones, todos entienden de todo, todos juzgan y todos sentencian, pero la realidad es que los analfabetos y mediocres son muertos vivientes que nos rodean, también lo sórdido y frívolo, esta es la verdadera pandemia mundial que interesa mantener y cuidar para manejar cómodamente a todos esos imbéciles y perpetuarse en el poder el máximo tiempo posible. Yo lo veo como una involución hacia una sociedad de gente sin criterio, hacia una democracia del proletariado, pero indocumentado.
Diálogos vacíos, superficiales, intrascendentes e indocumentados por doquier, ni siquiera cómicos, comparecencias públicas felinianas y surrealistas, mal gusto y malas maneras a diestro y siniestro y el idioma español en España lo hablan pocos, lo leen pocos y lo escriben muy pocos. Ahora lo que queda feo es escribir sin faltas de ortografía, es como llevar corbata, demasiado perfecto o clásico, no se lleva, es muy carca y demasiado limpio.
Las conversaciones en reuniones familiares y de amigos son en la mayoría de los casos una simple puesta en escena de puro trámite y un absoluto coñazo para quemar tiempo, donde todos tienen miedo de decir lo que piensan, nadie quiere molestar, todos ríen sin ganas y hablan del tiempo, de la seguridad social, del coronavirus, de las pensiones y de soporíferos temas relacionados con sus hijos que no interesan ni a ellos mismos y cuando uno ya no puede más y saliendo de su estado comatoso, suelta las verdades del barquero comenzando por la “a” y terminando por la “z”, entonces todos los demás casi se santiguan sin haber pisado una iglesia en su vida, ponen cara de pánico o de estupefacción, algunos abren la boca asombrados y otros piensan: “¿Pero cómo se atreve?” y el osado contestatario pasa automáticamente a ser un proscrito, un marginado de la reunión, criticado o descuartizado después y probablemente condenado a no ser invitado jamás a las puestas al día del clan de aburridos y toros mansos, una auténtica dictadura de lo políticamente correcto y de la obsesión por no incomodar. Todo, porque metió el dedo en el ojo de la zona de confort prosaico del grupo, habló de cosas diferentes y amenas, valientes, quizás incómodas para algunos y políticamente incorrectas para el resto, pero en cualquier caso divertidas y verdades como templos. Los visionarios y profetas no acertaron en nada de esto.
Hoy día, si eres ateo e insultas a la Iglesia católica, hablas de la libertad de culto religioso excluyendo a ésta, eres de cualquiera de las modalidades de LGBT o simpatizante, defiendes la adopción de niños o fecundación artificial para éstos, o quizás comunista, de cualquier raza menos la blanca, portador de cualquier bandera menos la de España, prefieres las manifestaciones y las huelgas al trabajo, prefieres no estudiar en la Universidad y molestar a los que lo intentan, le echas piropos al terrorismo, lesionas a la policía cuando hace su trabajo, creas situaciones de caos y peligro público, te encantan los abortos y la eutanasia, los okupas y los carnavales, no sientes patriotismo y la sangre no te hierve y has aplaudido como una foca de acuario todos los días a las 20:00 durante el confinamiento a pesar de haber puesto a veces la bandera de España en el balcón, se te perdona ésto y resultas ser un ciudadano ejemplar.
Todo lo que vayas quitando de estas cosas y decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, te irá acercando a un ser execrable, homófobo, insolidario, intolerante, reaccionario y fascista, yo debo serlo porque no soy nada de eso, una verdadera pena, pero me quedo muy tranquilo porque todos esos individuos que ejercen permanentemente de jueces sociales republicanos de pacotilla que son más numerosos que los propios juzgados como reos, no me valen. Mi juez es Dios.
Lo peor de este triste inicio de milenio es el alerejamiento de Dios, nuestro Padre que está en los cielos, tal como nos anunció Jesús.. Esta es la verdadera, enorme, desoladora desgracia que asola al mundo.