Johan Giesecke, máximo epidemiólogo sueco: “El coronavirus se propaga como un incendio y no importa lo que uno haga, todos se van a contagiar”
Las últimas semanas, quizás como nunca antes había ocurrido, periodistas, especialistas y políticos de distintas partes del mundo se han detenido a analizar y debatir lo que ya es nombrado como “el caso sueco”. El país nórdico ha tomado una serie de medidas ante la pandemia causada por el COVID-19 bastante diferentes a las del resto de los países mientras sus expertos aseguran que “no importa lo que uno haga, todos se van a contagiar de todas formas”.
En Suecia rige lo que sus autoridades definieron como un “confinamiento suave” basado, fundamentalmente, en la confianza que existe entre la población, y entre ésta y el Gobierno y sus instituciones. Por eso, las restricciones son limitadas: se encuentran prohibidas sólo las reuniones de más de 50 personas, y aunque las universidades están cerradas, no lo están los jardines de infantes y las escuelas de los niños. Tampoco están cerrados los restaurantes y bares, aunque solo se admiten personas sentadas en las mesas, que deben estar a no menos de dos metros de distancia. Al igual que las fronteras, las peluquerías, los cines, los teatros, los gimnasios y los parques permanecen abiertos.
Uno de los arquitectos de esa estrategia es Johan Giesecke, tal vez la mayor eminencia de Suecia en epidemiología, y una de las más reconocidas del mundo. Entre 1995 y 2005 fue epidemiólogo jefe del país, cargo que ostenta actualmente Anders Tegnell, uno de sus discípulos, que se convirtió en la imagen del controversial caso sueco. Pero Giesecke, que entre 2005 y 2014 fue el primer jefe científico del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades, sigue siendo consejero del gobierno y es además miembro del Grupo Asesor Estratégico y Técnico para Riesgos Infecciosos (STAG-IH) de la Organización Mundial de la Salud.
Cuando pareciera que la curva de la pandemia se ha estabilizado en la mayoría de los países y el debate se ha enfocado en las estrategias de reapertura, el modelo defendido por Giesecke y el “todos se van a contagiar de todas formas” sueco ha vuelto al centro de las discusiones.
Hasta ahora, el resultado de la cuarentena suave en Suecia ha sido -de acuerdo con las cifras de la Universidad Johns Hopkins- de algo más de 3.000 muertes para una población de 10,2 millones de habitantes, lo que arroja una tasa de mortalidad de 30 personas cada 100.000. Es ostensiblemente mayor a la de Noruega (4) y Dinamarca (9), pero está muy por debajo de países como el Reino Unido (45), España (55) o Bélgica (74), que decretaron confinamientos estrictos. Con todo, explica con calma Giesecke durante una entrevista con Infobae, la comparación de los resultados de cada una de las estrategias recién podrá hacerse de aquí a un año.
—¿Y cuáles cree que van a ser los números de muertos de cada país para entonces?
—Creo que los resultados serán muy parecidos en todos los países. Esta enfermedad se propaga como un incendio y lo que uno hace no cambia demasiado. Todos se van a contagiar el virus. Todos en el mundo al final. Hasta que haya una vacuna.
—Casi todos los países del mundo impusieron alguna forma de confinamiento estricto, no uno suave como el sueco. ¿Por qué cree que un enfoque tan duro fue elegido por tantos gobiernos y por qué Suecia no creyó que fuera apropiado?
—Porque no hay evidencia científica para la mayoría de las restricciones que están tomando los países. Creo que para los políticos es importante mostrar fortaleza y acción, y observo que ese es un motivo importante para las cuarentenas estrictas. En Europa sucede que los países se siguen unos a otros. Cuando el país X ve que el país Y hizo algo, dice ‘tenemos que hacer lo mismo, tenemos que establecer esa restricción’. Hubo una carrera entre los políticos.
—Pero es cierto que en muchos casos hay epidemiólogos que les recomiendan a los políticos tomar esas medidas. ¿Hay discrepancias entre los expertos en ese punto?
—Sí, y es precisamente porque hay poca ciencia, así que nadie sabe. Hay algunas cosas que sí sabemos científicamente, como que lavarse las manos es bueno. Lo sabemos desde hace 150 años. También sabemos que debemos mantener cierta distancia social, es decir, no acercarnos demasiado a otras personas. ¿Pero el resto? Nadie sabe si cerrar las escuelas va a tener algún efecto. Lo mismo con el cierre de fronteras, o con no permitir que la gente esté al aire libre. Muchos países le han dicho a la población que se quede en sus apartamentos. Es extraño, porque es agradable estar afuera y uno debería hacerlo. La infección se propaga muy poco estando al aire libre. De hecho, el riesgo es mucho menor.
—Suecia está teniendo una alta tasa de mortalidad. Entre las semanas 14 y 16 de 2020, el número de muertes semanales en Estocolmo ha sido más del doble del promedio de los últimos cinco años. ¿Por qué cree que la estrategia elegida es correcta a pesar de este aumento de la mortalidad, que no se ha registrado, por ejemplo, en los otros países nórdicos?
—Si se compara con Dinamarca, Noruega y Finlandia, es cierto, es más alta. Pero si se compara con el Reino Unido, allí tienen más muertes que Suecia y tienen un confinamiento. ¿Es bueno el confinamiento? Bélgica tiene una mayor tasa de mortalidad. También Irlanda. Y todos esos países tienen un confinamiento severo. Entonces, deberían tener menor mortalidad que Suecia, ¿no le parece?
—El gobierno británico anunció inicialmente algo bastante similar a esa meta de conseguir inmunidad colectiva, protegiendo a las personas mayores. Pero luego el Imperial College difundió ciertas proyecciones y la opinión pública empezó a criticar al gobierno, así que el Reino Unido cambió su plan. ¿Por qué cree que ellos no pudieron mantener su estrategia y Suecia sí?
—No lo sé. El Reino Unido tenía una muy buena estrategia y estábamos contentos en Suecia, porque es bueno tener un hermano mayor siguiendo el mismo camino que uno. Pero después apareció ese reporte del Imperial College. ¿Vieron que el profesor que lo escribió renunció por violar el confinamiento impuesto por él? Lo cierto es que este informe tuvo una influencia muy fuerte sobre el gobierno británico y, de un día para el otro, dieron un giro de 180 grados.
Giesecke se refiere a que a mediados de marzo pasado, el Imperial College de Londres difundió un estudio en el que analizaba y comparaba las estrategias para luchar contra el coronavirus, y establecía una serie de proyecciones en base a ellas. En ese reporte se decía que si el Reino Unido no aplicaba una estrategia de “supresión” del virus, los muertos ascenderían por encima del medio millón. Para el caso de los Estados Unidos, los muertos llegarían a 2,2 millones de personas. Sobre la estrategia de “mitigación” -la llevada adelante por el gobierno conservador hasta entonces, y la defendida por Suecia- el Imperial College proyectaba un cuarto de millón de muertos en el Reino Unido y, fundamentalmente, el colapso del sistema sanitario.
—¿Alguna de esas proyecciones es confiable?
—No. La principal razón es que subestimó la cantidad de personas que está infectada pero no tiene casi síntomas. Ahora estamos descubriendo que casi todos los que se contagian tienen pocos síntomas. Él creía que era el 50%, pero la verdad es que probablemente sea el 98 por ciento.
—¿El 98% no tiene síntomas?
—El 98% no busca atención médica en los hospitales. Algunos pueden estar bastante enfermos. Hay pacientes que están muy enfermos durante semanas. Pero no son registrados por el sistema porque no van al hospital.
—¿Cómo recomendaría cuidar a los vulnerables sin que esto implique encerrarlos en sus casas? ¿Sería justo para ellos el encierro para protegerlos?
—Es una buena manera de protegerlos, pero es muy difícil, porque es un virus muy contagioso. Si vives en un hogar para adultos mayores, solo se necesita que uno de los miembros del personal cometa un pequeño error para que el virus se propague. Es muy difícil mantenerlo afuera.
—¿Usted sugiere que dejemos que la gente joven esté afuera y que los mayores se queden en sus casas?
—Sí, porque se necesita generar la llamada inmunidad de rebaño. Y la mejor manera de lograrlo es que los jóvenes, pero no solo ellos, quiero decir, que las personas de menos de 50 o 60 años se mezclen, y decirle a las personas grandes y con condiciones médicas preexistentes que se queden adentro. Así se puede obtener bastante rápido la inmunidad en el país.
—¿Cómo explicaría, concretamente, el funcionamiento de la inmunidad de rebaño?
—El virus está tratando de infectar a la población, eso es lo que el virus quiere hacer. Si la suficiente cantidad de gente está inmunizada alrededor de alguien con el virus, entonces el virus no puede infectar. Esa es una forma de explicar la inmunidad de rebaño. Pero digamos que el 70% de una población tuvo el virus, y que está inmunizada de alguna manera, eso significa que aún hay un 30% que podría contagiarse. Es decir, que no se puede volver completamente a la normalidad incluso habiendo alcanzado la inmunidad de rebaño. Hay que sostener las restricciones por algún tiempo después de eso.
—Y sobre la vacuna, ¿tiene expectativas de que se pueda lograr este año?
—No, este año no sucederá, quizás el año próximo.
—Detrás de los cierres totales o las cuarentenas estrictas, en algunos países existe la idea de que el virus podría ser completamente eliminado. ¿Esto es posible?
— No creo que un país como Argentina pueda eliminar el virus, porque comparte largas fronteras con Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia. Tiene muchos kilómetros de fronteras. Quizás un país como Nueva Zelanda (una isla) sí podría hacerlo, erradicar el virus por completo. Pero la pregunta es qué hacer después. Tienen que mantener la cuarentena, de manera que todo aquel que visite Nueva Zelanda deba permanecer aislado por dos semanas. Entonces los turistas dejarán de ir, por ejemplo. ¿Cómo se sostiene eso? Deberían chequear a cada persona que llegue, y la verdad es que no pueden hacer eso. Pero para un país como Argentina es directamente imposible porque la gente cruza las fronteras.
— De alguna manera, lo que usted sugiere es que a largo plazo y mientras no aparezca una vacuna, es casi imposible estar seguros.
— Exactamente. No se puede estar seguros.
— ¿Hasta qué punto cree usted que un enfoque como el de Suecia, que hace hincapié en la responsabilidad individual, podría funcionar en países con mayor desigualdad, pobreza y menor cohesión social, como podría ser Argentina pero también otros países de América Latina?
— La gente no es estúpida. Si se le explica qué es lo mejor para ellos y qué es lo mejor para la gente que los rodea, generalmente cumplirán con lo que se les indica. Y tampoco es necesario que todos cumplan con eso, mientras una mayoría siga las recomendaciones de las autoridades. Creo que funcionaría también en Argentina, y de cualquier manera creo que sería mejor que la policía controlando las calles.
— ¿Cuál es su recomendación, incluso para países con cuarentenas estrictas, a la hora de relajar las restricciones?
— Hay que relajar una restricción por vez. Hay que empezar por algún lado. Por ejemplo, reabrir las escuelas podría ser el primer paso. Después hay que testear mucho y evaluar la propagación del virus. Si hay más casos o no, si se pueden mantener abiertas las escuelas y pasar a la próxima etapa, por ejemplo, reabrir los restaurantes. Y volver a evaluar, quizás los números no son buenos y entonces hay que volver a cerrar. Y así en cada etapa. Hay que levantar una restricción a la vez, y esto puede tomar meses antes de terminar.
— Hay mucho debate acerca de la tasa de mortalidad del virus. ¿Cuál es la verdadera tasa de mortalidad del COVID-19?
— Yo creo que la tasa de mortalidad del COVID-19 es bastante similar a la de una temporada de gripe, dudo que sea muy diferente.
Es una situación en la que los hombres y las mujeres fuertes ven una oportunidad de obtener más poder. La enfermedad y las muertes son un gran riesgo, pero las consecuencias políticas creo que son peores.
— Usted ha dicho anteriormente que la cuarentena extrema es un riesgo para la democracia. ¿Por qué?
— Porque es una situación en la que los hombres y las mujeres fuertes ven una oportunidad de obtener más poder. Por ejemplo hoy Hungría tiene un dictador, Viktor Orbán, y pasa en otros países, también en el Reino Unido, por ejemplo, los gobiernos quieren lograr más poder, y podría también pasar en América Latina. Es una oportunidad para que aquellos que quieren poder, lo consigan. Y yo creo que ese es el mayor riesgo de esta pandemia. Por supuesto que la enfermedad y las muertes son un gran riesgo, pero las consecuencias políticas creo que son peores.
(Infobae)
El tio seguro que es muy postmodernista y marxista, pero en esto creo que tiene razon. Desde luego me ha sorprendido que el gobierno Sueco haya echo lo que esperaba de EEUU. Si alguien cree que hay algo que no veo con claridad, que me lo diga y me lo pienso.
Este hombre dice una cosa y yo ayer domingo llamo al 062 y se me pone la “guardesa civil”. Oiga puedo ir con mi mujer en la moto al cementerio a rezar unos padresnuestros a mi abuela que ha fallecido?. Respuesta. Dos no pueden ir en la moto. Bien ¿puedo ir solo?. Respuesta; desde luego ir a rezar solo en una moto a un cementerio (que estaría desierto) esta terminantemente prohibido. hijadeputaza total. Del mi confianza en la guardia civil ya zero zapatero. Luego si vamos a ser contagiados todos según el señor del artículo, con lo que concuerdo absolutamente,… Leer más »
¿Viktor Orban, un dictador? Poca credibilidad me da este señor; seguro que es proinmigración, multiculturalista y esas hierbas…
De acuerdo contigo.
Saludos.
El coronavirus no es más que la excusa perfecta para imponer el Nuevo orden mundial eso se lo ha inventado Bill Gates Jorge Soros la organización mundial de la salud los Clinton y demás satanistas del Club Bilderberg todos estos malditos no es estar no van a parar hasta nos han parlen la mano derecha las personas que aún vivani sobrevivan el maldito VeriChip el cuál es la marca de la bestia ha profetizado en la Biblia el 666 porque eso es lo que les exige su amo Satanás el que los tiene temporalmente en sus puestos de poder humano… Leer más »