AR.- Apuesto a doble o nada que Cayetana Álvarez de Toledo será una de las invitadas a la cumbre de Bilderberg en 2020. No creo que haya un solo lector al que le cueste imaginar a la portavoz del PP moviéndose como pez en el agua en la asamblea anual de los amos del mundo. Al menos debemos agradecerle que, en la sesión plenaria del jueves, certificara lo poco o nada que cabe esperar de los populares en un asunto de tanta enjundia para España como la inmigración.

De entrada, la pijaprogre argentina elegida por Casado para la portavocía del PP en el Congreso reduce sus conocimientos sobre inmigración a sus contactos con el servicio. Su excesiva pose y artificios son la expresión de una ambición teñida de rubio, a veces desbocada. Para quien tuviera dudas, los argumentos buenistas y falsamente compasivos de la pija argentina en favor de los derechos de los inmigrantes, en contraposición según ella con la crueldad de los socialistas al devolverlos en caliente a Marruecos, son el mejor ejemplo de su impostura política. Sin abandonar su fatuidad milonguera, incluso presumió de que el número de inmigrantes acogidos por los gobiernos del PP excediera con mucho a los acogidos por el PSOE. Definitivamente, la derechita representada por Cayetana no es que sea cobarde, simplemente es que no tiene dignidad ni vergüenza.

El summum de la indecencia lo alcanzó sin embargo al comparar a Pedro Sánchez con Matteo Salvini, lo que de ser real, que por desgracia para nosotros no lo es, a los que nunca hemos votado al PSOE nos habría puesto en el brete de tener que reconsiderar nuestro voto. Definir a Salvini en los términos más despreciativos y afrentosos retrata a la ensoberbecida pija y también a los que permiten que dé voz a los miles de militantes y votantes del PP que piensan lo contrario que ella.

Gracias a políticas como Cayetana y a gobiernos como los de su partido, España ha desembocado en lo que hay que nombrar sin tapujos: en el fracaso de una nación. España no está simplemente enferma, está moribunda, postrada en un estado agónico que no es únicamente la expresión descarnada de un descalabro político sin precedentes, sino la etapa final de un largo proceso de degradación social, moral, cultural, que ha venido socavando las endebles estructuras de un régimen construido tras la muerte de Franco, y que ha conducido a la quiebra de un Estado incapaz ya de garantizar lo elemental a sus ciudadanos.

Cayetana no alcanzará a tener nunca un átomo de la dignidad, el patriotismo, la rebeldía y el respeto por sus compatriotas que tiene Salvini. Solo desde la obediencia ciega a alguna logia o a los jefes de las Doce Tribus, se puede destacar como sobresaliente que los ejecutivos del PP expulsaran a menos ilegales que los del PSOE. O criminalizar a Salvini, en sintonía con la izquierda radical, por cumplir lo que prometió a sus votantes: que las fronteras hay que respetarlas y que entrar ilegalmente en Italia tenga consecuencias legales.

Cayetana representa la impúdica constatación de todo lo que es irrelevante y falso en algunas mujeres sin escrúpulos. La feminización de la política europea está impidiendo que se revise el principio buenista de anteponer el derecho de una sola persona al de una comunidad.

Por desgracia, la vida real no es un tango. El número de inmigrantes que desean vivir en Europa no tiene fin. Es preciso que gente como Cayetana lo entienda para que empiecen a tomar conciencia de la magnitud de un problema que más pronto que tarde deberá ser afrontado de la única forma posible. Ella no sufre la inmigración porque vive lujosamente parapetada y ajena al problema, pero no sería malo que alguna vez empatizara más con la pobre gente a la que representa en el Congreso que con sus futuros anfitriones de Bilderberg.