El gazpacho es la sopa fría por excelencia. Preparado a base de tomates maduros, pimiento verde, pepino, ajo y un buen chorro de aceite de oliva virgen extra, esta receta tan nuestra hace las delicias de mayores y pequeños cuando llega el verano, pues elaborarlo solo lleva unos minutos y degustarlo es un placer para los sentidos (sobre todo si se acompaña de un picadillo de cebolla, jamón serrano y tostones de pan caseros). De él dicen, además, que tiene grandes beneficios para la salud, pues la combinación de alimentos de la huerta regados con el ‘oro líquido’ ayudan a combatir, por ejemplo, el cáncer de colon, a ralentizar el envejecimiento, a hidratar el organismo y a prolongar el bronceado, entre otros.

Aunque existen varios trucos esenciales para preparar el mejor gazpacho (como el de nuestras abuelas), son muchos los que prefieren disfrutar de los envasados, ya que tan solo hay que agitar con potencia y abrir para tomar un vaso bien fresquito. Este formato tiene ventajas frente al casero, porque se pueden llevar a cualquier lado sin necesidad de un bote hermético y no hace falta llenar la nevera de hortalizas para su elaboración, pero también existen inconvenientes que afectan a sus cualidades organolépticas y que interesa conocer.

Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), desde donde han analizado más de 60 gazpachos y salmorejos envasados que en la actualidad se pueden comprar en los supermercados de toda España, aseguran que el sabor “poco tiene que ver con el de uno casero”. Tal y como aseguran en su página web, con la ayuda de expertos degustadores han catado “43 gazpachos envasados” y han comprobado “que hay muchas diferencias”. Y es que, aunque la comodidad es digna de valorar, no pasa nada por perder algunos minutos de vez en cuando y dejar preparado un gazpacho digno de los paladares más exigentes.