(El País)

Por José L. Román.- Dicen que la mentira es la afirmación que hace una persona siendo consciente de que no es verdad, o decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar.

Y, ¿no es acaso un engaño por entregas toda la farsa que gira en torno a cada una de las etapas de nuestra historia reciente, hasta llegar al golpe de estado en Cataluña y a la rendición del Gobierno de la nación ante el PNV y la ETA?

Qué fácil resulta para la izquierda y la extrema izquierda contar con el apoyo y beneplácito de los que gobiernan o siguen militando en el Partido Popular, cuando se trata de apelar al perdón y al olvido para blanquear a criminales marxistas que asesinaron incluso en plena democracia, mientras ellos siguen con el odio, la actitud vengativa, el espíritu de revancha, y hasta criminalizando y llamando facha a todo el que levante una bandera nacional española, o diga públicamente ser y sentirse español.

Nos hallamos en manos de una banda de profesionales de la política que tiene como violín de Ingres el arte de la mentira. Tanto es así que, a pesar de las pruebas que les delatan, siguen negando las políticas concesionistas y entreguistas para con los promotores del terrorismo y la secesión.

Desde las negociaciones celebradas en Argel hasta las autorizadas por Aznar, pasando por las que quiso Txiki Benegas (DEP) en 1978 y en las que intervino el periodista José María Portell, asesinado por ETA el 28 de junio de ese mismo año, colocaron al mismo nivel al juez y al asesino.

La absolución de quienes insultaron al Rey en la Casa de Juntas de Guernica; la liberación de la Mesa Nacional de Herri Batasuna; la rectificación de la política penitenciaria con el acercamiento de presos y acortamientos de las penas; las ridículas insinuaciones de procesamientos por apología del terrorismo; la puesta gratuita de aviones para los criminales que se exiliaron a algunos países de Hispanoamérica, con dietas, por añadidura, son pruebas más que evidentes de las causas que envalentonaron y fortalecieron el independentismo y a los terroristas.

Además del trato fiscal especial y preferente otorgado por el Estado español a Vascongadas, que supone un agravio comparativo para el resto de España, en 1977 se legalizó la ikurriña y se les concedió la amnistía, pero no se logró nada (12 muertos); En 1978 se aprobó la Constitución, como hito que clausuraba el franquismo (65 muertos). En 1979 nos vendieron la burra ciega de la fuerza pacificadora del Estatuto de Autonomía y continuó el baño de sangre (78 muertos); En 1980 se encargaron de concienciar al pueblo para que colgara todas las esperanzas en el gobierno vasco bajo la dirección del PNV (98 muertos).

Hasta 1982 se nos engañó con la esperanza de que el PNV pudiera representar un paraguas protector eficaz contra los terroristas, con concesiones a porrillo, y más sangre; cierre de Lemoniz, y más sangre; Lizarra, la tregua o asesinato en diferido, y más sangre. Y por último, la vergonzosa amnistía encubierta tras una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, como parte de la “hoja de ruta” de Zapatero ejecutada por Rajoy, hasta llegar a la carta del asesino Josu Ternera anunciando la disolución de una banda de criminales sin que se hayan esclarecido más de 350 asesinatos.

Asesinatos como el que tuvo lugar el sábado 6 de enero de 1979 en Beasain, donde el guardia civil Antonio Ramírez Gallardo y su novia, Hortensia González Ruíz, fueron acribillados a balazos por los criminales etarras cuando circulaban a bordo de un turismo.

Uno de los tres hijos pequeños del ingeniero de Caminos José Edmundo Casany, asesinado en 1991, llora ante el monolito de su padre.

Este doble asesinato, tan vil y repugnante como todos los demás, tiene un apunte que añadir al comportamiento, no solo de la banda terrorista ETA, sino al de los vascos y las vascas testigos de tanta sangre inocente derramada. Un comportamiento que debería caer sobre sus conciencias como un latigazo. El cuerpo de Antonio se desplomó sobre el claxon que estuvo sonando durante más de media hora sin que nadie se acercara a socorrerles, pese a que eran muchas las personas que en esos momentos salían de una sala de fiestas.

Quiero recordar que Hortensia solo tenía 20 años de edad, Antonio, 24. Y, aunque hayan transcurrido cerca de cuarenta años del vil asesinato, su recuerdo sigue vivo en el corazón de los buenos españoles. Por eso pido desde aquí una oración por sus almas, y un abrazo fraternal para sus familiares y amigos.

Mientras haya crímenes terroristas por esclarecer, y sus autores, cómplices y encubridores no hayan dado con sus huesos en la cárcel, ni usted señor Rajoy, ni usted señor Pedro Sánchez, están legitimados para pactar y blanquear a una banda de criminales con más de ochocientas asesinatos en su haber, mientras las víctimas terrorismo siguen sufriendo los agravios de los homenajes y la exaltación de terroristas en su lugares de origen.

La farsa y paripé que se está llevando a cabo en Cataluña, proyecto capitaneado por Soraya Sáenz de Santamaría, y la rendición del Gobierno ante los terroristas de ETA y los separatistas del PNV, con el apoyo unánime del PSOE, son hechos tan sumamente graves que deberían invitar al PP y al PSOE a su total y completa disolución.